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jueves, 4 de junio de 2020


CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO NACIONAL:
PRESIDENCIAS FUNDADORAS

Luego de la batalla de Pavón se sucedieron los gobiernos de Bartolomé Mitre (1862-68), Domingo F. Sarmiento (1868-1874) y Nicolás Avellaneda (1874-1880), quienes concretaron la derrota de las oposiciones del interior, la ocupación del todo el territorio nacional y la organización institucional del país fomentando la educación, la agricultura, las comunicaciones, los transportes, la inmigración y la incorporación de la Argentina al mercado mundial como proveedora de materias primas y compradora de manufacturas.


PRESIDENCIA DE BARTOLOMÉ MITRE


Como presidente, Mitre instituye a Buenos Aires como la Capital Provisional de la Nación e impuso la explotación nacional de las vías de agua y puertos.

Tal vez lo más tristemente célebre de su gestión es la participación Argentina en la "Guerra de la Triple Alianza" contra la República del Paraguay, donde se produjo una verdadera masacre contra el país hermano.

Creó nuestro sistema fiscal y también el jurídico. Durante este periodo se estableció la Corte Suprema de la Nación y para darle base independiente, afianzando su naciente institucionalidad, el presidente nombró a una mayoría de jueces opositores.

Mitre apostó por el metal británico y junto a las inversiones inglesas -para el desarrollo ferroviario- llegaron las locomotoras, los operarios y hasta los maquinistas. Durante esta administración no existió unidad monetaria, ni banco nacional. Se instalaron bancos extranjeros que actuaron como prestamistas. 

La buena situación mundial generó demandas de nuestros productos, vendimos materias primas al exterior, en especial a Inglaterra. 

En materia educativa se impulsó la formación secundaria a través de la creación de colegios nacionales en todo el país.

Una de las más importantes contribuciones de Mitre surgió al finalizar su gobierno, cuando dispuso lo necesario para la elección constitucional de su sucesor, Domingo F. Sarmiento. 



PRESIDENCIA DE DOMINGO F. SARMIENTO




Asumió el mando el 12 de octubre de 1868, volvió al país desde Norteamérica donde se había desempeñado como embajador.
Se realizó en 1869 el primer censo nacional. Puso de relieve los aspectos de la estructura social que necesitaban ser modificados. El censo descubrió un país de grandes extensiones territoriales pero deshabitadas o en poder de los indios y un índice altísimo de analfabetos que alcanzaba el 71%.

Durante la presidencia de Sarmiento, se realizó una vigorosa actividad entorno al tema educativo. Creó las primeras escuelas normales, el Colegio Militar (1870), la Escuela Naval (1872), el Observatorio Astronómico (1872), la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas (1870) y alrededor de ochocientas escuelas primarias. Durante su gobierno la población escolar se elevó de treinta mil a cien mil alumnos. Proyectó la ley sobre la creación de bibliotecas públicas y abrió las primeras escuelas públicas y creó también las primeras escuelas para sordomudos.

Se dio impulso a la inmigración que se asentó preferentemente en el litoral donde se fundaron numerosas colonias agrícolas. En 1871 se inauguró la primera Exposición Nacional en Córdoba donde se exhibían los productos agrícolas, ganaderos e industriales de nuestro país . Mejoró las condiciones sanitarias y de higiene especialmente en la ciudad de Buenos Aires para evitar una nueva epidemia de fiebre amarilla como la que se desató en 1871. Dispuso la creación de un nuevo cementerio en la Chacarita.

Durante su gestión se aprobó el Código Civil creado por Velez Sarsfield, ministro del Interior.

Al finalizar la guerra del Paraguay, su ministro de relaciones exteriores, Mariano Varela, gestionó los acuerdos de paz finales. 

Durante el gobierno de Sarmiento se multiplicaron los diarios y publicaciones de todo tipo. En 1867, apareció "La Capital" de Rosario. En 1869 surgió 'La Prensa" y, en 1870, "La Nación".




PRESIDENCIA DE NICOLÁS AVELLANEDA


El 14 de abril de 1874 se realizaron las elecciones, que fueron ganadas por Avellaneda. Mitre denunció fraude electoral y se aprestó para resistir por las armas.

