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sábado, 22 de octubre de 2016

LA ECONOMÍA EN LOS TIEMPOS DE ROSAS

            Durante el régimen rosista, a pesar de los bloqueos y la guerra, prosperaron los negocios: el comercio continuó creciendo, el volumen de las exportaciones de carne, cuero y sebo aumentó, y un nuevo rubro cobró importancia: la lana.
            La economía del país —basada en la industria ganadera y en una incipiente agricultura — favoreció a Buenos Aires, cuya relativa prosperidad se basaba en dos factores esenciales: el cierre de los ríos Paraná y Uruguay a la navegación extranjera (medida que favoreció al puerto único a donde iban a parar todos los productos), y el estrago del litoral y del interior causado por las guerras civiles de las que fueron escenario. La economía proteccionista de Rosas sólo consiguió amparar a Buenos Aires y, en algunos casos, al litoral.
            Las décadas del ‘30 y el ‘40 fueron protagonistas de una fuerte expansión económica alentada por el crecimiento del comercio exterior. El desarrollo del comercio estimuló la producción ganadera y saladeril. Por tanto, los sectores vinculados a estas actividades prosperaron.
            La expansión de la ganadería fue posible gracias a la ocupación de tierras en el sur de la provincia, donde se generalizaron las grandes estancias ganaderas como centros de población y producción. La ocupación de tierras estuvo acompañada por la transferencia de tierras públicas al dominio privado, que generó una mayor concentración de la propiedad en pocas manos. La explotación ganadera no sufrió grandes cambios técnicos en la producción, pero se adaptó muy bien a la escasa mano de obra disponible.
            Junto a la ganadería también creció la industria saladeril y la del cuero. Se tendió las primeras alambradas para separar los potreros. A pesar de los adelantos en materia de ganadería, la industria del saladero inició su decadencia hacia 1840, cuando se hizo efectiva la prohibición de Rosas de extraer metálico de Buenos Aires para las provincias por vía fluvial. Las consecuencias fueron graves, sobre todo para el comercio saladeril sostenido con Entre Ríos y Corrientes.
            Durante la década del ‘40, el desarrollo de la ganadería ovina sufrió incentivos externos e internos: aumentó la demanda externa de lana y declinaron los precios de los cueros. Esta actividad alternativa a la ganadería vacuna se vio beneficiada por la gran cantidad de tierras aptas para criar ovejas en la campaña de Buenos Aires. Debido a las enormes ganancias que se obtenían con la ganadería ovina, algunos ganaderos incorporaron ovejas a sus planteles de vacunos, al igual que los comerciantes, que comenzaron a comprar tierras y ganado para iniciar su propia explotación. El gobierno también facilitó la importación de ovejas finas para mejorar el ganado criollo. Muchos productores de ovinos eran grandes propietarios, pero también aparecieron pequeñas familias que, sin contratar mano de obra asalariada, emprendían su propia explotación: la mayoría de estas familias eran inmigrantes vascos, irlandeses y franceses.
            Durante el primer cuarto de siglo la agricultura no desempeñó ningún papel en la economía del país. Sin embargo, el trigo constituía el principal cultivo en el litoral y Rosas protegió su producción prohibiendo que fuera importado. También protegió a la incipiente industria fabril por medio de la prohibición de importar cueros trabajados, velas, escobas y plumeros y hierro forjado.
            El Litoral protagonizó una importante mejora en sus economías. La recuperación fue evidente en Entre Ríos, donde se expandieron de manera notable la ganadería vacuna y la ganadería ovina, y la industria saladeril sobre el río Uruguay. Su gobernador, justo José de Urquiza, era, además, uno de los principales y más eficientes empresarios del rubro. Las exportaciones de cueros por el puerto de Buenos Aires ocuparon el primer lugar entre las exportaciones totales del Litoral.
            Después de 1840 se notó cierta mejora en las economías del Interior, pero las provincias se desenvolvieron, por lo general, en un marco de escasez de recursos y de penuria financiera.
            Tucumán exportó ganado y otros bienes a Chile, a cambio de metálico; suelas y cueros, tabaco, cigarros, madera, quesos, azúcar y aguardientes hacia Buenos Aires, a cambio artículos ultramarinos y regionales.          Córdoba orientó la mayor cantidad de sus exportaciones nada Buenos Aires. Envió cueros vacunos, ovinos y caprinos, lana y productos agrícolas (trigo y harinas).
           
            En Cuyo, la industria vitivinícola estaba arruinada por la competencia de los vinos europeos que entraban por Buenos Aires. La minería se desarrolló sobre la base de la plata y el cobre. De todas maneras Mendoza y San Juan lograron activar sus economías en relación con el mercado chileno, colocando ganado vacuno, ovino, caballos, mulas y burros, cueros, jabón, sebo, monturas, riendas, tejidos, plumas y frutas secas.
            En el Noroeste, entre sus actividades agropecuarias más importantes se puede mencionar el cultivo del trigo, caña de azúcar y algodón, paralelamente a estas faenas se desarrollaron las artesanías (paños de algodón y lana, carretas, muebles) y la transformación de productos de la ganadería (sebo y cuero).
            En el Noreste, se dedicaron a la producción de yerba-mate como objeto principal y explotaron otros productos, pero de todas maneras no llegaron a un alto desarrollo económico, aunque las misiones jesuitas pudieron lograr activar su economía con una ideología comunista.

            En la Patagonia no hubo un desarrollo productivo, pues era una zona de conflictos y no estaba ocupada por estancieros sino por salvajes. Durante el gobierno rosista se desarrollaron campañas con el fin de conquistar esas tierras, tema que será desarrollado más adelante.

Juan Manuel de Rosas - Algo Habrán Hecho por la Historia Argentina

lunes, 8 de agosto de 2016

GALERÍA DE IMÁGENES

San Martín y su familia

Padre: Juan de San Martín y Gómez    Madre: Gregoria Matorras 

 José de San Martín y su esposa, Remedios de Escalada y Quintana

José de San Martín y su hija, Mercedes Tomasa



Personalidades relacionadas con San Martín

 Manuel Belgrano

 Simón Bolívar

 Martín Miguel de Güemes

Juan Martín de Pueyrredón 

Juan Manuel de Rosas

Escenas relacionadas con la vida de San Martín

Batalla de San Lorenzo 

Encuentro en la Posta de Yatasto, entre Belgrano y San Martín 


Cruce de los Andes 

Encuentro entre San Martín y O´Higgins, conocido como "Abrazo de Maipú"


Encuentro entre San Martín y Bolívar en Guayaquil

Mausoleo de la Catedral Metropolitana



San Martín en 25 preguntas


1) ¿Cuándo y dónde nació San Martín? 
José de San Martín nació el 25 de febrero de 1778 en el pueblo de Nuestra Señora de los Tres Reyes Magos de Yapeyú, situado en la costa del río Uruguay, en la provincia de Corrientes a casi 780 kilómetros de Buenos Aires.

2) ¿Cómo estaba compuesta su familia? 
Su papá, don Juan de San Martín y Gómez había nacido en la Villa de Cervatos de la Cueza, en Castilla la Vieja, y era capitán del ejército español. En 1767 llegó al país doña Gregoria Matorras que venía de Paredes de Nava, un pueblo cercano a Cervatos, donde conoció a Juan. Se casaron en la catedral de Buenos Aires. Don Juan no pudo estar presente y fue representado por un amigo, el capitán de dragones Juan Francisco de Somalo. El matrimonio tuvo cinco hijos: María Elena, Manuel Tadeo, Juan Fermín Rafael, Justo Rufino y el menor de la familia, José Francisco de San Martín.

3) ¿Por qué la familia San Martín se traslada a España? 
En diciembre de 1783, Juan de San Martín solicita y obtiene un permiso para regresar a España. La familia se instala primero en Madrid y luego en Málaga, en la calle de Pozos Dulces. Allí José cursa sus estudios primarios, probablemente en la escuela de Temporalidades cercana a su casa, y el 15 de julio de 1789, al día siguiente de que en París estallara la Revolución Francesa,  José Francisco de San Martín fue aceptado como cadete en el Regimiento de Infantería de Murcia.

4) ¿Cómo fueron las primeras batallas de San Martín? 
A poco de ingresar al regimiento participa en numerosos combates en España y en el Norte de África. Entre 1791 y 1795 durante la guerra entre España y Francia, el joven San Martín se destacó en muchos combates como los de Orán, Pirineos y Rosellón. Fue ascendido a teniente coronel y condecorado con la medalla de oro por su heroica actuación en la batalla de Bailén el 19 de julio de 1808.

5) ¿Por qué decide regresar al país? 
San Martín no olvidada sus orígenes criollos y quiso incorporarse a la lucha por la independencia americana. Un año después de producida la revolución de Mayo, pidió el retiro del ejército español y se embarcó hacia Londres el 14 de septiembre de 1811. San Martín estuvo cuatro meses en Londres. Allí entró en contacto con grupos revolucionarios como la Gran Hermandad Americana, una logia fundada por Francisco de Miranda, un patriota venezolano que se proponía liberar América con la ayuda financiera de los ingleses. Se relacionó también con políticos vinculados al gobierno británico, como James Duff y Sir Charles Stuart, quienes le hacen conocer el plan Maitland. En enero de 1812 San Martín se embarca en la fragata inglesa George Canning rumbo a Buenos Aires.

6) ¿Cómo era la situación política en Buenos Aires a la llegada de San Martín? 
Gobernaba el Primer Triunvirato integrado por Feliciano Chiclana, Manuel de Sarratea y Juan José Paso. Pero el verdadero poder estaba en manos del secretario de gobierno, Bernardino Rivadavia, que venía desarrollando una política muy centralista sin atender los reclamos del interior, cada vez más perjudicado por la política económica de Buenos Aires, que fomentaba el libre comercio y mantenía un manejo exclusivo del puerto y las rentas de la aduana. Además, el Triunvirato, por temor a enemistarse con Gran Bretaña (aliada de España), frenaba el proceso independentista y hasta había sancionado a Belgrano por enarbolar la bandera.

