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lunes, 20 de noviembre de 2017

          
Las mujeres en la historia

Siglos enteros de civilización, guerras, hambrunas y epidemias, el nacimiento de las ciudades o la vida campesina bajo el feudalismo se han contado sin incluir a las mujeres: la historia de los varones era extensiva a la historia de la humanidad. Las mujeres podrían considerarse como las grandes olvidadas de la historia.



Las mujeres han estado aparentemente ausentes en muchos ámbitos de la ciencia y de la cultura a lo largo de la Historia. Aparecen escasamente en la Historia, en la Literatura, en el Arte, en la Ciencia... Por un lado, porque han tenido muchos obstáculos para poder desarrollar sus intereses y capacidades, y, por otro lado, porque a las que han conseguido hacerlo no se les ha reconocido y ni siquiera han sido nombradas en los libros o en las enciclopedias.


La invisibilidad histórica que han sufrido las mujeres, a menudo apartadas de la "historia oficial", hace que desconozcamos a muchas que utilizaron su imaginación, su voluntad, sus fuerzas y a veces su vida para contribuir en la construcción de una sociedad más justa para mujeres y hombres. En contra de múltiples barreras, las mujeres en todas partes del mundo han participado en el desarrollo social desde el amanecer de la civilización hasta nuestros días. Muchas mujeres sobre todo las que osaron a salirse de la norma tuvieron que luchar contra la incomprensión de la sociedad de su tiempo, o contra el fascismo o el racismo, o simplemente contra una absurda discriminación basada en el sexo, la clase social o la identidad étnica. Algunas como Marie Curie con sus dos premios Nobel han pasado a la posteridad pero muchas otras han caído en el olvido convirtiéndose en las grandes olvidadas de nuestra historia.


El haber conseguido los derechos que disfrutan en la actualidad las mujeres del mundo occidental se ha debido a los esfuerzos de muchas de ellas que a lo largo de los siglos han trabajado para conseguirlos. A lo largo de la historia han sido muchas las mujeres que se han intentado hacer un hueco en un mundo de hombres. Las costumbres con el paso de los años fueron cambiadas gracias a muchas de ellas (también gracias a algún hombre), para poco a poco irse acercando a la sociedad que conocemos hoy en día, que, si bien es cierto que aún hay mucho que avanzar, se ha ganado mucho terreno.


El siglo XIX se caracteriza por la existencia de profundas transformaciones, en los ámbitos ideológico, económico y social, que inciden de manera esencial en las mujeres. La aparición en Inglaterra del proceso de industrialización lanzó a las mujeres a las fábricas, sobre todo textiles, que junto con el servicio doméstico eran las ocupaciones mayoritarias de las más pobres. Las mujeres de clase alta utilizaban a numerosas criadas como signo de distinción y éstas trabajaban con total dependencia de los señores prácticamente las 24 horas por salarios de miseria. En las jóvenes de clase media se hizo frecuente emplearse como institutrices y damas de compañía y es a mitad de este siglo, cuando nació el oficio de enfermera.


El siglo XX se caracteriza por la incorporación masiva de las mujeres al mundo laboral. Las dos guerras mundiales fueron un factor desencadenante: al marchar los hombres al combate, las mujeres tuvieron que hacerse cargo del trabajo, hubo que recurrir a la mujer para mantener la producción. Las estructuras sociales comenzaron a cambiar. Las modas impusieron faldas y cabellos más cortos, aparecieron las guarderías para los hijos de las trabajadoras y la participación femenina en los sindicatos obreros.


Los nuevos tiempos suponen un cambio significativo en la concepción del trabajo femenino: se empieza a considerar que es necesario y que, además, dignifica a la mujer. Las mujeres de clase media acceden cada vez más a un trabajo más cualificado y mejor retribuido. Actualmente las mujeres copan las universidades y son fuertemente competitivas en todo tipo de trabajos, incluidos los técnicos.


En la historia argentina, algunas de las muchas mujeres que se destacaron son:

*Juana Moro, conocida como la Emparedada. Estableció una red de espionaje femenina: «Las mujeres de la Independencia». