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sábado, 16 de mayo de 2020


Las noticias que desencadenan la revolución de mayo

Todo fue cambiando

Hacía tiempo que el ritmo natural que durante siglos había caracterizado a las colonias españolas de América se había alterado: las guerras en Europa, las  reformas borbónicas de la segunda mitad del siglo XVIII, la inquietud de la aristocracia española americana y el descontento de muchos criollos que generaban no pocas preocupaciones, el comercio con los ingleses y la circulación de ideas derivadas de la Revolución Francesa hacían que la sociedad de los estratos sociales definidos y duraderos comenzara a resquebrajarse.

Llegan noticias

El 13 de mayo de 1810, los habitantes de Buenos Aires pudieron confirmar los rumores que circulaban intensamente. La fragata John Paris, que había partido de Gibraltar el 22 de marzo o, según otras versiones, el buque Mistletoe, traía la noticia de la caída, en manos de los ejércitos napoleónicos, de la Junta Central de Sevilla, último bastión de la Corona española en pie.

El viernes 18 el virrey Cisneros dirigió una proclama a “los leales y generosos pueblos del virreinato de Buenos Aires” en la que anunciaba que “en el desgraciado caso de una total pérdida de la península y falta del Supremo Gobierno", él asumiría el poder acompañado por otras autoridades de la Capital y todo el virreinato y se pondría de acuerdo con los otros virreyes de América para crear una Regencia Americana en representación de Fernando. 

Cisneros aclaraba que no quería el mando sino la gloria de luchar en defensa del monarca contra toda dominación extraña y, finalmente, prevenía al pueblo sobre "los genios inquietantes y malignos que procuran crear divisiones".

El principio del fin

Nadie ignoraba que la Junta que había nombrado a Cisneros como virrey, de donde emanaba su autoridad, había desaparecido y los patriotas porteños creyeron que era momento de convocar a un Cabildo Abierto que discutiera los pasos a seguir. Muy pronto se precipitarían los sucesos del 25 de mayo.




Invasiones inglesas

En la segunda mitad del siglo XVIII el dominio inglés de los mares era indiscutible. Para los barcos franceses, holandeses y españoles, cruzar los mares podía ser una aventura peligrosa. 

Entre 1702 y 1808 España e Inglaterra sostuvieron seis conflictos armados. Una consecuencia directa de esta batallas fue que España fue espaciando sus comunicaciones y la provisión de sus colonias americanas. La protección militar de sus dominios se vio seriamente debilitada. 

En el viejo mundo el principal obstáculo para la expansión napoleónica era Inglaterra. Napoleón comenzó a soñar con dominar las dos riberas del Canal de la Mancha. El encuentro entre la flota aliada de España y Francia, por un lado, y los ingleses, por otro, se produjo finalmente el 21 de octubre de 1805 en Trafalgar, cerca de Cádiz.

La pericia del almirante Nelson determinó el triunfo total de los británicos. La flota aliada quedó prácticamente aniquilada.

Primera invasión inglesa

La noche del 24 de junio de 1806, el virrey Sobremonte asistía a la función teatral de la obra de Moratín El Sí de las niñas, cuando recibió una comunicación del Comandante de Ensenada de Barragán, capitán de navío francés Santiago de Liniers, en la que le informaba que una flota de guerra inglesa se acercaba y que había disparado varios cañonazos sobre su posición.

A las 11 de la mañana del 25 de junio de 1806, los ingleses desembarcaron en Quilmes y en pocas horas ocuparon Buenos Aires.

El virrey Sobremonte huyó y trató de salvar los caudales públicos (tesoros), pero estos serían finalmente capturados por los británicos. Parte del botín se repartió entre la tropa. 

Beresford, comandante inglés, en su primera proclama dice que la población de Buenos Aires está "cobijada bajo el honor, la generosidad y la humanidad del carácter británico". Se apresuró a decretar la libertad de comercio y redujo los derechos de Aduana para los productos británicos. 

Muchos funcionarios criollos pasaron por el fuerte a jurar fidelidad a su "Gloriosa Majestad". Manuel Belgrano prefirió retirarse a su estancia de la Banda Oriental. Antes de irse pronunciará su famosa frase: «Queremos al viejo amo o a ninguno».

