Las mujeres del Ejército de los Andes
Las guerras por la independencia americana no fueron solo cosas de hombres. En el gran esfuerzo de preparar y ejecutar la campaña de los Andes y la liberación de Chile y del Perú fue destacable la participación de las mujeres ya fueran ellas mestizas, mulatas, señoras o patricias. Si bien es sabido que San Martín no permitía mujeres en el ejército por él creado, ellas hicieron grandes esfuerzos. La creación de la Patria necesitaba, además de corazón y fe, trabajo.
La revolución introdujo muchos cambios en la vida social y cultural del ex Virreinato del Río de la Plata, tanto en las familias de las elites como la de los sectores populares . Y las mujeres no estuvieron al margen de ese proceso. Por el contrario, tuvieron un rol protagónico y participaron de diferentes formas. Algunas pelearon en las batallas, otras contribuyeron a la organización del ejército y muchas lo hicieron de manera anónima.
Esa convicción de "ser libres" animó la iniciativa liderada por Mariquita Sánchez de Thompson, quien antes de cantar el himno en las tertulias en Buenos Aires, incitó a las mujeres de su clase (como la joven Remedios de Escalada que ya noviaba con San Martín) a comprar las armas que empuñarían los soldados del general Manuel Belgrano bajo la condición que sus nombres fueran grabados en los fusiles.
Por su parte, Remedios de Escalada pertenecía a una familia que se sumó tempranamente a la causa revolucionaria, y junto a su madre, hermanas y amigas conformaron la Sociedad Patriótica en el año 1812, con el objetivo de comprar armamento y ropa. Luego, en Mendoza se integró rápidamente a la sociedad local para liderar cuantiosas operaciones logísticas relacionadas con el equipamiento del ejército de los Andes, como organizar colectas y coser camisas para los soldados. Además, junto a Laureana Ferrari, Margarita Corvalán y Dolores Prats de Huisi, cosieron y bordaron la Bandera del Ejército, quienes fueron asistidas de manera decisiva por tres monjas del Monasterio de la Compañía de María.
Para ataviar a más de 5.000 soldados, más tiendas y frazadas, se requirió del trabajo de una gran cantidad de mujeres que vivían en la Intendencia, sin distinción del grupo social de pertenencia y entre las que se hallaban las reclusas encerradas en la Casa de Recogidas. En definitiva, un ejército de costureras compuesto por indígenas, chinas y negras trabajaron intensamente durante ocho meses.
Además de las patricias costureras, las bordadoras de la bandera de los Andes, hubo mujeres espías y agitadoras como Mercedes Sánchez y la maestra de postas Eulalia Calderón y hasta cierta muchacha que llamaban "Chingolito" que logró seducir y recoger información útil de Marcó del Pont. También, hubo otras, cuyas acciones trasgredieron los imperativos sociales y traspasaron las fronteras de lo concebido como “propiamente femenino”, que las llevó a apropiarse de rasgos reservados a los varones. Es decir, las que se disfrazaron de varones para integrar el ejército de los Andes, como Pascuala Meneses, una joven mendocina de 19 años, muy pobre, que se vistió de varón y logró enrolarse con el nombre de Pascual. Sin embargo, en plena travesía fue descubierta llegando a Uspallata por el general Las Heras, quien le ordenó que regresara a Mendoza ya que San Martín no aceptaba presencia femenina entre sus filas. Mejor suerte tuvo Josefa Tenorio, al lograr su objetivo. Cuando se enteró que, de ganar la guerra los realistas, todos los esclavos que habían sido declarados libres volverían a la esclavitud, decidió alistarse para prestar servicio en los Ejércitos de la Patria. Una vez llegada al campamento de El Plumerillo se le proveyó un uniforme de hombre, sable, pistola y montando su propio caballo se alistó en las fuerzas del general Juan Gregorio de Las Heras, quien le confió una bandera para que la llevase con honor. Agregada al cuerpo del comandante general de guerrillas, Toribio Dávalos, sufrió todo el rigor de la campaña. Hoy es recordada como la mujer que cruzó los Andes. Otra mujer destacada fue Pancha Hernández, nacida en San Luis, que logró obtener la autorización de San Martín para acompañar a su marido en la gesta. Vestida con uniforme de granadera y con el pelo corto, peleó en la campaña libertadora de Chile y llegó hasta Lima en 1821, con el ejército libertador.
La integridad moral y espiritual de las mujeres cumplió un papel fundamental en las campañas libertadoras a Chile y Perú. Sin distinción de razas y clase social, dieron lo que estaba a su alcance: cosieron, cocinaron, hicieron donaciones y colectas, lucharon codo a codo, curaron a los soldados, que debido a los fuertes vientos la conjuntivitis dañaba los ojos y fueron ellas las que se los limpiaban con infusiones, curaron quebraduras, se metían en los campos de batalla para aliviar a los heridos, eran ellas las que abrían sus lesiones para limpiar las infecciones...
Sin embargo, como ya sabemos, en la historia de la humanidad, la presencia de la mujer, generalmente, ha pasado inadvertida. Pero a pesar del silencio, del poco reconocimiento de otros tiempos hoy estamos al tanto de que la historia también la escribieron ellas, las mujeres, las heroínas, las pensadoras, las descubridoras y las luchadoras, que participaron tanto como el hombre en la construcción de esta patria.
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