La revolución estalló el 24 de setiembre de 1874, pero fue completamente derrotada luego de las batallas de La Verde, librada el 6 de noviembre, y Santa Rosa, llevada a cabo el 8 de diciembre luego de ello, Mitre se rindió al ejército.

El nuevo presidente debió abocarse a resolver una apremiante crisis económica que no tenía precedentes en el país. Los problemas internos habían deteriorado la economía nacional.

El incremento de la explotación cerealera produjo un excedente de trigo, iniciándose la exportación hacia Europa. Un acontecimiento que habría de variar fundamentalmente la actividad agropecuaria argentina fue la exportación de los primeros lotes de carne enfriada. 


En materia ferroviaria se continuó el ritmo iniciado en las presidencias anteriores. Se creó el Departamento general de Inmigración, anotándose la entrada de casi 250.000 inmigrantes amparados en una nueva ley dictada al efecto.

El gran crecimiento demográfico (de población) y la mejora de los trasportes favorecieron el desplazamiento masivo de la población europea, aunque los motivos principales fueron las guerras, las oleadas represivas y las crisis económicas.

Los inmigrantes venían atraídos por las múltiples oportunidades de trabajo, los altos salarios y las garantías legales que les ofrecía nuestro país.

Favorecido por la presencia del puerto y la expansión de la red ferroviaria que lo comunicaba con el resto del país, Buenos Aires era el eje vital del comercio de importación y exportación, a la que sumaban su trabajo los miles de inmigrantes que llegaban anualmente a sus muelles.

Durante el gobierno de Avellaneda no escasearon las alteraciones del orden público en las provincias ni los conflictos entre el Poder Ejecutivo Nacional y las autoridades del Interior. Estos conflictos se tradujeron en diversas intervenciones a las provincias. También se llevó a cabo la Campaña al desierto, en busca de la extensión de la frontera sur.










ORIGEN DEL ESTADO-NACIÓN

BREVE RECORRIDO HISTÓRICO DE LA FORMACIÓN DE NUESTRO PAÍS, 
DESDE EL VIRREINATO A 1880



jueves, 28 de mayo de 2020


La particular amistad por correspondencia entre Rosas y San Martín


A pesar de no verse en persona San Martín y Juan Manuel de Rosas tenían una fuerte amistad. Tanto
así que en su testamento le legó su famoso sable corvo. 

Además de sus grandes dotes estratégicos y militares, San Martín era un hombre de ideas y política. Sin embargo esto en ocasiones le jugó una mala pasada con algunos de los políticos de Buenos Aires. Desde su exilio forjó una amistad con Juan Manuel de Rosas quien, según el propio libertador de América, compartía sus mismos deseos para la patria.

Pocos conocen tanto la historia de San Martín como Esteban Ocampo, ex granadero e historiador. Ingresá aquí para conocer más.

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miércoles, 27 de mayo de 2020

Artículo periodístico de Manuel Belgrano 
acerca de la importancia de mantener la unión de una nación, 
escrito una semana antes de que estallara la revolución de mayo de 1810