Buenos Aires sería por 46 días una colonia inglesa. El Times de Londres, decía:


"En este momento Buenos Aires forma parte del Imperio Británico, y cuando consideramos las consecuencias resultantes de tal situación y sus posibilidades comerciales, así como también de su influencia política, no sabemos cómo expresarnos en términos adecuados a nuestra idea de las ventajas que se derivarán para la nación a partir de esta conquista."

Los oficiales ingleses alternaban con las principales familias porteñas y se alojaban en sus casas, donde se sucedían las fiestas en homenaje a los invasores. Pero la mayoría de la población, que era hostil a los invasores y estaba indignada por la ineptitud de las autoridades españolas, decidió prepararse para la resistencia. 

Aparecieron varios proyectos para acabar con los ingleses, desde volar el fuerte y todas las posiciones inglesas, hasta financiar cualquier acción contra los invasores. 

El jefe del fuerte de la ensenada de Barragán, el marino francés Santiago de Liniers, se trasladó a Montevideo y organizó las tropas para reconquistar Buenos Aires. Pocas semanas después del desembarco, Liniers y su gente obligaron a Beresford, tras haber perdido 300 de sus hombres, a rendirse el 12 de agosto de 1806.

El Times no salía de su asombro:


"El ataque sobre Buenos Aires ha fracasado y hace ya tiempo que no queda un solo soldado británico en la parte española de Sudamérica. Los detalles de este desastre, quizás el más grande que ha sufrido este país desde el comienzo de la guerra revolucionaria, fueron publicados en el número anterior."

Ante la ausencia del Virrey Sobremonte, un Cabildo abierto otorgó a Liniers el mando militar de la ciudad, como corolario de una "pueblada". Esta medida era claramente revolucionaria: el cabildo ejerciendo su soberanía, pasaba por encima de la voluntad del virrey.

Segunda invasión inglesa

Frente a la posibilidad de una nueva invasión, los vecinos se movilizaron para la defensa formando las milicias ante el fracaso de la tropa regular española.

Todos los habitantes de la capital se transformaron en milicianos. Liniers permitió que cada hombre llevara las armas a su casa y puso a cargo de cada jefe las municiones de cada unidad de combate.

Los nacidos en Buenos Aires formaron el cuerpo de Patricios, en su mayoría eran jornaleros y artesanos pobres; los del interior, el de Arribeños, porque pertenecían a las provincias "de arriba", compuesto por peones y jornaleros; los esclavos e indios, el de pardos y morenos. Por su parte los españoles se integraron en los cuerpos de gallegos, catalanes, cántabros, montañeses y andaluces. En cada milicia los jefes y oficiales fueron elegidos por sus integrantes democráticamente.

Entre los jefes electos se destacaban algunos jóvenes criollos que accedían por primera vez a una posición de poder y popularidad. Allí estaban Cornelio Saavedra, Manuel Belgrano, Martín Rodríguez, Hipólito Vieytes, Domingo French, Juan Martín de Pueyrredón y Antonio Luis Beruti.

La ciudad se militarizó pero también se politizó. Las milicias eran ámbitos naturales para la discusión política y el espíritu conspirativo iba tomando forma lenta pero firmemente. 

Tal como se preveía, en junio de 1807, una nueva expedición inglesa encabezada por el General Whitelocke, con doce mil hombres y cien barcos mercantes cargados de productos británicos, trató de apoderarse de Buenos Aires.

Tras vencer las primeras resistencias, los invasores avanzaron sobre la ciudad.

La capital ya no estaba indefensa. Liniers, y Álzaga, alcalde de la ciudad, habían alistado 8.600 hombres y organizado a los vecinos. Los improvisados oficiales habían sido civiles hasta pocos meses antes, como el hacendado Cornelio Saavedra.

Cuando los ingleses pensaban que volverían a desfilar por las estrechas calles, desde los balcones y terrazas fueron recibidos a tiros, pedradas y torrentes de agua hirviendo. Entre sorprendidos y chamuscados los ingleses optaron por rendirse. 

En el acta de la capitulación pretenden, infructuosamente, incluir una cláusula que los autorizaría a vender libremente la abundante mercadería traída en los barcos.

jueves, 7 de mayo de 2020



Revolución Francesa


El 14 de julio de 1789 fue el comienzo de la Revolución Francesa.



En aquella época, la mayor parte de los franceses vivían en la pobreza y no tenían libertad para decidir quién les gobernaba. Pero el rey, la iglesia y los nobles acumulaban grandes riquezas y privilegios: organizaban lujosas fiestas y bailes en el palacio de Versalles. Y mientras tanto, la gente pasaba hambre: las cosechas se habían perdido, no podían hacer pan y además debían pagar impuestos a los ricos.

Hartos de esta situación, el pueblo de París se lanzó a la calle, precisamente el 14 de julio y asaltó la Bastilla, la fortaleza de París y tomó las armas: querían luchar por un futuro mejor para ellos y sus hijos.

A partir de ese momento la revolución se extendió por toda Francia. Todos unidos consiguieron su objetivo : acabar con los privilegios, lograr la igualdad de todos los franceses y la libertad del pueblo, unos derechos que se recogieron unos días más tarde en la Declaración de los Derechos Humanos y en el lema de la República Francesa: "Libertad, Igualdad y Fraternidad", que sigue hoy en la actualidad.

La Revolución francesa es importante porque cambió la forma de gobierno que durante muchísimos años hubo en Francia y otros países de Europa y dio paso a una nueva forma de Estado, en la que el pueblo puede hacer oír su voz y decidir quién gobierna.


Batalla de Caseros

En 1829 Juan Manuel de Rosas asumía la gobernación de Buenos Aires desplegando una enorme influencia sobre todo el país. A partir de entonces y hasta su caída en 1852, ejercerá el poder en forma autoritaria. Rosas se opuso durante toda su gestión a la organización nacional y a la sanción de una Constitución. Ello hubiera significado el reparto de las rentas aduaneras con el resto del país y la pérdida de la hegemonía porteña. A partir de 1851, Justo José de Urquiza, su ex aliado, había decidido enfrentarse al gobierno bonaerense y alistó a sus hombres en el llamado Ejército Grande. Avanzó sobre Buenos Aires y derrotó a Rosas en la Batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852. 
Horas después, Rosas escribía su renuncia: “Sres. Representantes: Es llegado el caso de devolveros la investidura de gobernador de la provincia y la suma del poder público con que os dignasteis honrarnos. Creo haber llenado mi deber como todos los señores representantes, nuestros conciudadanos los verdaderos federales y mis compañeros de armas. Si más no hemos hecho en el sostén sagrado de nuestra independencia, de nuestra integridad y de nuestro honor, es porque no hemos podido. Permitidme, Honorables representantes, que al despedirme de vosotros, os reitere el profundo agradecimiento con que os abrazo tiernamente y ruego a Dios por la gloria de V.H., de todos y de cada uno de vosotros. Herido en la mano derecha y en el campo, perdonad que os escriba con lápiz y en una letra trabajosa. Dios Guarde a V.H.”

miércoles, 6 de mayo de 2020

Urquiza. De un país unido, a separado. De separado, a unido
Justo José de Urquiza, gobernador de Entre Ríos, vencedor de Rosas, gran impulsor de la organización nacional y primer presidente constitucional de los argentinos, nació el 18 de octubre de 1801 en una estancia cercana a Concepción del Uruguay, provincia de Entre Ríos. 
En aquel tiempo, su padre, el coronel José de Urquiza era comandante en la costa del Uruguay. Los primeros años de Urquiza transcurrieron en el campo hasta que en 1817 se trasladó junto a sus hermanos mayores a Buenos Aires para estudiar en el Colegio de San Carlos, pero debió abandonar los estudios por la clausura del Colegio y regresó a Entre Ríos. A partir de entonces se dedicó al comercio. Lentamente y paralelamente con el crecimiento de su prosperidad económica, aumentó la influencia de Urquiza en Concepción del Uruguay. La ciudad lo nombró oficial del Cuerpo de Cívicos, que se encargaba del orden en la ciudad y en el campo.
Urquiza se inclinó por el federalismo e inició su carrera política que lo llevó a los veinticinco años a ser electo diputado de la legislatura provincial. 
En 1832 fue designado comandante general del Segundo Departamento Principal. Era el cargo que seguía en jerarquía al de gobernador y manejaba los destinos de la mitad más rica de Entre Ríos.
Eran épocas duras, de guerras civiles entre unitarios y federales. Urquiza se unió al bando federal participando en numerosas batallas y firmando acuerdos.  Esos acuerdos le cayeron muy mal a Rosas porque promovían la libre navegación de los ríos e insistían en la necesidad de organizar constitucionalmente al país. 
Las presiones de Rosas activaron el conflicto entre Corrientes y Entre Ríos e hicieron fracasar los acuerdos firmados por Urquiza. 
Terminadas las campañas de 1846 y 1847, Urquiza volvió a ocuparse personalmente de las tareas de gobierno que había confiado en su ausencia a Antonio Crespo, su gobernador delegado. Se dedicó sobre todo a promover la educación popular. Para 1848 ya había escuelas públicas en todos los distritos de la Provincia.
Para 1850, Entre Ríos era una de las provincias más prósperas de la Confederación. Atraía a inversores extranjeros y llevaba a los emigrados argentinos en Montevideo a poner los ojos en su gobernador y a visualizarlo como el único capaz de terminar con el régimen rosista. 
Rosas había adoptado varias medidas que afectaron la economía entrerriana.
Año tras año, argumentando razones de salud, Rosas presentaba su renuncia a la conducción de las relaciones exteriores de la Confederación, en la seguridad de que no le sería aceptada. 
En 1851 el gobernador de Entre Ríos emitió un decreto conocido como el pronunciamiento de Urquiza, en el cual aceptaba la renuncia de Rosas y reasumía para Entre Ríos la conducción de las relaciones exteriores.
El conflicto era en esencia económico: Entre Ríos venía reclamando la libre navegación de los ríos -necesaria para el florecimiento de su economía- ya que permitiría el intercambio de su producción con el exterior sin necesidad de pasar por Buenos Aires.
Armado de alianzas internacionales, Urquiza decidió enfrentar al gobierno bonaerense.
El emperador de Brasil, Pedro II, proveería infantería, caballería, artillería y todo lo necesario, incluso la escuadra. 
En las provincias, la actitud de Urquiza despertó diversas reacciones. Córdoba declaró que era una infame traición a la patria. Otras, se pronunciaron en sentido similar e intentaron formar una coalición militar para defender a Rosas, pero ya era demasiado tarde. Urquiza alistó a sus hombres en el "Ejército Grande" y avanzó sobre Buenos Aires, derrotando a Rosas en la Batalla de Caseros, el 3 de Febrero de 1852.
Horas más tarde Rosas escribiría su renuncia. Vencido, el Gobernador de Buenos Aires alcanzó a escribir estas líneas antes de embarcarse en el buque de guerra Conflict hacia Inglaterra, donde viviría hasta su muerte:
«Durante el tiempo en que presidí el gobierno de Buenos Aires, encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina, con la suma del poder por la ley, goberné según mi conciencia. Soy, pues, el único responsable de todos mis actos, de mis hechos buenos como los malos, de mis errores y de mis actos. Las circunstancias durante los años de mi administración fueron siempre extraordinarias, y no es justo que durante ellas se me juzgue como en tiempos tranquilos y serenos.»
Al día siguiente de Caseros, los terratenientes porteños, como por ejemplo los Anchorena, primos de Rosas, renegaron de su pasado rosista y trataron de congraciarse con las nuevas autoridades.
Las fuerzas de oposición al Gobernador conformaban un extraño conjunto: federales antirrosistas, unitarios, jóvenes intelectuales, autonomistas, que sólo tenían en común su oposición a Rosas. Lejos de mantener la unidad, este grupo se dividirá en numerosos bandos políticos.
Si la caída de Rosas parecía el fin de las contiendas provinciales, a partir de ella los enfrentamientos se tornarán más encendidos que nunca y el país parecía estar a punto de estallar en pedazos.
Urquiza se instaló en la casa de Rosas, en Palermo, y buscó aliados políticos; pero las cosas habían cambiado: rosistas y antirrosistas de Buenos Aires cambiaron de colores y se unieron para asegurar la unidad bonaerense frente a los avances del interior. 
Urquiza convocó a los gobernadores de las provincias a firmar un acuerdo en San Nicolás, el 31 de mayo de 1852, con el objetivo de lograr un consenso que permitiera la sanción de una nueva y definitiva constitución. El acuerdo respondía a los intereses del interior del país, quitando protagonismo al poder central que se ejercía desde Buenos Aires. Cada provincia cedería parte de su poder de decisión para delegarlo en un poder central. El nuevo intento integrador tenía bases en el liberalismo económico: se dictó la libre navegación de los ríos y la supresión de las aduanas interiores. Además, se designó al General Urquiza como director provisional de la Confederación Argentina, asignándole algunas facultades extraordinarias, como el mando de las Fuerzas Militares y el control de todas las rentas. Por último, el acuerdo convocó a un Congreso General Constituyente.
Buenos Aires no tardó en mostrar su enojo. El acuerdo le quitaba sus enormes influencias políticas, otorgando en cambio importantes poderes al propio Urquiza. La legislatura bonaerense rechazó el acuerdo tras largos debates parlamentarios.
Aprovechando la ausencia de Urquiza, que asistía en Santa Fe a la inauguración del Congreso Constituyente, el 11 de septiembre de 1852 estalló una revolución en Buenos Aires. El movimiento reclamaba la renuncia del gobierno y la nulidad del Acuerdo de San Nicolás, al tiempo que proclamó como gobernador al jefe del movimiento, Valentín Alsina. Pero casi simultáneamente, tropas federales que respondían a los intereses del Litoral sitiaron Buenos Aires exigiendo el cumplimiento del acuerdo.
El Congreso Constituyente finalmente pudo reunirse, sin contar con la presencia porteña. Las bases de Alberdi y el modelo de Constitución de Estados Unidos, sirvieron como puntos de partida en la redacción del texto final.
Ante la resistencia porteña, Urquiza decidió bloquear el puerto de Buenos Aires, pero cometió el error de poner al frente de la escuadra al coronel norteamericano John Halstead Coe. El Marino yanqui vendió la escuadra a Buenos Aires el 20 de julio de 1853 por 5000 onzas de oro y se terminó el bloqueo.
La secesión era un hecho. Por un lado, se constituyó la Confederación Argentina, una irregular mezcla de trece provincias que respondían a un gobierno con capital en Paraná. Por el otro, el Estado de Buenos Aires, con intereses definidos, una más sólida posición financiera y con una relativa unidad política.
La Confederación Argentina intentó llevar adelante un modelo que pretendía "olvidarse" de Buenos Aires e instalar una nueva nación. No era sencilla la tarea de Urquiza: crear un sentimiento nacional más fuerte que las identidades regionales.
La Confederación manejaba un presupuesto escaso, producto de la falta de recursos económicos y naturales; la zona más rentable era la Mesopotamia, productora de ganado y cereales; el resto de las provincias, aisladas, desarrollaban actividades económicas destinadas a la subsistencia o a un pobre intercambio con países limítrofes (Paraguay, Chile y Bolivia).
Urquiza trató de combatir la pobre situación económica de la Confederación. Firmó tratados comerciales con Estados Unidos, Francia e Inglaterra. Solicitó créditos al Brasil. Estimuló la inmigración, creando colonias agrícolas en las provincias del Litoral para desarrollar la producción lanera y cerealera. Fomentó la enseñanza y los estudios científicos. Pero los problemas económicos del interior eran estructurales: faltaban tierras, capitales y no había suficiente mano de obra. Además, el circuito económico del Litoral no cerraba: para comerciar con el exterior, necesariamente las mercaderías -que salían del puerto de Rosario- debían pasar por la aduana de Buenos Aires, y pagar allí fuertes sumas.
El proyecto de Urquiza se desmoronaba. Darle la espalda a Buenos Aires era una estrategia inviable. Los capitales extranjeros no llegaban, carecían de una moneda fuerte, el Estado no lograba nacionalizar sus instituciones. Las bases materiales estaban en terreno porteño.
El último intento de la Confederación Argentina, fue endurecer sus políticas hacia Buenos Aires: en 1857 se dictaron las Leyes de Derechos Diferenciales, que establecían ventajas a los productos que llegaban a su territorio sin pasar por Buenos Aires. La ley era una abierta provocación a los porteños. La respuesta no tardó en llegar. Un decreto del Gobernador Alsina prohibía el paso por aguas porteñas de productos de la Confederación. Era una abierta guerra económica y sólo faltaba encender una mecha para que todo estallara.
La guerra económica, entonces, dio paso a las armas: un conflicto político en San Juan fue el puntapié para que las tropas de Buenos Aires y la Confederación se movilizaran.
Los dos ejércitos se encontraron en Cepeda (norte de la provincia de Buenos Aires) el 23 de octubre de 1859. Las tropas porteñas, al mando de Mitre, cayeron derrotadas.
La victoria le daba a Urquiza una aparente capacidad negociadora. Sin embargo, mostró una actitud moderada y no entró a Buenos Aires, sino que estableció su campamento en San José de Flores. Su intención era resolver rápidamente el conflicto.
Por el pacto de San José de Flores, firmado el 11 de noviembre de 1859, se acordaba que Buenos Aires comprometía su ingreso a la Confederación y ésta, debía aceptar las reformas que Buenos Aires le realizara a la Constitución.
Buenos Aires otorgaba subsidios a las provincias y se comprometía a pagar los gastos de la nueva convención constituyente, donde se incorporarían las reformas propuestas por Buenos Aires; pero mientras tanto, alargaba los plazos de la incorporación y mantenía el control de las rentas nacionales a través de la aduana.
Pero la confederación no podía esperar indefinidamente la incorporación de Buenos Aires a la Nación. El consenso que parecía adquirido no tenía la suficiente solidez y el acuerdo se desmoronó a raíz de un conflicto menor en la provincia de San Juan.
Nuevamente las fuerzas porteñas y del interior se enfrentaron, esta vez en Pavón (Sur de la provincia de Santa Fe) el 17 de septiembre de 1861, en un combate dudoso y confuso, Urquiza retiró sus tropas, aun teniendo superioridad numérica. Esta vez la victoria fue para los porteños, que extendían de este modo su dominio a todo el país.
Tras la derrota de Pavón, Urquiza se refugió en su Palacio San José y se dedicó a sus negocios agropecuarios. Se negó a apoyar los levantamientos federales de los montoneros del Chacho Peñaloza y Felipe Varela contra la política del puerto de Buenos Aires que asfixiaba al interior y sólo reapareció públicamente en 1865 para apoyar a Mitre en la Guerra del Paraguay. Esta actitud desprestigió mucho su figura en las provincias y generó fuertes rechazos entre sus coprovincianos. En 1868 volvió a la vida política presentándose como candidato a presidente. Fue derrotado por Sarmiento quien a poco de asumir apoyó su nombramiento como gobernador de Entre Ríos y lo visitó en su palacio de Concepción del Uruguay.
El abrazo con Sarmiento, el principal responsable de la muerte del Chacho, le costará muy caro a Urquiza. Para muchos de sus ex compañeros de armas e ideas era la gota que colmaba un vaso que había comenzado a llenarse tras la extraña retirada de Pavón y con el apoyo a Mitre y a la guerra fratricida con el Paraguay. El 11 de abril de 1870, un grupo armado que respondía al caudillo montonero Ricardo López Jordán irrumpió en el Palacio San José al grito de "¡muera el traidor Urquiza!". El general le salió al encuentro dispuesto a defenderse a tiros pero cayó herido por un certero disparo y, una vez en el piso, la partida montonera lo ultimó a puñaladas.
Sus restos descansan desde agosto de 1872 en la Catedral de Concepción del Uruguay. 

lunes, 24 de febrero de 2020


La historia de Argentina, a partir de los mapas

El primer mapa en el que aparece América (1500)
El primer mapa conocido en el que aparece representada América fue elaborado por el cartógrafo español Juan de la Cosa entorno a 1500. Según cuentan las crónicas, habría tomado parte en dos de las expediciones de Colón a América. 
 

 El primer mapa en el que aparece la denominación a Argentina
En el año 1554, aparece por primera vez en una pieza cartográfica, la denominación de “Terra Argentea”. El autor de la obra es el portugués Lopo Homen.
  


No obstante, en aquellos años, el nombre para referirse a la parte de lo que hoy es Argentina conocida por los conquistadores era “Río de la Plata”. El motivo eran los rumores que hablaban de la existencia de metales preciosos en la zona, especialmente plata.
El siguiente mapa, publicado en torno a 1570 por el italiano Egnazio Danti, muestra “el sur de América del Sur”.


  *Primeras aproximaciones a lo que hoy es el mapa de Argentina
En el período colonial, la mayor parte del actual territorio argentino no pudo ser conquistada por el Imperio español, debido a la resistencia de los pueblos indígenas. Así las llanuras chaqueña, pampeana y la Patagonia quedaron inexploradas por lo que cartografía de la época no refleja la totalidad del territorio.
El siguiente mapa, atribuido a Jodocus Hondius y fechado en torno a 1600, es una de las primeras representaciones disponibles de gran parte de lo que hoy en día es Argentina, incluyendo el Río de la Plata.

La conquista española de gran parte del actual territorio argentino se realizó mediante las expediciones hacia el Río de la Plata y Paraguay, las expediciones organizadas desde Perú para ocupar las tierras del Tucumán y las expediciones de Chile hacia Cuyo.
En el siguiente mapa, realizado en Francia a mediados del siglo XVII, podemos observar el Río de la Plata, en el centro, así como la representación de los Andes o el estrecho de Magallanes.


*Mapa de los establecimientos de los Jesuitas
Los mapas de los Jesuitas cobran sin duda importancia dentro de la cartografía de Argentina. Los religiosos iban evangelizando el país y necesitaban tener un registro cartográfico de las zonas en las que se asentaban.
El siguiente es un mapa de 1732.


*Las Provincias Unidas de Río de la Plata
Con el triunfo de la Revolución de Mayo ocurrida el 25 de ese mes de 1810 en Buenos Aires, gran parte del territorio que hoy forma Argentina se levantó contra el poder colonizador español. Así, tras la independencia de España de las Provincias Unidas de América del Sur en 1816, declarada en el Congreso de Tucumán, lo que hoy es argentina mantuvo una fórmula organizativa de provincias unidas.
El siguiente mapa, realizado por el cartógrafo de origen escocés John Pinkerton es uno de los más detallados de los que disponemos de comienzos del siglo XIX. Concretamente fue realizado en 1818, dos años después de la Independencia.

*Mapa de Argentina y Chile de 1855
Con la Constitución de la República Argentina del 24 de diciembre 1826 se oficializa esta designación. No obstante, el nombre Provincias Unidas del Río de la Plata fue formalmente reinstitucionalizado por la posterior Constitución como uno de los tres nombres oficiales de la Nación Argentina, junto con República Argentina y Confederación Argentina, permaneciendo en la constitución vigente en su artículo 35.
  


El mapa anterior (1852) realizado por Joseph Hutchins Colton ya incluye la Patagonia y muestra las reivindicaciones de Bolivia sobre el desierto de Atacama.
El siguiente mapa (1868), publicado bajo la dirección de Pablo Emilio Coni en Buenos Aires, es uno de los primeros en mostrar con detalle Argentina, Uruguay, Paraguay y parte de Chile.


*El primer atlas de Argentina
En 1901, se conoció en Buenos Aires el Atlas del plano catastral de la República Argentina de Carlos de Chapeaurouge. Fue el primer atlas de Argentina.
  


*Mapa de Argentina de 1914
A comienzos del siglo XX la cartografía de Argentina se encontraba ya mucho más desarrollada. El siguiente mapa, realizado por el cartógrafo Pablo Ludwig en 1914.
El mapa divide el país en las diferentes provincias e incluye a los países vecinos.


*Mapa de Argentina del Instituto Geográfico Militar
El siguiente mapa de Argentina fue elaborado por el Instituto Geográfico Militar en el año 1954, el organismo encargado para dar forma cartográfica de manera oficial al país.

En 1909 se crea la sección de talleres gráficos del Instituto Geográfico Militar. En 1912 el IGM presenta el ‘Plan de la Carta’, primer proyecto cartográfico integral del territorio argentino.

*Mapa oficial de Argentina del IGN
El 14 de mayo de 2009 el Instituto Geográfico Militar es rebautizado como Instituto Geográfico Nacional (IGN), bajo la dependencia directa del Ministerio de Defensa. Su misión principal es “representar el territorio nacional a través de la cartografía oficial y velar para que los mapas de la República Argentina que se confeccionen, ingresen o circulen en el país se ajusten a dicha cartografía oficial”, tal y como explica en su página web.


 *El mapa de Argentina bicontinental
Argentina cambió su mapa en 2010 para dar un mayor protagonismo a la Antártida.