7) ¿Qué misión se le encomienda? 
Es recibido en Buenos Aires por el Triunvirato que le respeta su grado militar de teniente coronel y le encarga la creación de un regimiento para custodiar las costas del Paraná frente al peligro de los ataques de los españoles provenientes de Montevideo. El nuevo regimiento se llamará de "Granaderos a Caballo" y se instalará en el Retiro.

8) ¿Con qué sectores se contacta San Martín al llegar? 
A poco de llegar, San Martín entró en contacto con los grupos opositores al Triunvirato, encabezados por la Sociedad Patriótica, fundada por Bernardo de Monteagudo, y creó, junto a su compañero de viaje, Carlos de Alvear, la Logia Lautaro, una sociedad secreta cuyos objetivos principales eran la Independencia y la Constitución Republicana.

9) ¿Cuál fue la primera intervención política de San Martín en Buenos Aires? 
San Martín y sus compañeros se decidieron a actuar y el 8 octubre de 1812 marcharon con sus tropas, incluidos los granaderos, hacia la Plaza de la Victoria (actual Plaza de Mayo) y exigieron la renuncia de los triunviros, porque, como dijo San Martín: “...no siempre están las tropas para sostener gobiernos tiránicos”. Fue designado un segundo Triunvirato afín a la Logia y a la Sociedad Patriótica integrado por Juan José Paso, Nicolás Rodríguez Peña y Antonio Álvarez Jonte.

10) ¿Cuándo y con quién se casó? 
Don José se hacía tiempo también para la diversión y poco a poco fue tenido en cuenta en las selectas listas de invitados de las tertulias porteñas. La más famosa y agradable, según cuentan, era la de don Antonio Escalada y su esposa Tomasa, en la que sus hijas, Remedios y Nieves, no perdían de vista a ningún nuevo visitante. Por allí pasó don José y parece que fue amor a primera vista. "Esa mujer me ha mirado para toda la vida", le diría en una carta a su amigo Mariano Necochea. Se casaron el 12 de septiembre de 1812 en la Iglesia Nuestra Señora de la Merced, después de una firme pero breve oposición de la familia Escalada. Él tenía 34 años y ella, 15.

11) ¿Cuál fue la primera y única batalla que libró San Martín en territorio argentino? 
A principios de 1813 los granaderos de San Martín ya están listos para emprender su primera misión: defender las costas del Paraná atacadas por los españoles que buscaban por esta vía aliviar el bloqueo al puerto de Montevideo, sitiada por Rondeau. Los españoles robaban ganado y atacaban los poblados de la costa.
San Martín siguió el movimiento de la escuadra por tierra y se instaló en el convento de San Carlos, posta de San Lorenzo. Allí los esperó hasta que el 3 de febrero de 1813 unos 300 españoles desembarcaron. San Martín ordenó un ataque envolvente y los españoles fueron empujados hacia el río.

12) ¿Cuándo y dónde planeó el cruce de los Andes?
En 1814 se le encomendó el mando del ejército del Norte en reemplazo del general Belgrano. San Martín aceptó el cargo pero hizo saber a las autoridades que sería inútil insistir por la vía del Alto Perú y que se retiraría a Córdoba para reponerse de los dolores causados por su úlcera estomacal y terminar de delinear las bases de su nueva estrategia militar consistente en cruzar la cordillera, liberar a Chile y de allí marchar por barco para tomar el bastión realista de Lima. Repuesto parcialmente de sus males, pero con el plan terminado y aprobado, logró ser nombrado gobernador de Cuyo.

13) ¿Qué medidas tomó San Martín como gobernador de Cuyo?
En Mendoza comenzó los preparativos para su ambicioso plan sin descuidar las tareas de gobierno. Fomentó la educación, la agricultura y la industria. San Martín dio un gran impulso a la industria vitivinícola en Mendoza y San Juan importando nuevas cepas y trayendo al país a expertos europeos para mejorar la calidad de los vinos y licores cuyanos. Creó un sistema impositivo igualitario cuidando que pagaran más los que más tenían.

14) ¿Cuándo y dónde nació su hija? 
Mercedes Tomasa de San Martín nació en Mendoza el 24 de agosto de 1816. Por ese motivo en Mendoza el día del padre se celebra en esa fecha. Mercedes dejó de ver a su padre cuando tenía 4 meses, cuando emprende el cruce de los Andes y se traslada con su madre a Buenos Aires a casa de sus abuelos. Merceditas recién volverá a ver a su padre siete años después.

15) ¿Qué participación tuvo San Martín en el Congreso de Tucumán? 
San Martín no estuvo presente en las sesiones del Congreso, pero siguió su desarrollo muy de cerca a través del diputado por Cuyo Tomás Godoy Cruz y apoyó la propuesta de Belgrano de coronar a un rey Inca como soberano de estas provincias. Preocupado por la demora en la declaración de la Independencia, le escribió a Godoy Cruz pidiéndole que transmita su inquietud y que "es cosa bien ridícula" que tengamos bandera, himno y escarapela pero que no seamos independientes.

16) ¿Cómo se financió el Ejército de los Andes? 
Se ha dicho muchas veces que fue gracias a las joyas donadas por las damas de la alta sociedad mendocina. Esto no fue así. El total de lo obtenido por las joyas que ya no usaban las damas ricas de Mendoza fueron 216 pesos, lo que apenas alcanzaba por aquel entonces para comprar unas 50 mulas. El ejército pudo armarse gracias al sacrificio del pueblo cuyano que donó ropas, ollas, mulas, armas, alimentos y hasta sus sueldos para poder formar el ejército libertador.

17) ¿Cuánto tardaron San Martín y sus hombres en cruzar los Andes?
El ejército de los Andes partió de Mendoza el 12 de enero de 1817 y llegó a Chile el 5 de febrero. A lo largo de esos 25 días, 5.400 hombres, atravesaron las montañas más altas de América con una temperatura que oscilaba entre los 30 grados durante el día y 10 bajo cero durante la noche. Durante muchos tramos San Martín debió ser trasladado en camilla debido a los terribles dolores provocados por la úlcera.

18) ¿Cómo se concreta la libertad de Chile? 
A poco de cruzar los Andes, el 12 de febrero de 1817, las fuerzas patriotas derrotaron a los españoles en la cuesta de Chacabuco. La excelente táctica militar aplicada por San Martín permitió que sus tropas sólo sufrieran 12 muertos y 120 heridos, mientras que las bajas de soldados al servicio de España llegaron a 500 muertos y 600 prisioneros. El triunfo de Chacabuco aseguró la independencia de Chile que sería consolidada un año después, el 5 de abril de 1818, tras el definitivo triunfo de Maipú.


19) ¿Cómo fue la campaña del Perú? 
El 20 de agosto de 1820 partió desde el puerto chileno de Valparaíso la expedición libertadora. La escuadra estaba formada por 24 buques y conducía a unos 4.800 soldados. El 12 de septiembre la flota fondeó frente al puerto peruano de Pisco. Allí el ejército se proveyó de víveres y aumentó sus efectivos con los pobladores locales, entre ellos muchos esclavos, que se sumaban voluntariamente al ejército libertador. Una división al mando del general Arenales se dirigió hacia el interior del Perú con el objetivo de sublevar a la población y obtuvo la importante victoria de Pasco el 6 de diciembre de 1820. Por su parte San Martín ordenó bloquear el puerto Lima. Así, el virrey De la Serna se vio acosado por todos los flancos y debió rendirse el 10 de julio de 1821. Ese día entró victorioso el general San Martín a la capital virreinal.


20) ¿Qué pasó en la entrevista de Guayaquil? 
Mientras San Martín llevaba adelante su campaña desde el Sur el patriota venezolano Simón Bolívar, lo venía haciendo desde el Norte. Finalmente los dos libertadores decidieron reunirse. La famosa entrevista de Guayaquil (Ecuador) se realizó entre los días 26 y 27 de julio de 1822. Había entre ellos diferencias políticas y militares. Mientras San Martín era partidario de que cada pueblo liberado decidiera con libertad su futuro, Bolívar estaba interesado en controlar personalmente la evolución políticas de las nuevas repúblicas. El otro tema polémico fue quién conduciría el nuevo ejército libertador que resultaría de la unión de las tropas comandadas por ambos. San Martín propuso que lo dirigiera Bolívar pero éste dijo que nunca podría tener a un general de la calidad y capacidad de San Martín como subordinado. El general argentino tomó entonces una drástica decisión: retirarse de todos sus cargos, dejarle sus tropas a Bolívar y regresar a su país.

21) ¿Por qué decidió partir hacia Europa? 
El gobernador de Santa Fe, Estanislao López, le envió una carta advirtiéndole que el gobierno de Buenos Aires esperaba la llegada del general para someterlo a un juicio por haber desobedecido las órdenes de reprimir a los federales. San Martín le agradeció a López su advertencia pero le dijo que no quería más derramamiento de sangre. Ante el agravamiento de la salud de Remedios, San Martín decidió viajar igual a Buenos Aires pero lamentablemente llegó tarde. Su esposa ya había muerto sin que él pudiera compartir al menos sus últimos momentos. Difamado y amenazado por el gobierno unitario, San Martín decidió abandonar el país en compañía de su pequeña hija, Mercedes, rumbo a Europa. Tras pasar brevemente por Londres, San Martín y su hijita se instalaron en Bruselas. En 1824 pasaron a París para que Mercedes pudiera completar sus estudios.

22) ¿Por qué no regresó más a su país?
San Martín seguía interesado e inquieto por la situación de su país. En febrero de 1829, decidió regresar como consecuencia de la guerra con Brasil. Pero cuando llegó al puerto de Buenos Aires, se enteró del derrocamiento del gobernador Dorrego y de su trágico fusilamiento a manos de los unitarios de Lavalle. Decidió entonces no desembarcar. Muchos oficiales, tanto unitarios como federales, le enviaron cartas a su barco y lo visitaron con la intención de que se hiciera cargo del poder. San Martín se negó porque creía que, tomara el partido que tomara, tendría que derramar sangre argentina y no estaba dispuesto a eso. Triste y decepcionado, decidió regresar a Europa.

23) ¿Cómo fue su relación con Rosas?
En 1838, durante el gobierno de Rosas, los franceses bloquearon el puerto de Buenos Aires. Inmediatamente José de San Martín le escribió a don Juan Manuel ofreciéndole sus servicios militares. Rosas agradeció el gesto y le contestó que podían ser tan útiles como sus servicios militares las gestiones diplomáticas que pudiera realizar ante los gobiernos de Francia e Inglaterra. Al enterarse del bravo combate de la Vuelta de Obligado, el 20 de noviembre de 1845, cuando los criollos enfrentaron corajudamente a la escuadra anglo-francesa, San Martín volvió a escribir a Rosas y a expresarle sus respetos y felicitaciones. Quizás por este hecho el general dispuso en su testamento que el sable que lo acompañó en todas sus campañas fuera entregado a don Juan Manuel de Rosas, por la satisfacción que tuvo "como argentino, por la firmeza con que aquel general sostuvo el honor de la república contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla".

24) ¿Cómo fueron sus últimos años? 
San Martín atravesaba en Europa una difícil situación económica. Del gobierno argentino no podía esperar nada y ni el Perú ni Chile le pagaban regularmente los sueldos que le correspondían como general retirado. Vivía de la escasa renta que le producía el alquiler de una casa en Buenos Aires y de la ayuda de algunos amigos como el banquero Alejandro Aguado que lo ayudó para poder comprar su casa de Grand Bourg. San Martín para ese entonces estaba muy enfermo. Sufría asma, reuma y úlceras y estaba casi ciego. Su estado de salud se fue agravando hasta que falleció el 17 de agosto de 1850.

25) ¿Dónde descansan sus restos? 
En 1880 sus restos fueron repatriados y colocados en el Mausoleo de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de Buenos Aires.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar

jueves, 14 de julio de 2016

La organización del Ejército de los Andes

La organización del Ejército de los Andes 

Definidas las líneas generales del plan de campaña, San Martín inició los trabajos para organizar el ejército con que habría de llevar a cabo la gran empresa, sobre la base de los dos únicos núcleos de tropas que existían en Mendoza: el Cuerpo de Auxiliares de Chile, al mando del coronel Gregorio de Las Heras -que fue llevado a Mendoza después de la derrota de Rancagua, en 1814- y las milicias cívicas de la provincia, agrupadas en dos cuerpos de caballería y dos batallones de infantería denominados Cívicos Blancos y Cívicos Pardos. Al mismo tiempo que se organizaba el ejército había que atender a la defensa inmediata del territorio, siempre amenazado desde Chile. Esta eventualidad obligó a San Martín a aumentar urgentemente los efectivos de los cuerpos mencionados y colocarlos en condiciones de afrontar las tareas de protección más indispensables, para lo cual implantó una especie de servicio militar obligatorio para la provincia de Cuyo. El 8 de noviembre de 1814, se creó el Batallón N 11 de Infantería, con los citados contingentes de Auxiliares de Chile más un escuadrón de caballería. A mediados de diciembre, se incorporaron dos compañías del Batallón N 8, procedentes de Buenos Aires, y una compañía de artillería con cuatro piezas, a las órdenes del sargento mayor Pedro Regalado de la Plaza. Los efectivos obtenidos hasta entonces (400 hombres y 4 cañones) estaban muy lejos de las mínimas necesidades futuras, lo que indujo a San Martín a disponer la incorporación de nuevas tropas. A partir de 1815, el infatigable gobernador de Cuyo aplicó una serie de procedimientos expeditivos para llevar el ejército al pie orgánico exigido por la magnitud de la empresa a realizar y en los que fue auxiliado por el Gobierno de Buenos Aires. En el mes de febrero, consiguió que le incorporasen nuevas dotaciones de artillería. El 26 de julio, llegaron a Mendoza los Escuadrones 3 y 4 de Granaderos a Caballo, enviados por el Director Supremo, al mando del capitán Soler y del teniente Lavalle, llevando vestuario, equipo y armamento para 400 soldados.
El 14 de agosto, San Martín recurrió al voluntariado, con lo que obtuvo algunos contingentes apreciables. Con los emigrados chilenos organizó la Legión Patriótica de Chile y, faltándole aún 130 hombres para completar los escuadrones de granaderos, publicó el célebre bando: “tengo 130 sables arrumbados en el cuartel de Granaderos a Caballo, por falta de brazos que los empuñen..., que le aportó igual número de voluntarios.” Hacia octubre de 1815, el incipiente ejército contaba ya con unos 1.600 soldados de infantería, 1.000 de caballería de línea y 220 artilleros, con 10 cañones. Mientras aumentaba el ejército, se presentaban problemas de difícil solución, pues había que vestir a las tropas y poner en condiciones de uso al armamento que, en su mayor parte, se hallaba en mal estado. Escaseaban, además, la pólvora y las municiones, careciéndose de medios para proveerse de ellas pues las únicas fábricas existentes -en Córdoba y La Rioja- no alcanzaban a satisfacer la demanda del Ejército del Alto Perú. El ingenio inagotable de San Martín zanjó en poco tiempo estas dificultades. Con el concurso de un emigrado chileno, Dámaso Herrera, muy entendido en mecánica, se transformó el molino de Tejada en batán, accionado por el sistema hidráulico que poseía. San Luis contribuyó con bayetas de lana, las que una vez en Mendoza se teñían y se abatanaban hasta el grado de consistencia que se creía conveniente, y de estas bayetas o pañetes se vistió el ejército. Del mismo modo, fue creada la maestranza y el parque de artillería, con la hábil dirección de fray Luis Beltrán, gran experto en matemática, física y metalurgia. En cuanto a la pólvora, dada la abundancia de salitre en la zona, se instaló un laboratorio con la dirección del ingeniero José Antonio Álvarez de Condarco, obteniéndose un producto de superior calidad y cubriéndose todas las necesidades previstas. A estos organismos siguió la creación de otros, no menos importantes: la sanidad fue confiada al doctor Diego Paroissien; la vicaria castrense al sacerdote José Lorenzo Güiraldes; la comisaría del ejército a Juan Gregorio Lemos y la justicia militar, como auditor de guerra, al doctor Bernardo de Vera y Pintado.
Hasta ese momento, principios de 1816, la campaña sobre Chile no había sido formalizada oficialmente por el Gobierno nacional. Como era urgente apresurar su organización con la incorporación de otros 1.600 hombres, la obtención de ganado y dinero para la adquisición de armas, San Martín comisionó a Manuel Ignacio Molina para que se entrevistase con el Director Supremo. Como resultado de la gestión, solamente obtuvo una contribución en dinero.
En marzo de 1816, San Martín solicitó la incorporación de los otros dos escuadrones de Granaderos a Caballo que se encontraban en el Ejército del Alto Perú. Al siguiente mes se le enviaron estos granaderos que, al pasar por La Rioja, reclutaron 100 hombres más. El Libertador debió sumar a los grandes problemas que tuvo para llevar a cabo su empresa, la incomprensión del Gobierno de Buenos Aires, no muy convencido de las posibilidades de expedicionar a través de los Andes. El 3 de mayo de 1816, el Congreso nacional, reunido en Tucumán, eligió Director Supremo a Juan Martín de Pueyrredón. Este, ante la insistencia de San Martín, con quien tuvo una entrevista en Córdoba, orientó todos los esfuerzos hacia Cuyo. Se activaron los trabajos y esta provincia cordillerana se transformó en una inmensa fragua para forjar un ejército bien dotado que debía abatir el estandarte español en Chile. El 1 de agosto, el Director Supremo dio al ejército de Cuyo el nombre definitivo de Ejército de los Andes y San Martín fue designado su general en jefe. Para darle una nueva estructura, el Regimiento N 11 fue dividido en dos cuerpos, manteniendo el primer batallón su anterior número y dándose al otro la nominación de Batallón N 1 de Cazadores. El Batallón N 8, mediante el reclutamiento de un fuerte contingente de negros, alcanzó a contar con 355 hombres, que pronto fueron aumentados con nuevos aportes de la provincia. En noviembre de ese año, San Martín propuso la formación de una compañía de zapadores, considerada imprescindible por la característica topográfica del teatro de operaciones. La propuesta le fue negada, siendo sustituida por plazas de gastadores, las necesarias a cada cuerpo, creándose un cuerpo con los barreteros de minas.
El Regimiento de Granaderos a Caballo quedó finalmente organizado con cuatro escuadrones de 145 hombres cada uno. El quinto escuadrón, formado con personal seleccionado, se transformó en el Escuadrón Cazadores de la Escolta. Con los artilleros se creó un batallón de 241 hombres con 18 piezas de diverso calibre. Paralelamente a la organización del ejército fue necesario disponer su mantenimiento, adquirir los materiales de guerra y propender a los recursos para financiar la campaña. Los pueblos de Cuyo, a pesar de su pobreza, sintieron exaltado su patriotismo, lo que permitió a San Martín organizar y encauzar la economía provincial para poder cubrir al máximo las necesidades. Durante el año 1815, las minas de Pismanta y Huayaguaz proveyeron 27 quintales de plomo y gran cantidad de azufre y las de Uspallata produjeron igualmente plomo y algo de plata. De este modo se lograron extraer de Cuyo los elementos para la fabricación de pólvora y los metales para alimentar las fraguas de fray Luis Beltrán. La absoluta necesidad de aumentar los ingresos del fisco, dada la insuficiencia de la ayuda del Gobierno de Buenos Aires, indujo a San Martín a ampliar el régimen tributario de la provincia y crear diversos arbitrios: la contribución extraordinaria de guerra o impuesto directo sobre los capitales, a razón de 4 reales por cada 1.000 pesos, que también incluyó a los comerciantes exportadores y de tránsito; el impuesto a la carne de consumo corriente, que produjo unos 6.000 pesos anuales; la contribución patriótica, que aportó 8.700 pesos; la contribución basada “sobre el pie sólido de los producidos por las fincas rústicas”, y otra, extraordinaria, de la que consta una recaudación de 9.000 pesos. Se recurrió a las donaciones voluntarias en dinero, ganado y elementos directa o indirectamente útiles al ejército. Los traficantes en vinos y aguardientes abonaron, por propia iniciativa, un derecho de extracción calculado en 2.300 pesos mensuales; el gremio de carreteros aportó una contribución voluntaria de un peso por cada viaje de carreta y la cofradía de Nuestra Señora del Rosario efectuó un donativo en metálico que, sumado al de algunos españoles simpatizantes con la causa de la independencia, alcanzó los 3.940 pesos.
San Martín dispuso que ingresen al tesoro público los capitales de propiedad del convento de las monjas de La Buena Esperanza; la recaudación de los capitales a censo de las diversas cofradías fundadas en las iglesias y la limosna colectada por la comunidad de la Merced para la redención de los cautivos cristianos. En concepto de ingresos eventuales se recurrió a la disminución del sueldo de los empleados públicos prometiendo el reintegro a quienes no lo cediesen voluntariamente; se aceptaron préstamos voluntarios y forzosos; se dispuso el secuestro y confiscación de bienes de los europeos y americanos enemigos de la revolución y de los prófugos en Perú, Chile y otros lugares. El renglón de multas produjo ingresos considerables; se procedió a la venta de tierras públicas y se creó una lotería, que el gobierno administraba en el territorio de su jurisdicción. Al iniciarse la campaña, San Martín había pedido al Gobierno nacional la aprobación de la hipoteca de 44.000 pesos hecha de los fondos generales de hacienda de la provincia en favor de los prestamistas, de los que 24.000 erogó Mendoza, 18.000 San Juan y 2.000 la Punta de San Luis. También obtuvo del comercio de Mendoza un préstamo adicional de 20.000 pesos. Fue así como, al conjuro del Gran Capitán, surgieron todos los recursos para organizar, armar, equipar y mantener un ejército. Cuando la población de Cuyo ya no tuvo nada para dar, continuó ofreciendo sus propios esfuerzos: las damas cosieron ropas e hilaron vendas; numerosos artesanos prestaron su concurso para las construcciones militares; los carreteros y arrieros realizaron el transporte gratuito de todos los elementos necesarios al ejército. En todo momento las fuerzas reclutadas recibían una cuidadosa instrucción, dirigida personalmente por el general San Martín, la que se intensificó a mediados del año 1816. Se estableció un campamento en el paraje llamado El Plumerillo, pocos kilómetros al noroeste de Mendoza. En el frente del campamento se despejó un gran terreno que se destinó como plaza de instrucción y, hacia el oeste, se construyó un tapial doble para espaldón de tiro. Al finalizar ese año, la instrucción militar, tanto de las tropas como de los cuadros, había alcanzado un grado de perfeccionamiento no igualado, hasta entonces, por ejército americano alguno. Esta estructura bélica se completó con un Cuartel General, con el Estado Mayor (creado el 24 de diciembre de 1816), con las especialidades (barreteros de minas, arrieros y baqueanos) y con los servicios de vicaria castrense, sanidad, bagajes. Los efectivos de todas las unidades de línea, servicios y tropas auxiliares del Ejército de los Andes, arrojaron un total de: 3 generales, 28 jefes, 207 oficiales, 15 empleados civiles, 3.778 soldados combatientes y 1.392 auxiliares, lo que suma un conjunto de 5.423 hombres. Disponía, además, de 18 piezas de artillería, 1.500 caballos y 9.280 mulas.
Sólo faltaba al ejército una bandera: el comercio de Mendoza proveyó la sarga, de colores blanco y celeste, con la cual varias damas confeccionaron el estandarte que las huestes redentoras llevaron hasta el pie del Chimborazo.

Fuente: Ornestein, Leopoldo (1896-1973) Instituto Nacional Sanmartiniano

sábado, 28 de mayo de 2016

Fuertes y fortines


Vida en la campaña

Fuertes y fortines

Como resultado de las reformas borbónicas, se produjo la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776 y se designó como capital a la ciudad de Buenos Aires. Uno de los objetivos de ésta, era alcanzar un control político y económico más estricto sobre las colonias que redundara en mayores beneficios para la metrópoli. La ciudad de Buenos Aires se consolidaron como centro de control comercial y la apertura de su puerto al comercio colonial provocó una ampliación de sus funciones.

Así, en el último cuarto del siglo XVIII prosperaron iniciativas tendientes a realizar fundaciones de fuertes y fortines que permitieron la expansión de la frontera en torno a la ciudad de Buenos Aires. Esta decisión de los gobernantes virreinales se debió al desarrollo de una política defensiva en virtud del conflicto permanente que mantenían con el indígena en la región pampeana y también como una forma de organizar a los pobladores que se encontraban dispersos en la campaña.

Ante denuncias de los pobladores sobre el avance de los indígenas entre 1738 y 1739 se construyó el Fuerte de Arrecifes y luego los de Laguna Brava y La Matanza.

Hacia 1779 y 1781, se puso en marcha el "Plan de Fronteras" preparado durante el gobierno del Virrey Juan José Vértiz y Salcedo. El plan consistía en fundar cinco fuertes principales (Chascomús, San Miguel del Monte, Luján, Salto y Rojas) y cuatro fortines intermedios en Ranchos, Lobos, Navarro y Areco. Los fuertes y fortines no sólo concentraron a la población militar y a sus familias sino que crecieron hasta constituirse en pequeños núcleos.

Para la construcción de los fuertes se buscaba, generalmente, un terreno  elevado y allí se establecía una empalizada de troncos dispuestos verticalmente que constituía el muro perimetral del fuerte de planta rectangular y cuya dimensión  oscilaba entre los 100 a 500 m². En su interior, se ubicaban varios ranchos construidos de barro, adobe y paja que funcionaban como vivienda de la oficialidad o del comandante fortinero, barraca de las tropas, arsenal, prisión, depósito de alimentos y capilla. También había un corral para la caballada y un mangrullo, torre de unos 10 m. de altura que servía para divisar a la lejanía a quienes se acercaban al fuerte. Alrededor de la empalizada, se solía cavar un foso ancho y profundo que dificultara el acceso a posibles atacantes.
El número de fuerzas regulares para custodiar la frontera era escaso, al igual que los recursos destinados al mantenimiento de los fuertes. Por esa razón, los pobladores de la campaña participaron en el servicio de las armas y aportaron recursos económicos al sostenimiento de la defensa contra el indio. Los fortines y las guardias fronterizas se diferenciaban de los fuertes por ser los pobladores quienes se constituían en milicia y sostén de los mismos. 
Línea de frontera en la campaña bonaerense hacia 1779. Se puede observar la ubicación de fuertes y fortines que darán origen a varios pueblos de la actual provincia de Buenos Aires
Arriba a la derecha dice: Plano que manifiesta la Frontera de las Pampas de Buenos Ayres, que se reconoció por Orden del Exmo. Señor Dn Juan Joseph de Vertiz Virrey y Cap.  General de estas Provincias. 


fuente: http://servicios2.abc.gov.ar/

Economía virreinal

El Virreinato del Río de la Plata











En un principio, el inmenso territorio americano controlado por los españoles se dividió en dos virreinatos: el de Nueva España, creado en 1534, y el del Perú, fundado en 1544; y dos Capitanías Generales, la de Yucatán (creada en 1542 ) y la de Nueva Granada (1564). Pero los territorios a administrar seguían siendo muy extensos y difíciles de controlar y la Corona española decidió subdividirlos y crear nuevos virreinatos y capitanías. Así, la Capitanía de Nueva Granada se transformó en Virreinato; se creó el Virreinato del Río de la Plata (1776) y las Capitanías de Chile, Cuba, Venezuela y Guatemala.


Los virreyes eran los representantes directos del Rey en América y eran los funcionarios más poderosos en estas tierras. 

Los virreinatos estaban a su vez divididos en gobernaciones, intendencias y municipios. Dentro de los municipios la institución más importante eran los cabildos que se encargaban del gobierno y la administración de las ciudades y sus alrededores. Cuando la situación lo requería podía convocarse a un "Cabildo Abierto" al que podían concurrir, como decían las invitaciones de la época "la parte más sana y principal de la población", es decir los vecinos propietarios. El poder judicial estaba representado por la Audiencia y a su cargo estaban los "oidores" que ejercían la justicia civil y criminal.


Para enfrentar el contrabando, controlar mas poderosamente el Atlántico Sur y aprovechando que Inglaterra estaba ocupada en la guerra de Independencia de sus colonias del Norte, el Rey Carlos III de España decidió crear el Virreinato del Rio de la Plata con capital en Buenos Aires en 1776. El primer virrey de estas tierras fue Don Pedro de Cevallos.


A Cevallos le tocaba gobernar un extenso territorio. El virreinato ocupaba el espacio de las actuales Argentina, Bolivia, Uruguay, Paraguay y parte de Chile. 

La inclusión del Alto Perú con las minas de Potosí garantizó los recursos necesarios para sostener a la nueva estructura administrativa y empeoró aún más las tradicionalmente malas relaciones entre Buenos Aires y Lima.