Causas de la destrucción o de la conservación y engrandecimiento de las naciones 

Procurando indagar en la historia de los pueblos las causas de la extinción de su existencia política, habiendo conseguido muchos de ellos un renombre que ha llegado hasta nuestros días, en vano las hemos buscado en la falta de religión, en sus malas instituciones y leyes, en el abuso de la autoridad de los gobernantes, en la corrupción de costumbres, y demás. Después de un maduro examen y de la reflexión más detenida, hemos venido a inferir, que cada uno de aquellos motivos, y todos juntos no han sido más que concausas, o mejor diremos, los antecedentes que han producido la única, la principal, en una palabra, la desunión. Esta sola voz es capaz de traer a la imaginación los más horribles desastres que con ella puede sufrir la sociedad, sea cual fuere el gobierno que la dirija; basta la desunión para originar las guerras civiles, para dar entrada al enemigo por débil que sea, para arruinar el imperio más floreciente. Tantos ejemplos podemos presentar a nuestros lectores de esto, cuantos han sido los pueblos de quienes nos da noticia la historia antigua y moderna; no hay más que abrir sus hojas, y en ellas se verá la verdad de nuestra proposición. Nos dilataríamos demasiado si nos pusiésemos a referir las uniones que han existido en la Asia, África, Europa y este continente, y describiésemos los hechos que acreditan que la desunión ha traído consigo su anonadamiento, después de haberlas hecho el juguete del primero que se aprovechó de ese estado, y haberlas reducido al de la estupidez más vergonzosa. La historia misma de nuestra nación, en la época que estamos corriendo, nos presenta más de una prueba de que la desunión es el origen de los males comunes en que estamos envueltos, y que nos darán muchos motivos para llorarlos, mientras existamos, aún logrando salir victoriosos de la lucha gloriosa en que se halla nuestra España europea. Todos saben la consonancia que hay entre el cuerpo político, con el cuerpo físico: uno y otro tiene su principio, medio y fin; y así como éste se acelera en el segundo, cuando pierde la unión de las partes que lo componen del mismo modo sucede en el primero, cuando por la división de opiniones, por el choque de intereses, por el mal orden, y otras concausas resulta la desunión. Pero si todavía hay alguno que lo dudare, examine la historia de su propia familia, que no es más que en punto menor la copia de la gran familia que se llama una Nación; y estamos ciertos que encontraría muchas razones para convenir con nosotros, que la desunión de sus individuos le habrá hecho experimentar mil perjuicios, y tal vez descender de la prosperidad a la desgracia más espantosa. 
Por el contrario, la unión ha sostenido a las naciones contra los ataques más bien meditados del poder, y las ha elevado al grado de mayor engrandecimiento; hallando por su medio cuantos recursos han necesitado, en todas las circunstancias o para sobrellevar los infortunios, o para aprovecharse de las ventajas que el orden de los acontecimientos les ha presentado. Ella es la única, capaz de sacar a las naciones del estado de opresión en que las ponen sus enemigos; de volverlas a su esplendor, y de contenerlas en las orillas del precipicio; infinitos ejemplos nos presenta la historia en comprobación de esto; y así es que los políticos sabios de todas las naciones, siempre han aconsejado a las suyas, que sea perpetua la unión y que exista del mismo modo el afecto fraternal entre todos los ciudadanos. La unión es la muralla política contra la cual se dirigen los tiros de los enemigos exteriores e interiores; porque conocen que arruinándola, está arruinada la nación venciendo por lo general el partido de la injusticia, y de sin razón, a quien, comúnmente, lo diremos más bien, siempre se agrega el que aspira a subyugarla. Por lo tanto, es la joya más preciosa que tienen las naciones. Infelices aquellas que dejan arrebatársela, o que permitan, siquiera, que se les descomponga; su ruina es inevitable, y lo peor es, que se hace imposible recuperarla, o si se consigue, es padeciendo las convulsiones más violentas, y los males más penosos. De lo dicho deducimos que la desunión es el aniquilamiento de las naciones; y que al opuesto, la unión cuando no las engrandezca, al menos las conservará en medio de las acechanzas, insidias y ataques por poderosos que sean. Cicerón decía al Senado en su oración acerca de las respuestas de los Augures, "que otro tiempo Roma por su firmeza y valor podía sobrellevar los descuidos del Senado, y aún las injurias de los ciudadanos, pero que ya le era imposible, porque todo se había trastornado; ni se respetaba la autoridad, ni se pagaban los derechos, ni se sostenía la justicia, y en vano se buscaría un ciudadano que se opusiese al torrente que amenaza la salud de la Patria". Pero añade que en medio de tantos males solo la unión puede conservarla, “quare hunc statum, que nunc est, qualis-cumque est, nulla alia re, nisi concordia, retimere possumus". Véase aquí una lección, producto de los grandes conocimientos, y de la propia experiencia de un político tan sabio, dada a su misma Nación, y en ella de todas las demás que habían de sucederle. La unión es un valor inestimable en una nación para su general y particular felicidad; todos sus individuos deben amarla de corazón y pensar y hablar de ella como de la égida de su seguridad; cualesquiera que así lo ejecute, no importa que le falten grandes recursos; con la unión se sostendrá, con la unión será respetable; con ella al fin se engrandecerá.  

Los lugares donde transcurrió la Revolución de Mayo 
ya no existen o cambiaron su fisonomía

Los lugares por donde transcurrió la Revolución de Mayo prácticamente ya no existen porque algunos fueron transformados y otros directamente demolidos, y si bien el Cabildo es el edificio emblemático de aquellos días de 1810, otros espacios de sus alrededores y de la periferia de la ciudad de Buenos Aires de entonces son las huellas borrosas de ese nuevo camino que se abría en la región.

"Una de las características principales de Buenos Aires es que fue construida y reconstruida varias veces y casi no queda nada de aquella ciudad a nivel físico, salvo el trazado de las calles, las plazas y las iglesias, que tampoco se parecen a aquella época", aseguró  Gabriel di Meglio, historiador, investigador del Conicet y director del Museo Nacional del Cabildo.

Di Meglio señaló que "el mayor recuerdo que se tiene es el Cabildo, porque incluso el espacio de la Plaza de Mayo no tiene nada que ver con aquélla época".

La Recova, la calle Defensa, el Colegio San Carlos, la Catedral, la Plaza de Mayo, la casa de Nicolás Rodríguez Peña, los cuarteles de los Patricios, las pulperías de los alrededores, son esos lugares por donde anduvieron los criollos porteños en el marco de un clima social y político que hablaba de cambio, donde los hombres y mujeres que protagonizaron aquellas jornadas iban y venían, debatían, se enfrentaban, decidían enfervorizados, expectantes, pugnando por sus intereses y contra España.

La Plaza de la Victoria (que era la Plaza Mayor antes de las Invasiones Inglesas y posteriormente la Plaza de Mayo) fue un espacio fundamental en ese momento, pero no tenía la dimensión ni la forma actual; eran dos plazas divididas por el edificio comercial de la Recova, y del lado del Cabildo y la Catedral estaba la plaza política: allí la gente podía reunirse para protestar o exigir alguna cuestión política. En tanto, la otra plaza estaba en el lugar donde hoy se encuentra la Casa Rosada, que era el fuerte de Buenos Aires, la sede del gobierno virreinal.

Di Meglio describió algunos de los lugares más conocidos donde se reunían los protagonistas de la revolución, que hoy no existen, como la casa de uno de los promotores de este proceso, el comerciante y militar Rodríguez Peña, que estaba ubicada en la actual plaza que lleva su nombre en Callao, entre Paraguay y Marcelo T. de Alvear, que por entonces estaba en las afueras de la ciudad. "Rodríguez Peña tenía una jabonería que administraba Hipólito Vieytes, que no existe más, ubicada en la zona actual de la intersección de Venezuela y la Avenida 9 de julio", dijo el historiador.

Otro espacio fundamental es lo que hoy se llama la Manzana de las Luces, allí estaban los cuarteles desde 1806, que no era el ejército si no vecinos armados, y estaba el cuartel de Patricios que fueron muy importantes para que triunfe la revolución. Ese espacio tampoco existe como tal. No obstante, hay un edificio jesuita que es anterior, el Colegio San Carlos, donde uno puede imaginarse como era la época. Otro lugar importante, sobre todo a partir de 1810, era el Café de Marcos, donde se reunía el grupo de Mariano Moreno.

También están las pulperías, que había prácticamente una por esquina donde se juntaba la gente común, los pobres, que van a tener un papel importante sobre todo después del 25.

Por su parte, el historiador e investigador de la dirección de Patrimonio Histórico de la ciudad de Buenos Aires, Enrique Rovira, además de referirse a espacios que describió di Meglio, mencionó la importancia de la Catedral donde "se hizo el primer Tedeum en el que participan los cabildantes y los religiosos, era una acción de gracia que se celebraba por el rey que estaba cautivo y por otro lado, por la formación de la Junta, y así es como esa celebración del Tedeum quedó como tradición hasta nuestros días".

Rovira se refirió a la Recova, donde se ejercía el comercio con locales para la venta de distintos productos, ubicado frente al Cabildo, en la mitad de la Plaza de Mayo, "un lugar con arcadas simétricas, que se había hecho en 1804 para despejar la Plaza de la Victoria", del que no quedó nada. Esa plaza no tenía árboles, ni jardín, ni canteros, porque era un lugar donde llegaban las carretas que traían los productos del puerto.

sábado, 16 de mayo de 2020


Las noticias que desencadenan la revolución de mayo

Todo fue cambiando

Hacía tiempo que el ritmo natural que durante siglos había caracterizado a las colonias españolas de América se había alterado: las guerras en Europa, las  reformas borbónicas de la segunda mitad del siglo XVIII, la inquietud de la aristocracia española americana y el descontento de muchos criollos que generaban no pocas preocupaciones, el comercio con los ingleses y la circulación de ideas derivadas de la Revolución Francesa hacían que la sociedad de los estratos sociales definidos y duraderos comenzara a resquebrajarse.

Llegan noticias

El 13 de mayo de 1810, los habitantes de Buenos Aires pudieron confirmar los rumores que circulaban intensamente. La fragata John Paris, que había partido de Gibraltar el 22 de marzo o, según otras versiones, el buque Mistletoe, traía la noticia de la caída, en manos de los ejércitos napoleónicos, de la Junta Central de Sevilla, último bastión de la Corona española en pie.

El viernes 18 el virrey Cisneros dirigió una proclama a “los leales y generosos pueblos del virreinato de Buenos Aires” en la que anunciaba que “en el desgraciado caso de una total pérdida de la península y falta del Supremo Gobierno", él asumiría el poder acompañado por otras autoridades de la Capital y todo el virreinato y se pondría de acuerdo con los otros virreyes de América para crear una Regencia Americana en representación de Fernando. 

Cisneros aclaraba que no quería el mando sino la gloria de luchar en defensa del monarca contra toda dominación extraña y, finalmente, prevenía al pueblo sobre "los genios inquietantes y malignos que procuran crear divisiones".

El principio del fin

Nadie ignoraba que la Junta que había nombrado a Cisneros como virrey, de donde emanaba su autoridad, había desaparecido y los patriotas porteños creyeron que era momento de convocar a un Cabildo Abierto que discutiera los pasos a seguir. Muy pronto se precipitarían los sucesos del 25 de mayo.




Invasiones inglesas

En la segunda mitad del siglo XVIII el dominio inglés de los mares era indiscutible. Para los barcos franceses, holandeses y españoles, cruzar los mares podía ser una aventura peligrosa. 

Entre 1702 y 1808 España e Inglaterra sostuvieron seis conflictos armados. Una consecuencia directa de esta batallas fue que España fue espaciando sus comunicaciones y la provisión de sus colonias americanas. La protección militar de sus dominios se vio seriamente debilitada. 

En el viejo mundo el principal obstáculo para la expansión napoleónica era Inglaterra. Napoleón comenzó a soñar con dominar las dos riberas del Canal de la Mancha. El encuentro entre la flota aliada de España y Francia, por un lado, y los ingleses, por otro, se produjo finalmente el 21 de octubre de 1805 en Trafalgar, cerca de Cádiz.

La pericia del almirante Nelson determinó el triunfo total de los británicos. La flota aliada quedó prácticamente aniquilada.

Primera invasión inglesa

La noche del 24 de junio de 1806, el virrey Sobremonte asistía a la función teatral de la obra de Moratín El Sí de las niñas, cuando recibió una comunicación del Comandante de Ensenada de Barragán, capitán de navío francés Santiago de Liniers, en la que le informaba que una flota de guerra inglesa se acercaba y que había disparado varios cañonazos sobre su posición.

A las 11 de la mañana del 25 de junio de 1806, los ingleses desembarcaron en Quilmes y en pocas horas ocuparon Buenos Aires.

El virrey Sobremonte huyó y trató de salvar los caudales públicos (tesoros), pero estos serían finalmente capturados por los británicos. Parte del botín se repartió entre la tropa. 

Beresford, comandante inglés, en su primera proclama dice que la población de Buenos Aires está "cobijada bajo el honor, la generosidad y la humanidad del carácter británico". Se apresuró a decretar la libertad de comercio y redujo los derechos de Aduana para los productos británicos. 

Muchos funcionarios criollos pasaron por el fuerte a jurar fidelidad a su "Gloriosa Majestad". Manuel Belgrano prefirió retirarse a su estancia de la Banda Oriental. Antes de irse pronunciará su famosa frase: «Queremos al viejo amo o a ninguno».

Buenos Aires sería por 46 días una colonia inglesa. El Times de Londres, decía:


"En este momento Buenos Aires forma parte del Imperio Británico, y cuando consideramos las consecuencias resultantes de tal situación y sus posibilidades comerciales, así como también de su influencia política, no sabemos cómo expresarnos en términos adecuados a nuestra idea de las ventajas que se derivarán para la nación a partir de esta conquista."

Los oficiales ingleses alternaban con las principales familias porteñas y se alojaban en sus casas, donde se sucedían las fiestas en homenaje a los invasores. Pero la mayoría de la población, que era hostil a los invasores y estaba indignada por la ineptitud de las autoridades españolas, decidió prepararse para la resistencia. 

Aparecieron varios proyectos para acabar con los ingleses, desde volar el fuerte y todas las posiciones inglesas, hasta financiar cualquier acción contra los invasores. 

El jefe del fuerte de la ensenada de Barragán, el marino francés Santiago de Liniers, se trasladó a Montevideo y organizó las tropas para reconquistar Buenos Aires. Pocas semanas después del desembarco, Liniers y su gente obligaron a Beresford, tras haber perdido 300 de sus hombres, a rendirse el 12 de agosto de 1806.

El Times no salía de su asombro:


"El ataque sobre Buenos Aires ha fracasado y hace ya tiempo que no queda un solo soldado británico en la parte española de Sudamérica. Los detalles de este desastre, quizás el más grande que ha sufrido este país desde el comienzo de la guerra revolucionaria, fueron publicados en el número anterior."

Ante la ausencia del Virrey Sobremonte, un Cabildo abierto otorgó a Liniers el mando militar de la ciudad, como corolario de una "pueblada". Esta medida era claramente revolucionaria: el cabildo ejerciendo su soberanía, pasaba por encima de la voluntad del virrey.

Segunda invasión inglesa

Frente a la posibilidad de una nueva invasión, los vecinos se movilizaron para la defensa formando las milicias ante el fracaso de la tropa regular española.

Todos los habitantes de la capital se transformaron en milicianos. Liniers permitió que cada hombre llevara las armas a su casa y puso a cargo de cada jefe las municiones de cada unidad de combate.

Los nacidos en Buenos Aires formaron el cuerpo de Patricios, en su mayoría eran jornaleros y artesanos pobres; los del interior, el de Arribeños, porque pertenecían a las provincias "de arriba", compuesto por peones y jornaleros; los esclavos e indios, el de pardos y morenos. Por su parte los españoles se integraron en los cuerpos de gallegos, catalanes, cántabros, montañeses y andaluces. En cada milicia los jefes y oficiales fueron elegidos por sus integrantes democráticamente.

Entre los jefes electos se destacaban algunos jóvenes criollos que accedían por primera vez a una posición de poder y popularidad. Allí estaban Cornelio Saavedra, Manuel Belgrano, Martín Rodríguez, Hipólito Vieytes, Domingo French, Juan Martín de Pueyrredón y Antonio Luis Beruti.

La ciudad se militarizó pero también se politizó. Las milicias eran ámbitos naturales para la discusión política y el espíritu conspirativo iba tomando forma lenta pero firmemente. 

Tal como se preveía, en junio de 1807, una nueva expedición inglesa encabezada por el General Whitelocke, con doce mil hombres y cien barcos mercantes cargados de productos británicos, trató de apoderarse de Buenos Aires.

Tras vencer las primeras resistencias, los invasores avanzaron sobre la ciudad.

La capital ya no estaba indefensa. Liniers, y Álzaga, alcalde de la ciudad, habían alistado 8.600 hombres y organizado a los vecinos. Los improvisados oficiales habían sido civiles hasta pocos meses antes, como el hacendado Cornelio Saavedra.

Cuando los ingleses pensaban que volverían a desfilar por las estrechas calles, desde los balcones y terrazas fueron recibidos a tiros, pedradas y torrentes de agua hirviendo. Entre sorprendidos y chamuscados los ingleses optaron por rendirse. 

En el acta de la capitulación pretenden, infructuosamente, incluir una cláusula que los autorizaría a vender libremente la abundante mercadería traída en los barcos.