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lunes, 14 de febrero de 2022
lunes, 20 de septiembre de 2021
Los gobiernos de Juan Manuel de Rosas
Juan Manuel de Rosas nació en Buenos Aires el 30 de marzo de 1793. Provenía de una familia muy adinerada. Cursó sus primeros estudios en un colegio privado pero su vocación no iba para el lado de las letras sino para las tareas rurales.
Durante las invasiones inglesas participó activamente de la defensa en el regimiento de Migueletes de Caballería. Tras la reconquista volvió al campo. Se mantuvo completamente al margen de los sucesos de la revolución de mayo.
En marzo de 1813 se casó con Encarnación Ezcurra, quien sería su compañera en la vida y en la política. Tras el casamiento Rosas devuelve a sus padres los campos que les administraba y decide formar su propia empresa: la explotación ganadera, saladero de pescado y exportación de productos varios en la estancia de Los Cerrillos. La dirección de sus estancias le dio a Rosas un gran conocimiento sobre la vida y las costumbres de sus peones.
Tras la caída del Directorio, en 1820, Rosas comienza a participar activamente de la política bonaerense. Apoyó e impuso la candidatura de Martín Rodríguez a la gobernación de Buenos Aires. Participó activamente en el Pacto de Benegas entre Santa Fe y Buenos Aires y se hizo cargo de entregarle al caudillo santafecino, Estanislao López, 30.000 cabezas de ganado.
El derrocamiento de Dorrego y su posterior fusilamiento a manos de Lavalle, vuelve a colocar a Rosas en el primer plano de la política.
Luego de este episodio, Lavalle marcha hacia Santa Fe para encontrarse con Paz, pero es derrotado en Puente de Márquez por las fuerzas aliadas de López y Juan Manuel de Rosas. Lavalle firma entonces con Rosas el pacto de Cañuelas, que nombra como gobernador interino de Buenos Aires a Viamonte y convoca a una reunión de la sala de representantes porteña para elegir el gobernante definitivo.
El 8 de Diciembre de 1829 la Sala de Representantes proclamó a Juan Manuel de Rosas gobernador de Buenos Aires, otorgándole las facultades extraordinarias y el título de Restaurador de las Leyes.
Rosas llevó a cabo una administración provincial ordenada. Recortó los gastos, aumentó los impuestos, superando lentamente el déficit fiscal heredado, y reanudó las relaciones con la Santa Sede (Vaticano), suspendidas desde 1810.
Fue el sector terrateniente el que sustentó el liderazgo rosista. La estructura social durante este período estuvo basada en la tierra. La gran estancia era la que confería status y poder.
Acompañaban a Rosas en el poder los grupos dominantes porteños que no estaban dispuestos a compartir las rentas de la aduana con el resto de las provincias. El restaurador les garantizaba el orden y la disciplina social necesarios para desarrollar sus actividades económicas.
Rosas gozaba de un gran cantidad de seguidores entre sectores populares de Buenos Aires, y, de esta forma, aparecía ante los terratenientes de la provincia como el único capaz de contener y encauzar las demandas de las clases bajas.
En agosto de 1830 varias provincias del interior conforman la Liga Unitaria bajo el liderazgo del General Paz.
En enero de 1831 Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos firmaron el Pacto Federal, una alianza político militar para terminar con los unitarios de Paz.
Finalmente Paz será derrotado y capturado por López. Rosas, López y Quiroga dominaban la confederación. Pero el restaurador demostró ser el más poderoso y continuó aislando a Buenos Aires de las otras provincias.
En 1832 Rosas fue reelecto como gobernador de Buenos Aires. Exigió que se le renovaran las facultades extraordinarias. La Sala de Representantes se opuso y Rosas renunció.
Fue electo el general Juan Ramón Balcarce, candidato de Rosas que, entre 1833 y 1834, emprendió una campaña al desierto financiada por la provincia y los estancieros bonaerenses preocupados por la amenaza indígena sobre sus propiedades.
Rosas combinó durante la campaña, la conciliación con la represión. Pactó con los Pampas y se enfrentó con los ranqueles y la Confederación liderada por Juan Manuel Calfucurá. El éxito obtenido por el restaurador en la campaña aumentó aún más su prestigio político entre los propietarios bonaerenses, que aumentaron sus riquezas al incorporar nuevas tierras y se sintieron más seguros con la amenaza indígena bajo control.
Rosas se alejó de la provincia pero no de los manejos políticos. Su mujer, Encarnación Ezcurra era su fiel representante y con el apoyo de la Mazorca, conspiró contra los gobiernos de Balcarce, Viamonte y Maza que se sucedieron durante la ausencia del restaurador.
La agitación política conducida por Encarnación contribuyó de manera decisiva a crear un clima de gran inestabilidad favorable a los intereses de Rosas. Un hecho agravará aún más la situación. El caudillo riojano Juan Facundo Quiroga, residía por entonces en Buenos Aires bajo el amparo de Juan Manuel de Rosas, le había manifestado sus inquietudes sobre la necesidad de convocar a un congreso y organizar constitucionalmente al país. Rosas se opuso argumentando que no estaban dadas las condiciones y consideraba que era imprescindible que, previamente, cada provincia se organice. Rosas sabía que la organización nacional implicaría la pérdida para Buenos Aires de las rentas aduaneras, entre otros privilegios.
Quiroga fue asesinado el 16 de febrero de 1835 en Barranca Yaco, provincia de Córdoba. Su muerte
determinó la renuncia de Maza y provocó entre los legisladores porteños que prevaleciera la idea de la necesidad de un gobierno fuerte, de mano dura. Por una amplia mayoría de votos fue electo nuevamente Juan Manuel de Rosas, en marzo de 1835, esta vez con la suma del poder público.
El poder rosista se consolidó mediante el uso obligatorio de la divisa punzó, del riguroso control de la prensa; y de una dura represión a la oposición ideológica y política realizada por la Sociedad Popular Restauradora, conocida como la Mazorca, la fuerza de choque de Rosas, encargada de la intimidación y la eliminación de los opositores. Durante el largo período rosista, la Mazorca se cobró miles de víctimas.
En 1835, Rosas sancionó la Ley de Aduanas, que protegía a las materias primas y productos locales, prohibiendo en algunos casos y cobrando altos impuestos, en otros, el ingreso de la mercadería importada que pudiera perjudicar a la producción nacional. La Ley favoreció a las provincias pero sobre todo a Buenos Aires que aumentó notablemente sus ingresos aduaneros. Todo producto argentino destinado al exterior debía pagar un impuesto a Buenos Aires y todo producto extranjero destinado a cualquier parte del país debía pagar también a Buenos Aires.
En esta segunda gobernación Rosas favoreció la venta o el otorgamiento de las tierras públicas que pasaron a manos de los grandes ganaderos. Otorgó opción de compra de tierras a los arrendatarios de contratos de enfiteusis facilitando así el acceso a la propiedad privada tanto al norte como al sur del río Salado.
Rosas mantuvo durante gran parte de su mandato excelentes relaciones con los comerciantes británicos y su gobierno. No obstante, Francia no había obtenido de Rosas un tratado comercial como el que Inglaterra había conseguido de Rivadavia.
Se produce un conflicto diplomático y las naves francesas que estaban estacionadas en el Río de la Plata, bloquearon el puerto de Buenos Aires a fines de marzo de 1838. El bloqueo se mantuvo por dos años generando una obligada política proteccionista, más allá de la Ley de Aduana. Los ganaderos del Sur de la provincia se rebelaron contra Rosas ante la caída de los precios de la carne y las dificultades provocadas por el cerco francés al puerto. Durante el bloqueo se reanudó la guerra civil. Lavalle, con el apoyo francés, invadió Entre Ríos y Santa Fe pero fracasó en su intento de tomar Buenos Aires por carecer de los apoyos necesarios y debió marchar hacia el Norte.
En 1840, finalmente, Francia pone fin al bloqueo. El gobierno de Buenos Aires se comprometió a indemnizar a los ciudadanos franceses, les otorgó los mismos derechos que a los ingleses y decretó una amnistía. Concluido el conflicto con Francia, Rosas limitó la navegación de los ríos Paraná y Uruguay. Bloqueó el puerto de Montevideo y ayudó a Oribe a invadir el Uruguay y a sitiar la capital en 1843. Estas actitudes de Rosas afectaron los intereses de los comerciantes y financistas extranjeros.
En 1845, el puerto de Buenos Aires fue bloqueado nuevamente, esta vez por una flota anglo-francesa. A pesar de la heroica resistencia de Lucio N. Mansilla y sus fuerzas, en la Vuelta de Obligado, una flota extranjera rompió las cadenas colocadas de costa a costa y se adentró en el Río Paraná. El bloqueo no sólo afectaba los intereses de los extranjeros, también perjudicaba a los estancieros del Litoral que no podían navegar libremente por el río Paraná y debían comerciar sus productos por el puerto de Buenos Aires, entre los afectados estaba Justo José de Urquiza, que gobernaba la provincia de Entre Ríos.
Los ingleses levantaron el bloqueo en 1847 mientras que los franceses lo hicieron un año después. La firme actitud de Rosas durante los bloqueos le valió la felicitación del General San Martín y un apartado especial en su testamento: "El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sur le será entregado al general Juan Manuel de Rosas, como prueba de la satisfacción que, como argentino, he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla."
Los bloqueos impusieron sacrificios a los sectores populares pero no tanto a los estancieros, financistas y grandes comerciantes. Estos grupos disponían de importantes reservas de dinero para sobrellevar los malos tiempos. Por otra parte, durante este período se restringe el sacrificio de animales de manera que al finalizar los bloqueos, las estancias se encuentran con su ganado multiplicado y listo para ser exportado.
Año tras año, argumentando razones de salud, Rosas presentaba su renuncia a la conducción de las relaciones exteriores de la confederación, con la seguridad de que no le sería aceptada. En 1851 el gobernador de Entre Ríos emitió un decreto, conocido como el Pronunciamiento de Urquiza, en el cual aceptaba la renuncia de Rosas y reasumía para Entre Ríos la conducción de las relaciones exteriores. El conflicto era en esencia económico: Entre Ríos venía reclamando la libre navegación de los ríos, lo que permitiría el intercambio de su producción con el exterior sin necesidad de pasar por Buenos Aires.
Armado de alianzas internacionales, Urquiza decidió enfrentar al gobierno bonaerense. El emperador de Brasil, Pedro II proveería infantería, caballería, artillería y todo lo necesario, incluso la escuadra. Así fue como alistó a sus hombres en el Ejército Grande, y avanzó sobre Buenos Aires, derrotando a Rosas en la Batalla de Caseros, el 3 de Febrero de 1852.
Vencido, el Gobernador de Buenos Aires se embarcó hacia Inglaterra. Allí se instaló y volvió a dedicarse a las tareas rurales hasta su muerte ocurrida el 14 de marzo de 1877, a los ochenta y cuatro años.
lunes, 26 de julio de 2021
Las mujeres del Ejército de los Andes
Las guerras por la independencia americana no fueron solo cosas de hombres. En el gran esfuerzo de preparar y ejecutar la campaña de los Andes y la liberación de Chile y del Perú fue destacable la participación de las mujeres ya fueran ellas mestizas, mulatas, señoras o patricias. Si bien es sabido que San Martín no permitía mujeres en el ejército por él creado, ellas hicieron grandes esfuerzos. La creación de la Patria necesitaba, además de corazón y fe, trabajo.
La revolución introdujo muchos cambios en la vida social y cultural del ex Virreinato del Río de la Plata, tanto en las familias de las elites como la de los sectores populares . Y las mujeres no estuvieron al margen de ese proceso. Por el contrario, tuvieron un rol protagónico y participaron de diferentes formas. Algunas pelearon en las batallas, otras contribuyeron a la organización del ejército y muchas lo hicieron de manera anónima.
Esa convicción de "ser libres" animó la iniciativa liderada por Mariquita Sánchez de Thompson, quien antes de cantar el himno en las tertulias en Buenos Aires, incitó a las mujeres de su clase (como la joven Remedios de Escalada que ya noviaba con San Martín) a comprar las armas que empuñarían los soldados del general Manuel Belgrano bajo la condición que sus nombres fueran grabados en los fusiles.
Por su parte, Remedios de Escalada pertenecía a una familia que se sumó tempranamente a la causa revolucionaria, y junto a su madre, hermanas y amigas conformaron la Sociedad Patriótica en el año 1812, con el objetivo de comprar armamento y ropa. Luego, en Mendoza se integró rápidamente a la sociedad local para liderar cuantiosas operaciones logísticas relacionadas con el equipamiento del ejército de los Andes, como organizar colectas y coser camisas para los soldados. Además, junto a Laureana Ferrari, Margarita Corvalán y Dolores Prats de Huisi, cosieron y bordaron la Bandera del Ejército, quienes fueron asistidas de manera decisiva por tres monjas del Monasterio de la Compañía de María.
Para ataviar a más de 5.000 soldados, más tiendas y frazadas, se requirió del trabajo de una gran cantidad de mujeres que vivían en la Intendencia, sin distinción del grupo social de pertenencia y entre las que se hallaban las reclusas encerradas en la Casa de Recogidas. En definitiva, un ejército de costureras compuesto por indígenas, chinas y negras trabajaron intensamente durante ocho meses.
Además de las patricias costureras, las bordadoras de la bandera de los Andes, hubo mujeres espías y agitadoras como Mercedes Sánchez y la maestra de postas Eulalia Calderón y hasta cierta muchacha que llamaban "Chingolito" que logró seducir y recoger información útil de Marcó del Pont. También, hubo otras, cuyas acciones trasgredieron los imperativos sociales y traspasaron las fronteras de lo concebido como “propiamente femenino”, que las llevó a apropiarse de rasgos reservados a los varones. Es decir, las que se disfrazaron de varones para integrar el ejército de los Andes, como Pascuala Meneses, una joven mendocina de 19 años, muy pobre, que se vistió de varón y logró enrolarse con el nombre de Pascual. Sin embargo, en plena travesía fue descubierta llegando a Uspallata por el general Las Heras, quien le ordenó que regresara a Mendoza ya que San Martín no aceptaba presencia femenina entre sus filas. Mejor suerte tuvo Josefa Tenorio, al lograr su objetivo. Cuando se enteró que, de ganar la guerra los realistas, todos los esclavos que habían sido declarados libres volverían a la esclavitud, decidió alistarse para prestar servicio en los Ejércitos de la Patria. Una vez llegada al campamento de El Plumerillo se le proveyó un uniforme de hombre, sable, pistola y montando su propio caballo se alistó en las fuerzas del general Juan Gregorio de Las Heras, quien le confió una bandera para que la llevase con honor. Agregada al cuerpo del comandante general de guerrillas, Toribio Dávalos, sufrió todo el rigor de la campaña. Hoy es recordada como la mujer que cruzó los Andes. Otra mujer destacada fue Pancha Hernández, nacida en San Luis, que logró obtener la autorización de San Martín para acompañar a su marido en la gesta. Vestida con uniforme de granadera y con el pelo corto, peleó en la campaña libertadora de Chile y llegó hasta Lima en 1821, con el ejército libertador.
La integridad moral y espiritual de las mujeres cumplió un papel fundamental en las campañas libertadoras a Chile y Perú. Sin distinción de razas y clase social, dieron lo que estaba a su alcance: cosieron, cocinaron, hicieron donaciones y colectas, lucharon codo a codo, curaron a los soldados, que debido a los fuertes vientos la conjuntivitis dañaba los ojos y fueron ellas las que se los limpiaban con infusiones, curaron quebraduras, se metían en los campos de batalla para aliviar a los heridos, eran ellas las que abrían sus lesiones para limpiar las infecciones...
Sin embargo, como ya sabemos, en la historia de la humanidad, la presencia de la mujer, generalmente, ha pasado inadvertida. Pero a pesar del silencio, del poco reconocimiento de otros tiempos hoy estamos al tanto de que la historia también la escribieron ellas, las mujeres, las heroínas, las pensadoras, las descubridoras y las luchadoras, que participaron tanto como el hombre en la construcción de esta patria.
miércoles, 12 de mayo de 2021
Los primeros gobiernos patrios
1810 - 1820
El 25 de mayo de 1810 asumió la Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata, también conocida como "Primera Junta".
Con la incorporación de los diputados del interior quedó constituida, a fines de 1810, la llamada Junta Grande. Esto provocó la renuncia de Mariano Moreno y el enfrentamiento dentro de la nueva junta de sus partidarios y los de Cornelio Saavedra. Los primeros eran partidarios de cambios profundos y de manejar la revolución desde Buenos Aires mientras que los segundos, eran más conservadores y proponían compartir las decisiones con las provincias. Las derrotas del Ejército del Norte, hacían peligrar la continuidad de la lucha contra los realistas, haciendo toar decisiones rápidas : cambiar a la Junta Granda por otra forma de gobierno.
La creación de un poder ejecutivo de tres miembros, el Triunvirato, se concretó el 23 de septiembre de 1811. Los triunviros Juan José Paso, Feliciano Chiclana y Manuel de Sarratea y el secretario, Bernardino Rivadavia, pensaron que las exigencias de la guerra hacían necesario un poder ejecutivo fuerte y disolvieron todas las juntas provinciales . Estas medidas concentraron todo el poder en Buenos Aires y dejaron al interior sin representantes.
Un logro fundamental del Segundo Triunvirato fue la concreción del Congreso Constituyente, postergado desde 1810, convocando .a elecciones para diputados a la Asamblea General Constituyente.
La Asamblea inauguró sus sesiones a fines de enero de 1813 y se proclamó representante de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Tenía por objetivos proclamar la independencia y sancionar una constitución que incluyese la forma republicana de gobierno y la división de poderes. No se logró. Sin embargo, la obra de la Asamblea fue importante aprobó el uso de los símbolos patrios, abolió el uso del escudo de Armas de España, suprimió el uso de la imagen del rey de España en la moneda, sustituyéndola por el escudo nacional; declaró fiesta cívica al 25 de Mayo, dictó la libertad de vientres de las esclavas, suprimió la mita y el yanaconazgo; abolió los títulos de nobleza; prohibió y mandó a destruir los instrumentos de tortura, entre muchas otras.
Mientras sesionaba la Asamblea, se produjo en Europa la derrota de Napoleón. El consecuente retorno de Fernando VII al trono español complicó las cosas. El primer mensaje de Fernando VII a los revolucionarios americanos fue contundente: América era una colonia española y las juntas que gobernaban en su nombre habían caducado. Estaba claro que el rey intentaría por todos los medios reconquistar estos territorios.
Con la excusa de la amenaza exterior, la Asamblea, dominada por Alvear, dio un paso más en la concentración del poder: creó un poder ejecutivo unipersonal, el Directorio. Gervasio Posada fue el primer Director Supremo del Río de la Plata. Fueron siete los Directores Supremos designados entre los años 1814 y 1820:
-Gervasio Antonio Posadas (22 de enero de 1814 - 9 de enero de 1815)
-Carlos María de Alvear (10 de enero de 1815 - 15 de abril de 1815)
-José Rondeau (no asumió)
-Ignacio Álvarez Thomas (20 de abril 1815 - 16 de abril de 1816)
-Antonio González Balcarce (16 de abril de 1816 - 3 de mayo de 1816)
-Juan Martín de Pueyrredón (3 de mayo de 1816 - 11 de junio de 1819)
-José Rondeau (11 de junio de 1819 -1 de febrero 1820)
En el plano internacional, llegaron a Buenos Aires certeros rumores de que en España se estaba preparando una poderosa expedición militar para aplastar a los movimientos patriotas y se decidió enviar una misión diplomática a España, a cargo de Belgrano y Rivadavia.
En 1815, el director interino Ignacio Álvarez Thomas, envió una circular a las provincias invitándolas a realizar la elección de diputados para un congreso general que se reuniría en Tucumán. Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y la Banda Oriental decidieron no enviar representantes. Tampoco asistirían diputados de Paraguay y del Alto Perú, con excepción de Chichas o Potosí, Charcas (Chuquisaca o La Plata) y Mizque o Cochabamba.
Para 1816 la situación de los patriotas no podía ser peor. Por entonces, se vivía en Europa una ola de restauración monárquica (reyes). Entre los reyes que volvían a sus tronos, Fernando VII aparecía como uno de los más reaccionarios. Volvía decidido a recuperar las colonias americanas a toda costa. En América Latina, las cosas iban de mal en peor. En México, a fines de 1815, el fusilamiento del sacerdote revolucionario José María Morelos parecía poner punto final al levantamiento antiespañol. En Venezuela y Nueva Granada (Colombia), una poderosa expedición derrotaba a los patriotas y, en 1815, Simón Bolívar marchaba hacia el exilio en la isla de Jamaica. En Chile, los patriotas estaban dispersos. Los realistas (españoles) habían recuperado el poder y amenazaban seriamente con invadir las últimas provincias rebeldes, las del Río de la Plata, del otro lado de la cordillera.
El 24 de marzo de 1816 fue finalmente inaugurado el Congreso en Tucumán. El 9 de julio de 1816, el mismo día en que se aprobó el temario, se resolvió considerar como primer punto el tema de la libertad e independencia de las Provincias Unidas. Los diputados no tardaron en ponerse de pie y aclamar la Independencia de las Provincias Unidas de la América del Sud de la dominación de los reyes de España y su metrópoli.
miércoles, 5 de mayo de 2021
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