España impuso un rígido sistema comercial a sus dominios en América, conocido como el monopolio, según el cual las colonias solo podían comerciar a través suyo. El problema era que España no era un potencia industrial y no estaba en condiciones de abastecer y comprar a su vez, todos los productos que producía América. Por lo tanto, se fue transformando en una intermediaria entre los productores y consumidores ingleses o franceses y los productores y consumidores americanos. Era una situación injusta que provoco distintas consecuencias. Por un lado el desarrollo del contrabando, es decir la entrada y salida de mercaderías por puertos clandestinos para no pagar derechos de aduana. Por otra parte fue generando mucho descontento, sobre todo en Buenos Aires, y fomentando las ideas partidarias de terminar con el monopolio y el fomento del libre comercio.


Dentro del enorme territorio del virreinato del Río de la Plata, convivían regiones muy diferentes con situaciones culturales, sociales y económicas muy distintas. Esto va a tener consecuencias muy importantes para nuestro futuro como país. 

Buenos Aires era la zona mas rica. Las principales actividades eran la ganadería y el comercio. Los grandes campos de Buenos Aires fueron un excelente criadero natural para las vacas y caballos dejados por Don Pedro de Mendoza allá por 1536. Desde entonces no pararon de reproducirse y para la época del virreinato resultaron ser la principal riqueza de la zona. El cuero, el sebo y el tasajo (grasa salada que se usaba para alimentar a los esclavos de EEUU y Brasil) se exportaban a muy buen precio enriqueciendo a los estancieros de Buenos Aires. La capital disfrutaba del privilegio de tener el puerto y la Aduana, la principal fuente de recursos.


El litoral competía con Buenos Aires en la producción ganadera pero estaba en desventaja por que no tenía puertos habilitados al comercio internacional.

En el interior se fueron desarrollando pequeñas industrias y artesanías en las que se fabricaban vinos, licores y aguardientes (Mendoza y San Juan), ponchos y tejidos (Catamarca, La Rioja), carretas (Tucumán, Córdoba y Salta) yerba mate y tabaco (Corrientes y Misiones). Estas pequeñas industrias no podían competir con la gran industria inglesa. A estas regiones el sistema de monopolio les daba cierta protección.

La industria fue el sector de la economía americana menos favorecido por el gobierno de la metrópoli. Hay que tener en cuenta que América constituía el principal mercado consumidor de las manufacturas españolas y que por ello, tanto la corona como los propios fabricantes y comerciantes, estaban interesados en impedir el establecimiento de manufacturas en las colonias. 

A Cevallos lo sucedió el mexicano Juan José de Vértiz. Vértiz mandó a hacer el primer censo de la población de Buenos Aires en 1778. La ciudad tenía 24.754 habitantes y la campaña 12.925.

El nuevo virrey advirtió que Buenos Aires era una ciudad muy descuidada, mal iluminada y aburrida y decidió transformarla. Creo un sistema de alumbrado publico en base a mecheros alimentados a grasa de potro que luego fueron reemplazados por velas de sebo. Los faroles eran mantenidos por los serenos, que además anunciaban la hora. 

Vértiz hizo empedrar las calles. Se ocupó de la provisión del agua. Fundo un teatro de comedias, un hogar para chicos huérfanos (la casa de los Niños Expósitos) donde instaló una moderna imprenta, un hospital para mendigos, el Real Colegio de San Carlos (actual nacional Buenos Aires) organizó la policía y fundó varios pueblos en la provincia de Buenos Aires. 

Las diversiones del Buenos Aires de entonces no eran demasiadas. Convocaban por igual a ricos y pobres las corridas de toros. El pato, las riñas de gallo, las cinchadas y las carreras de caballo eran las diversiones de los suburbios orilleros a las que de tanto en tanto concurrían los habitantes del centro. Allí podían escucharse los "cielitos", que eran verdaderos alegatos cantados sobre la situación política y social de la época. Las damas también gustaban de las corridas de toros pero preferían el teatro, la Opera y las veladas, que eran reuniones literarias y musicales realizadas en las casas. Eran la ocasión ideal para conseguir novio.


En 1587, se produjo el primer desembarque de africanos esclavos en Buenos Aires. Las travesías del Atlántico eran terribles. Viajaban amontonados sin las más mínimas condiciones sanitarias, mal alimentados y sometidos a la brutalidad de los traficantes. Buenos Aires era una especie de centro distribuidor de esclavos. Desde aquí se los vendía y se los llevaba a los distintos puntos del virreinato. En Buenos Aires a los esclavos negros se los ocupaba sobre todo en las tareas domesticas como sirvientes en las casas de las familias más adineradas.


Fuente: www.elhistoriador.com.ar

Mapa de 1816


Circuito comercial virreinal


Atlantización del comercio entre España y América


Mapa del Virreinato del Río de la Plata


Virreinato del Río de la Plata

El virreinato del Río de la Plata





El 1º de agosto de 1776 Carlos III, rey de España, creó el Virreinato del Río de la Plata con capital en Buenos Aires en el marco de una serie de medidas destinadas a reorganizar el poder imperial. El antiguo gobernador de Buenos Aires, Pedro de Cevallos, fue nombrado virrey del Río de la Plata. El virreinato comprendía los territorios que hoy ocupan la República Oriental del Uruguay, la República del Paraguay, la República de Bolivia, la República Argentina y el Estado de Río Grande, que pertenece actualmente a la República de Brasil. La creación de este virreinato implicó un aumento de la población de Buenos Aires, la consolidación de la estructura urbana y una transformación de esta ciudad en un importante centro comercial entre las colonias y la metrópolis. A continuación, reproducimos un fragmento del libro Páginas argentinas ilustradas sobre una de las “reformas borbónicas”, que resultó clave para el desarrollo de esta región.
Fuente: Eizaguirre, José Manuel, Páginas argentinas ilustradas, Casa Editorial Maucci Hermano, 1907.

Las provincias españolas en esta parte del continente lindaron desde el primer día con las colonias que Portugal fomentaba en el Brasil. El debate primitivo sobre el mejor derecho a la conquista del Río de la Plata volvió así, en el andar del tiempo, a ser reanudado, traduciéndose en una constante lucha por la fijación de los límites territoriales.
Los portugueses invadían las tierras de las provincias argentinas, en la región de los ríos, en el interior del Paraguay y de la Audiencia de Charcas. Llegaron en uno de sus avances hasta edificar una fortaleza en la Colonia del Sacramento, en la Banda Oriental, frente a Buenos Aires, desde donde mantenían un activo comercio clandestino con los habitantes de las provincias argentinas.
Desalojados, volvieron siempre, sin que los gobernadores de Buenos Aires, dependientes del virreinato de Lima, pudieran obrar con la rapidez y los recursos necesarios.
La corona de España resolvió, en 1776, encomendar a don Pedro de Ceballos, teniente general de los Ejércitos de la monarquía, una expedición militar para contener a los portugueses y expulsarlos de los territorios que, fuera de toda discusión, pertenecían a las provincias del Río de la Plata.
Para darle mayor autoridad, el rey erigió el virreinato, con carácter de provisional, formándolo con las provincias del Río de la Plata, Paraguay, Tucumán, Mendoza, San Juan del Pico y el distrito de la Audiencia de Charcas.
La cédula real fue fechada en San Ildefonso el 1º de agosto 1776.
El virrey Ceballos, con un ejército aguerrido que trajo de España, arrojó a los portugueses de los puntos invadidos, destruyó el fuerte que habían construido en la Colonia del Sacramento, y desde Santa Catalina presentóle al rey la conveniencia de erigir definitivamente el virreinato.
El rey accedió y, por cédula de 27 de octubre de 1777, erigió definitivamente el virreinato del Río de la Plata, nombrando sucesor de Ceballos a don Juan José Vértiz.
El propósito fundamental de la corona de España era el de defender y amparar su territorio, en la desembocadura de los ríos, al Este, en el interior y al Norte, impidiendo que los portugueses continuaran sus avances en las regiones inexploradas del centro del continente.
Al virrey Ceballos le debieron las provincias del Virreinato muchos progresos en el orden administrativo, porque fue él quien propuso la creación de una Audiencia en Buenos Aires, y amplió el permiso de tránsito para las mercaderías en las provincias interiores, favoreciéndose al comercio general.
Complementando el propósito de descentralización que demostraba Ceballos, la corona de España dictó en 1782, la real orden de erección de Intendencias, por la que se dividía el territorio del Virreinato, en ocho intendencias:

* BUENOS AIRES, que comprendía el obispado del mismo nombre, con Montevideo, Santa Fe, Corrientes y Misiones.
* PARAGUAY, comprendiendo todo el territorio de su obispado.
*TUCUMÁN, que comprendía todas las provincias del centro argentino, cada una como subdelegación.
* MENDOZA, que comprendía la provincia de Cuyo, fundada por la capitanía general de Chile.
* SANTA CRUZ DE LA SIERRA, con su capital en Cochabamba.
* LA PAZ, con todo el distrito de su obispado, y las provincias de Lampa, Carabaya y Azángano.
* LA PLATA, con el territorio del arzobispado de Charcas.
* POTOSÍ, con el territorio de las provincias de Porco, Chayanta, Atacama, Lípez, Chichas y Tarija.

