Artículo periodístico de Manuel Belgrano
acerca de la importancia de mantener la unión de una
nación,
escrito una semana antes de que
estallara la revolución de mayo de 1810
Causas de la destrucción o de la conservación y engrandecimiento de las naciones
Procurando indagar en la historia de los pueblos las causas de la extinción de su existencia
política, habiendo conseguido muchos de ellos un renombre que ha llegado hasta nuestros
días, en vano las hemos buscado en la falta de religión, en sus malas instituciones y leyes, en el
abuso de la autoridad de los gobernantes, en la corrupción de costumbres, y demás.
Después de un maduro examen y de la reflexión más detenida, hemos venido a inferir, que
cada uno de aquellos motivos, y todos juntos no han sido más que concausas, o mejor
diremos, los antecedentes que han producido la única, la principal, en una palabra, la
desunión.
Esta sola voz es capaz de traer a la imaginación los más horribles desastres que con ella puede
sufrir la sociedad, sea cual fuere el gobierno que la dirija; basta la desunión para originar las
guerras civiles, para dar entrada al enemigo por débil que sea, para arruinar el imperio más
floreciente.
Tantos ejemplos podemos presentar a nuestros lectores de esto, cuantos han sido los pueblos
de quienes nos da noticia la historia antigua y moderna; no hay más que abrir sus hojas, y en
ellas se verá la verdad de nuestra proposición.
Nos dilataríamos demasiado si nos pusiésemos a referir las uniones que han existido en la Asia,
África, Europa y este continente, y describiésemos los hechos que acreditan que la desunión
ha traído consigo su anonadamiento, después de haberlas hecho el juguete del primero que se
aprovechó de ese estado, y haberlas reducido al de la estupidez más vergonzosa.
La historia misma de nuestra nación, en la época que estamos corriendo, nos presenta más de
una prueba de que la desunión es el origen de los males comunes en que estamos envueltos, y
que nos darán muchos motivos para llorarlos, mientras existamos, aún logrando salir
victoriosos de la lucha gloriosa en que se halla nuestra España europea.
Todos saben la consonancia que hay entre el cuerpo político, con el cuerpo físico: uno y otro
tiene su principio, medio y fin; y así como éste se acelera en el segundo, cuando pierde la
unión de las partes que lo componen del mismo modo sucede en el primero, cuando por la
división de opiniones, por el choque de intereses, por el mal orden, y otras concausas resulta la
desunión.
Pero si todavía hay alguno que lo dudare, examine la historia de su propia familia, que no es
más que en punto menor la copia de la gran familia que se llama una Nación; y estamos ciertos
que encontraría muchas razones para convenir con nosotros, que la desunión de sus
individuos le habrá hecho experimentar mil perjuicios, y tal vez descender de la prosperidad a
la desgracia más espantosa.
Por el contrario, la unión ha sostenido a las naciones contra los ataques más bien meditados
del poder, y las ha elevado al grado de mayor engrandecimiento; hallando por su medio
cuantos recursos han necesitado, en todas las circunstancias o para sobrellevar los infortunios,
o para aprovecharse de las ventajas que el orden de los acontecimientos les ha presentado.
Ella es la única, capaz de sacar a las naciones del estado de opresión en que las ponen sus
enemigos; de volverlas a su esplendor, y de contenerlas en las orillas del precipicio; infinitos
ejemplos nos presenta la historia en comprobación de esto; y así es que los políticos sabios de
todas las naciones, siempre han aconsejado a las suyas, que sea perpetua la unión y que exista
del mismo modo el afecto fraternal entre todos los ciudadanos.
La unión es la muralla política contra la cual se dirigen los tiros de los enemigos exteriores e
interiores; porque conocen que arruinándola, está arruinada la nación venciendo por lo
general el partido de la injusticia, y de sin razón, a quien, comúnmente, lo diremos más bien,
siempre se agrega el que aspira a subyugarla.
Por lo tanto, es la joya más preciosa que tienen las naciones. Infelices aquellas que dejan
arrebatársela, o que permitan, siquiera, que se les descomponga; su ruina es inevitable, y lo
peor es, que se hace imposible recuperarla, o si se consigue, es padeciendo las convulsiones
más violentas, y los males más penosos.
De lo dicho deducimos que la desunión es el aniquilamiento de las naciones; y que al opuesto,
la unión cuando no las engrandezca, al menos las conservará en medio de las acechanzas,
insidias y ataques por poderosos que sean. Cicerón decía al Senado en su oración acerca de las
respuestas de los Augures, "que otro tiempo Roma por su firmeza y valor podía sobrellevar los
descuidos del Senado, y aún las injurias de los ciudadanos, pero que ya le era imposible,
porque todo se había trastornado; ni se respetaba la autoridad, ni se pagaban los derechos, ni
se sostenía la justicia, y en vano se buscaría un ciudadano que se opusiese al torrente que
amenaza la salud de la Patria".
Pero añade que en medio de tantos males solo la unión puede conservarla, “quare hunc
statum, que nunc est, qualis-cumque est, nulla alia re, nisi concordia, retimere possumus".
Véase aquí una lección, producto de los grandes conocimientos, y de la propia experiencia de
un político tan sabio, dada a su misma Nación, y en ella de todas las demás que habían de
sucederle.
La unión es un valor inestimable en una nación para su general y particular felicidad; todos sus
individuos deben amarla de corazón y pensar y hablar de ella como de la égida de su
seguridad; cualesquiera que así lo ejecute, no importa que le falten grandes recursos; con la
unión se sostendrá, con la unión será respetable; con ella al fin se engrandecerá.
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