Por cédula real de 1783, se ordenó que los Intendentes se llamaran Gobernadores-Intendentes, y se agregaron al Virreinato las gobernaciones militares de Mojos y Chiquitos. En 1784, se creó otra Intendencia en la provincia de Callao, con su capital en la villa de Puno.
Así abarcaba el Virreinato una extensión mayor a la cuarta parte de todo el continente, con las regiones más ricas y el sistema fluvial más poderoso.
La guerra con Portugal terminó por el tratado preliminar de límites, firmado en 1777.
En el artículo 15 de ese tratado, se decía: “Para que se determinen con la mayor exactitud los límites insinuados en los artículos de este tratado y se especifiquen sin que haya la menor duda en lo futuro, se nombrarán comisario por sus majestades Católica y Fidelísima, o se dará facultad a los gobernadores de las Provincias para que ellos, o las personas que eligieren, las cuales sean de conocida probidad, inteligencia y conocimiento del país, juntándose en los parajes de la demarcación, señalen dichos puntos, otorgando los instrumentos correspondientes y formando mapa puntual de toda la frontera que se conociere”.
El virrey Ceballos, cuando acusó recibo de la cédula real que transcribía el tratado, habló de las dificultades con que se tropezaría en la demarcación, y dio su opinión en una forma que precisaba el estado de estos pueblos:
“Los parajes -decía- no solamente distan muchísimas leguas de los pocos gobiernos que puedan mirar aquellos puntos en calidad de fronteras, sino que la mayor parte de ellos no reconocen gobiernos a que puedan pertenecer y mucho menos personas de conocimiento práctico ni aun especulativo de aquellos bosques, montes, ríos y cordilleras; de suerte que, a excepción de los gobernadores de Montevideo, por lo que hace al distrito de Río Grande, los del Paraguay con respecto a los valles en que están situados los pueblos de Misiones y con alguna tal cual idea, aunque confusa, los de Chiquitos y Mojos, en pasando el Itenes, ríos de la Madera y Amazonas, no se conocen ni están erigidos gobiernos algunos españoles a la parte del 0. E. en todo el vastísimo terreno de más de mil leguas hasta el Orinoco y último término de la referida línea. (1)
Por esa ignorancia en que permanecieron todos los gobiernos y que aprovecharon los portugueses en sus invasiones, el Virreinato del Río de la Plata perdió gran parte de su primitivo territorio.
La población no estaba tampoco en armonía con la enorme extensión del país, pues en esos años, (1778) la Intendencia de Buenos Aires tenía solamente, según el censo que se levantó, 37.679 habitantes, y no era de las menos pobladas.
Se dio comienzo a la demarcación durante el gobierno del marqués de Loreto, que fue el tercer virrey.
Durante la administración del virrey Vértiz, se sublevó, en el Alto Perú, Túpac Amaru y arrastró a casi todos los indios peruanos. Vencido, sufrió un horrible castigo: los jueces le condenaron a presenciar el suplicio de todos los miembros de su familia, y después de cortarle la lengua, fue atado a cuatro potros y descuartizado.
Este acto salvaje mereció la condenación de todos los americanos.
El virrey Vértiz fue el primer funcionario de la colonia que tuvo iniciativas en el sentido del progreso moral y material de las provincias argentinas.
Extendió las fronteras y combatió contra los indígenas que habían empezado a invadir las estancias en la provincia de Buenos Aires para robar ganados.
Esas invasiones se llamaban "malones» y coincidieron en varias épocas con el aprovechamiento comercial de los productos de la ganadería que se hacía por el puerto de Buenos Aires, y también con los contratos que formalizaban los gobiernos de Chile, para comprar ganados a los indios.
Desde 1777 a 1810, el virreinato tuvo once Virreyes. El último fue don Baltasar Hidalgo de Cisneros.

(1) - Transcripción en el alegato del Gob. de Bolivia en el juicio arbitral de fronteras con el Perú. Pág. 129 y en los anexos citados en el mismo.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar

miércoles, 4 de mayo de 2016

Las causas del "descubrimiento" de América

Se dice que varias son las causas del "descubrimiento" de América, pero las más importantes:
1. La extensión del comercio europeo con Oriente.
2. El ejemplo de las Cruzadas que habían sido viajes, no sólo de conquistas, sino también de exploración.
3. El móvil religioso -imperante siempre en estos casos- de conquistar no solamente territorios, sino almas también.
4. El deseo de encontrar un nuevo camino, tal vez más corto o menos peligroso -por aquello de la piratería- para ir a las Indias, país de preciosas y finas mercaderías.
5. El móvil aventurero, la sed de conquistas y la búsqueda de oro.

Entre 1400 y 1600, los europeos realizaron notables descubrimientos geográficos que habrían de cambiar la historia del mundo. Sin duda, el más importante de todos ellos fue el “Descubrimiento de América”, ocurrido en 1492, cuando Cristóbal Colón llegó a una pequeña isla americana ubicada en el mar Caribe. Si América estaba poblada al momento de la llegada de los españoles, ¿Colón "descubrió" América? 
Este hecho, considerado por los historiadores como el “Encuentro de dos mundos”, no fue obra de la casualidad ya que muchas cosas influyeron para que sucediera.

Las consecuencias del "descubrimiento" de América

Existen muchas consecuencias unas negativas y otras positivas:

Negativas:

1.- Nos robaron las riquezas
2.-Violaron a nuestras mujeres
3.- Mataron a nuestros hombre
4.- Los obligaron a ser católicos
5.-Explotaron nuestros recursos naturales, tales como el oro
6.- Desplazaron a nuestro indígenas
7.-Trajeron como esclavos a los negros y esclavizaron a nuestros indígenas
8.-Devastaron nuestro paisaje

Positivas:

1.- Nos trajeron alimentos nuevos
2.- Nos trajeron otra cultura y otros idiomas
3.- Se descubrió un nuevo mundo que le dio una nueva visión al futuro del planeta.
4.- Se fusionaron dos culturas diferentes

Breve historia de los pueblos aborígenes en la Argentina


La historia de los pueblos originarios ha sido callada durante mucho tiempo. Y quienes escribieron sobre ella a menudo fue gente que la tergiversó para justificar el ataque o la discriminación. Así, se pintó a los aborígenes como salvajes, sanguinarios, malvados o tontos; de esta manera la gente podía creer que estaba bien sacarles la tierra, esclavizarlos o matarlos. O que era correcto y natural obligarlos a vivir de una forma contraria a sus costumbres y deseos.
Esta historia son muchas historias. A partir de ellas podrá entenderse no sólo qué pasó con cada pueblo originario, sino en general con la Argentina y su gente.
Pueden ser difíciles de reconstruir, porque a veces la memoria se perdió o fue escondida, o no se han encontrado todavía registros y datos suficientes. Pero otras veces, los relatos transmitidos de padres a hijos o la investigación nos ayudan a conocerlas.
Cada una de ellas merece un espacio mucho mayor que estas páginas. Por eso, aspiramos a que cada pueblo originario, con el conocimiento que haya reunido, pueda contar en el futuro su propia historia. Aquí sólo trataremos de mostrar, muy brevemente, el marco general y algunos aspectos importantes.

Los aborígenes como imagen de peligro

Muchas personas sólo conocen una imagen deformada de los aborígenes. En gran medida, esta se transmite a través de los libros de historia o los medios de comunicación. Así sucede con las películas donde aparecen los indios como una amenaza, un peligro a ser controlado, no como gente respetable, con su forma de vivir y pensar, sus derechos y sentimientos.

La conquista española

Territorios indígenas a mediados del siglo XVI

Los españoles llegaron al actual territorio argentino por distintos lugares: deseaban conquistar la tierra, extraer riquezas, y para ello debían dominar y hacer trabajar a sus habitantes.
Por eso es que hubo mucha resistencia a los conquistadores: ellos no pretendían convivir en paz e igualdad con los pueblos que aquí vivían desde hacía casi diez mil años.
Algunos que vivían en los lugares donde se fundaron las nuevas ciudades o asentamientos, resultaron conquistados y frecuentemente exterminados. Otros debieron retirarse a zonas más alejadas o de difícil acceso, y mantuvieron una guerra de resistencia a la conquista que incluso continuó después de la caída del dominio español en América. Por último, otros pueblos más alejados no tuvieron casi contacto con los españoles (este es el caso de los ona y yagán, en Tierra del Fuego).
El resultado de la conquista fue una gran mortandad entre los aborígenes. Las causas principales fueron las guerras, el agotamiento y desnutrición en el trabajo forzado, y las enfermedades contagiadas por los españoles.

La encomienda

Los reyes de España otorgaban a cada colonizador que se destacaba en la conquista una porción de territorio americano, junto con los aborígenes que allí vivían. Debían trabajar en su provecho, a menudo prácticamente como esclavos, aunque supuestamente la encomienda implicaba que el encomendero debía “protegerlos”, además de convertirlos a la religión católica. Esta organización se dio en algunos sectores de la Argentina, como en el Noroeste y parte de Cuyo.

El territorio español en la época colonial

Hasta fines del período colonial, la mayor parte del territorio argentino actual era ajeno al dominio español.
Es necesario aclarar un engaño que los mapas producen. Estos suelen mostrar que los españoles poseían un territorio grande. Pero lo que no nos permite saber el diseño de esos mapas es que en una parte muy importante de este territorio los españoles no poseían un dominio real. Durante muchos años ellos sólo tuvieron enclaves, áreas pequeñas o ciudades fortificadas, y en el resto del territorio que los rodeaba disputaban el control con grupos aborígenes.

Las misiones

Pero los españoles no solamente les hicieron la guerra a los aborígenes. Entre ellos había muchas discusiones y diferentes opiniones sobre cómo tratarlos. Así, surgieron también organizaciones que, si bien tenían como objetivo colonizarlos y a menudo colaboraron con este fin, también propiciaron experiencias de integración pacífica.
Las misiones eran establecimientos de órdenes religiosas de la Iglesia Católica, cuyo objetivo fundamental era evangelizar a los pueblos originarios, es decir convertirlos al cristianismo. Además, en ellas se procuraba agrupar a los aborígenes en un sitio fijo, educarlos en los conocimientos de los europeos, y acostumbrarlos a la disciplina y técnicas del trabajo occidental.
Esta acción educativa y disciplinaria de las misiones tuvo un doble papel: por un lado, la colaboración en algunos aspectos con los objetivos de la conquista; por el otro, la parcial protección a los pueblos originarios respecto de la violencia militar típica de los conquistadores. Las misiones, entonces, mitigaron la voracidad de quienes sólo querían esclavizarlos, sin que les importaran sus vidas. Sin embargo, también ellas se beneficiaban del trabajo aborigen, y en muchos casos contribuyeron a sujetar por la vía pacífica a aquellos grupos no sometidos por la fuerza militar.
Como una consecuencia menos inmediata de su paso por las misiones, la experiencia de los aborígenes en las mismas produjo importantes transformaciones culturales entre algunos grupos. Muchas lenguas americanas fueron volcadas a la palabra escrita, y se compusieron varios diccionarios y catecismos en idiomas originarios, cuya finalidad era facilitar la evangelización.

El período independentista

A principios del siglo XIX, hacia la época de la independencia, la mayor parte del actual territorio argentino estaba en manos de grupos aborígenes. En lo que hoy es Chaco, Formosa, Misiones, la mayor parte de la provincia de Buenos Aires y Mendoza, La Pampa, San Luis y toda el área de la Patagonia, vivían sociedades aborígenes que se habían configurado paralelamente al proceso de colonización.
Al igual que cualquier pueblo, estos grupos no se habían mantenido idénticos. Por el contrario, algunos habían tenido cambios muy importantes en su organización social, cultura y economía. Había seminómadas y sedentarios, pastores y agricultores, recolectores y cazadores. Muchos de ellos, además, practicaban la ganadería a gran escala, comerciaban entre sí y con los criollos y participaban en las guerras internas y externas que se libraban en el país.
Sin embargo, en general trataban de preservar su autonomía frente a los criollos y sus gobiernos. Habiendo sido perseguidos durante siglos, debían cuidarse de los blancos. Algunos, como los mapuche, rankulche y tehuelche poseían mucha habilidad para el manejo del caballo, que era una de las principales armas en la guerra (al igual que para los blancos). Esto, sumado a su conocimiento del terreno y el manejo del espacio, les daba una gran capacidad de movimiento y los hacía más difíciles de atacar. Así, el poder de algunos pueblos indígenas les permitía controlar su territorio, sin que los criollos se atrevieran a dominarlos.

La integración de los aborígenes a la Nación Argentina

Desde la etapa de la independencia se habían escuchado voces que, con distinto énfasis, abogaban por el reconocimiento de los pueblos indígenas.
Pero aunque la Asamblea del año 1813 había abolido el tributo, la encomienda y otras cargas que pesaban sobre los aborígenes, entre quienes gobernaban no había una única opinión respecto del papel que a estos les cabía en el proyecto nacional. A lo largo del siglo, muchos consideraron que no debían ser incorporados como ciudadanos, sino que eran sólo un enemigo, un estorbo al que había que expulsar o matar. Otros -los menos- creyeron que era mejor y posible que los pueblos aborígenes tuvieran su lugar en la sociedad argentina y se integraran en pie de igualdad con los criollos. Entre las personas que propugnaban diferentes formas de integración de los aborígenes en el Estado argentino se encontraban, por ejemplo, Castelli, Belgrano, San Martín, Artigas y el coronel Pedro Andrés García. Aunque su visión del papel que los indígenas debían cumplir en el proyecto independentista estaba preñada de contradicciones, muchas propuestas eran novedosas: incluían desde la eliminación de las cargas coloniales y la realización de tratados duraderos, hasta la alianza político-militar y la instauración de una monarquía que restituyera la dinastía incaica como gobierno legítimo de las Provincias Unidas del Sur y el Alto Perú.
Por su parte, los pueblos aborígenes que estaban más en contacto con los criollos no mostraban voluntad de hacer la guerra sino cuando percibían que el gobierno no tenía intención de respetar los tratados o continuaba planes de exterminio u ocupación de su territorio. También era muy común que los gobiernos firmaran acuerdos de paz con algunos grupos cuando no tenían suficiente poder militar, y los rompieran apenas recuperaban su capacidad de ataque. En esta época, entonces, entre aborígenes y criollos había una mezcla de guerra permanente y paz precaria.
La actitud del hombre fuerte de Buenos Aires en el período de las guerras civiles e interprovinciales hacia el segundo cuarto de siglo, Juan Manuel de Rosas, es un ejemplo de esta conducta ambivalente.
Por un lado, sobre la base de su relación personal con algunos líderes y el prestigio que entre los aborígenes despertaba su figura, tejió pactos de amistad con varios grupos pampeanos. Sin embargo, fue también responsable de algunos de los episodios más trágicos que los tuvieron como víctimas. Entre estos cabe destacar la realización de la primera Campaña al Desierto, en 1833.
En esta vasta expedición militar, destinada a correr hacia el sur a los pueblos de las áreas pampeana, cuyana y patagónica, murieron miles de aborígenes. Realizada después de varios años de hostigamiento, es el primer paso firme en la estrategia oficial que desde entonces parece haber primado con respecto a los aborígenes: la guerra ofensiva, el exterminio. Años más tarde, el general Julio Argentino Roca evocará este antecedente para justificar su proyecto de conquista, que se consumaría con la llamada Conquista del Desierto:
A mi juicio, el mejor sistema para concluir con los indios, ya sea extinguiéndolos o arrojándolos al otro lado del Río Negro, es el de la guerra ofensiva que fue seguida por Rosas, que casi concluyó con ellos...”

La consolidación del Estado argentino

Durante el siglo XIX se habían fortalecido numerosos grupos aborígenes, y había en la Argentina dos áreas muy grandes, que constituían territorio indígena libre. Una de ellas abarcaba desde la mitad de la provincia de Buenos Aires hasta Tierra del Fuego, y en algunas partes llegaba desde el Atlántico hasta el Pacífico (en lo que hoy es Chile), incluyendo la Cordillera de los Andes. La otra incluía las actuales provincias del Chaco, Formosa y parte de Salta
En la segunda mitad del siglo XIX el gobierno argentino, impulsado por los grandes propietarios de tierras, comenzó a hostigar cada vez con mayor fuerza a los pueblos que allí vivían. El objetivo principal era ocupar sus tierras para usarlas en la ganadería. Finalmente triunfaron las ideas de aquellos que pensaban que era mejor expulsar o exterminar a los aborígenes. Lo que no habían realizado los españoles, lo hace el Estado nacional argentino: conquistar los territorios indígenas libres.

El malón

Es muy común hallar en los libros de historia y en la literatura argentina descripciones de los malones como matanzas crueles y sin sentido, llevadas a cabo por los aborígenes contra criollos indefensos. Pero el malón no era diferente, en cuanto a la violencia utilizada, de las “entradas” o “malocas”, los ataques de exterminio y robo que desde la época colonial llevaban a cabo criollos o españoles contra asentamientos aborígenes.
Veamos por qué los aborígenes consideraban que era legítimo sacar ganado del territorio que ocupaban los blancos. En la segunda mitad del siglo XIX, el coronel Lucio V. Mansilla relata el siguiente diálogo con un importante jefe aborigen, Mariano Rosas, en su libro Una excursión a los indios ranqueles:
“Me preguntó que con qué derecho habíamos ocupado el Río Quinto; dijo que esas tierras habían sido siempre de los indios (...); agregó que no contentos con eso todavía los cristianos querían acopiar (fue la palabra de que se valió) más tierra. (...)
‘Yo les pregunto a ustedes, ¿con qué derecho nos invaden para acopiar ganados?’
‘No es lo mismo –me interrumpieron varios–, nosotros no sabemos trabajar; nadie nos ha enseñado a hacerlo como a los cristianos, somos pobres, tenemos que ir a malón para vivir.’
‘Pero ustedes roban lo ajeno –les dije–, porque las vacas los caballos, las yeguas, las ovejas que se traen no son de ustedes.’
‘Y ustedes los cristianos –me contestaron– nos roban la tierra.’”

La “Conquista del Desierto” o el “Gran Malón Blanco”

En el área de la llanura pampeana y la Patagonia habitaban grupos que tenían numerosos contactos con los criollos, pero mantenían su libertad: eran los rankulche, pehuenche, tehuelche y mapuche. Los mapuche, incluso, habitaban hasta la costa del Pacífico en lo que hoy es territorio chileno.
Aunque mantenían rivalidades entre sí, estos pueblos habían llegado a organizarse en confederaciones, con jefes y ejércitos, y su comercio con los blancos era muy importante. Tenían gran poder y riqueza, y entre ellos vivían numerosos criollos que habían preferido integrarse con ellos y no con los “cristianos”. Algunas costumbres en parte se habían asimilado a las de estos últimos, y ciertos aborígenes solían usar las mismas ropas y herramientas y consumían las mismas mercaderías que los criollos. Había varios que hablaban perfectamente el castellano o dormían en camas. Los líderes más importantes, como Calfucurá, de la Confederación de Salinas Grandes, o Sayhueque, jefe de los mapuche del “País de las Manzanas”, en el actual Neuquén, tenían secretarios, escribientes y sellos con su firma, o a veces instalaciones ganaderas similares a las de las estancias de los blancos. También recibían diarios y mantenían correspondencia con el Presidente.
Muchas personalidades políticas e intelectuales de la época aún consideraban posible la integración de estos grupos por la vía pacífica y la negociación de diferencias políticas; los mismos aborígenes a menudo planteaban su deseo de acordar formas de convivencia, incluso al precio de resignar parte de sus tierras y autonomía.
Un hecho central que amparaba y obligaba a la realización de estos esfuerzos es que la propia Constitución Argentina de 1853, al reconocer como legítimos los pactos preexistentes, reconoció también los tratados anteriores realizados con los pueblos indígenas.
Pero las extensas tierras de los pueblos indígenas, algunas de las mejores del país, eran acechadas por los estancieros de Buenos Aires, que tenían gran poder político y control ideológico sobre el aparato militar.
Luego de lograr la sanción de leyes favorables en el Congreso, en 1879 el general J. A. Roca realiza la mayor campaña militar, trasponiendo las fronteras con los aborígenes para conquistar los territorios del centro y sur del país. Esta se efectúa después de varios años de un sostenido hostigamiento, y se continuará con dos campañas más entre 1881 y 1884.
El ejército nacional contaba con muchos soldados y el armamento más moderno de la época y fue financiado por los estancieros de Buenos Aires, quienes adelantaron dinero a cambio de la propiedad futura de la mayor parte de las tierras que serían conquistadas.
Aunque hacía unos años que los indígenas venían siendo hostigados y atacados, la Campaña del Desierto fue encarada prácticamente como una guerra de exterminio. Los pueblos atacados se defendieron con desesperación, pero el ejército mató a mucha gente, generalmente indefensa, y tomó una gran cantidad de prisioneros. A estos se los encarceló, se los “entregó” como sirvientes y trabajadores forzados, o se los expulsó a terrenos estériles. Muchos lograron escapar y se mezclaron con poblaciones criollas, o viajaron errantes hasta que cesaron las persecuciones. Esto es lo que los militares y terratenientes argentinos llamaron “Conquista del Desierto” y los pueblos aborígenes “Gran Malón Blanco”.
Los territorios que habían ocupado se transformaron en tierras fiscales (del Estado) o fueron entregados a estancieros, jefes militares y soldados. Con el correr de los años, las propiedades chicas son vendidas a muy bajo precio a especuladores, hasta que unos pocos propietarios acumulan las tierras que habían pertenecido a algunos de los más importantes pueblos aborígenes de la Argentina. Este es el origen de las grandes estancias de la Patagonia y de muchas de las de la llanura pampeana. Gran parte de estos territorios han quedado abandonados hasta el día de hoy.

El proceso civilizatorio

En el último cuarto del siglo XVIII, el concepto hegemónico de Estado-nación se articulaba sobre ciertas premisas que terminaron por definir como una política de Estado en la Argentina el ataque a los indígenas.
Estas premisas, incluidas en lo que se entendía como el valor más alto que guiaba la acción del Estado –la civilización– indicaban por ejemplo que:
  • No podía haber territorios fuera del dominio del Estado, ya que el Estado nacional era la forma más alta de organización social. El Estado necesitaba incorporar dichos territorios para desarrollar el propio, y para evitar que estas sociedades consideradas “inferiores” amenazaran con provocar su disolución.
  • También era necesario, desde esta óptica, incorporar esas tierras para alcanzar el progreso. El progreso significaba fundamentalmente consolidar una economía de tipo capitalista integrada con el mercado mundial, y establecer un orden social que favoreciera el incremento indefinido de la producción y consumo de mercaderías. También suponía generalizar los valores culturales de las elites ilustradas europeas, vinculadas a los mismos sectores que desde las potencias de Europa del norte controlaban la economía occidental, incluida la americana. El progreso debía también eliminar formas de vida social consideradas “primitivas”, es decir todas aquellas que se organizaran sobre bases económicas y culturales distintas de las europeas.
La fuerte influencia de estas ideas dio como resultado que se instalara en nuestro país entre los grupos de poder el imperativo de homogeneizar las diferencias culturales en el seno de la población argentina, sobre la base del modelo de ciudadano “civilizado”: blanco, europeo, cristiano, hábil para la agricultura intensiva y el trabajo industrial.

Un “desierto” muy codiciado

Los criollos y militares argentinos llamaban “desierto” al territorio indígena de la llanura pampeana y la Patagonia. Sin embargo, esta área estaba poblada, y tenía tierras fértiles, cuyas pasturas eran capaces de alimentar gran cantidad de ganado.
Esta contradicción es evidente en el nombre “Conquista del Desierto” dado a las campañas militares: a un verdadero desierto no es necesario conquistarlo, ya que no hay nadie que viva en él.
Por eso, usar la palabra desierto encerraba una gran falsedad, pero no una mentira inocente. Era más bien un modo de justificar la conquista desde el punto de vista humanitario, con el simple trámite de negar la existencia de sus pobladores. Quedó así la argumentación paradójica de la necesidad de conquistar un territorio vacío.

Fronteras, civilización y barbarie

Entre 1853 y 1880 se dictan trece leyes vinculadas a los pueblos indígenas y las fronteras. Estas plasman un modelo de país que tiene como principal proyecto el avance territorial. La expansión sobre el área indígena comienza a argumentarse como legítima marcando a los pueblos aborígenes como sociedades inferiores que retardan y amenazan el camino de progreso imaginado para la nación. Por eso, en el discurso de la época, la frontera es imaginada como la línea o franja que divide la civilización de la barbarie, y se argumenta que es una misión de Estado desplazarla hasta que el territorio nacional sólo limite con el de otros Estados nacionales “civilizados”. Así, el presidente Roca, luego de concretada la expedición al Chaco en 1885, afirma: “Quedan levantadas desde hoy las barreras absurdas que la barbarie nos oponía al norte como al Sud en nuestro propio territorio, y cuando se hable de fronteras en adelante se entenderá que nos referimos a las líneas que nos dividen de las Naciones vecinas, y no las que han sido entre nosotros sinónimos de sangre, de duelo, de inseguridad y de descrédito” (citado en Tratamiento de la cuestión indígena, Dirección de Información Parlamentaria, 1991).

La Campaña al Chaco

Paralelamente a estos hechos, se había desatado un plan militar muy parecido contra los grupos indígenas del área denominada Gran Chaco (actuales provincias del Chaco y Formosa). Desde 1870, luego de la guerra contra el Paraguay, comienzan a realizarse expediciones militares hacia la región chaqueña para debilitar a los pueblos originarios que resistían allí desde hacía siglos. Algunos, como los toba y wichí, habían comenzado a trabajar en obrajes madereros de los blancos, siguiendo un plan de “pacificación” (eufemismo por colonización) que no dio resultado. Los aborígenes veían que el objetivo era su sometimiento, y resistían a los destacamentos militares.
Así el gobierno comenzó a enviar, uno tras otro, ejércitos para desgastar a los grupos más fuertes.
Las expediciones son evitadas o rechazadas a veces, por la lucha de los pueblos o por las dificultades de la propia naturaleza. El monte espeso, las inundaciones, los bichos y alimañas venenosas provocan que los invasores se pierdan, se agoten, y a veces se retiren. La existencia de estos obstáculos no implica, sin embargo, que las tierras aborígenes fueran estériles. Por el contrario, gran parte de ellas ofrecían muy buenas posibilidades para la agricultura y la ganadería, y había en ellas importantes riquezas, como la madera. Los aborígenes, mientras tanto, vivían de la pesca en ríos y esteros, de la caza, y de la recolección de vegetales o productos naturales como la miel. El resultado final de las siete incursiones del ejército fue una grave mortandad entre los aborígenes.
En 1884 el ministro de Guerra, general Victorica, organiza la campaña más grande, que incluye buques de guerra que se cuelan por los ríos de la región chaqueña. Aunque no se logra consumar la conquista, a partir de allí se abre paso a un dominio militar del gobierno nacional que lentamente va sometiendo a los aborígenes que aún luchan. Finalmente, en 1899 se realiza otra ofensiva que termina de desbaratar la resistencia, quedando sólo algunos reductos que serán eliminados recién a principios del siglo xx.

La Puna a fines del siglo XIX: resistencia, derrota y despojo

“Durante el siglo XIX –afirma Martínez Sarasola– el Noroeste también es testigo de la lucha por la tierra. Los flamantes estados provinciales y sus oligarquías nacientes procuran obtener las otrora posesiones indígenas, que en muchos casos permanecen en situaciones legales confusas, herencia de la época colonial.”
Según ese mismo autor, la introducción del sistema capitalista, los organismos provinciales de reciente creación y la aplicación de impuestos afectaron profundamente a comunidades enteras que vivían en las tierras codiciadas. Sin embargo, en 1872 los indígenas recuperaron parte de su territorio, ya que el gobierno de Jujuy declaró fiscales las tierras de Casabindo y Cochinoca, hasta ese momento en manos de terratenientes.
Estas circunstancias contribuyeron al fortalecimiento de las comunidades de la Puna, con el respaldo de grupos indígenas de Bolivia. De modo que para 1874 casi la mitad del territorio provincial estaba bajo el dominio indígena. Los terratenientes no toleraron ese avance y depusieron al gobernador Sánchez de Bustamante, que había considerado los derechos de las comunidades. Finalmente, en la batalla de Quera los indígenas fueron vencidos y muchos de ellos muertos o encarcelados.

Siglo XX, la conquista del trabajo. Ingenios, plantaciones, obrajes, estancias

Luego del sometimiento militar de los principales grupos con capacidad de mantener una resistencia armada, el siglo XX se caracteriza por la incorporación compulsiva de los aborígenes como mano de obra a distintos sectores de la economía. Esto incluso había sido uno de los objetivos centrales de las campañas militares. En el norte del país, especialmente, obrajes madereros, ingenios azucareros y plantaciones de algodón fueron instalados en tierras que eran de los aborígenes. También usaron la mano de obra indígena en condiciones de superexplotación para enriquecerse económicamente.
Las compañías de este tipo eran como pequeños países o grandes cárceles de las cuales no se podía salir sin permiso, y donde las condiciones de trabajo eran denigrantes. Generalmente los aborígenes no recibían salario, sino vales que sólo podían utilizar para comprar a precio altísimo, en el almacén de la propia compañía, las cosas que necesitaban para sobrevivir. Lo más frecuente era que los vales no alcanzaran para obtener las cosas básicas, y terminaban endeudándose con la compañía para poder vivir. Así, finalmente, la compañía podía obligarlos a trabajar para pagar su deuda, y al hacerlo seguían endeudándose cada vez más, acrecentando su dependencia.
En el sur, las comunidades habían sido disgregadas y las familias divididas y esparcidas en distintos puntos del país. Muchos habían muerto, otros fueron llevados a Buenos Aires donde eran encarcelados o repartidos como esclavos domésticos, entregados para trabajar en beneficio de algún estanciero, o enrolados en el ejército y la marina. Algunos pudieron volver a su tierra, pero la situación había cambiado. Había pueblos, ciudades, estancias, gente extraña. Ya no se podía cazar como antes, ni instalarse libremente en el campo. El único destino que se les permitió fue trabajar como peones de estancia en condiciones de sometimiento, o subsistir en los territorios yermos donde habían quedado confinados.

Fuente: Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología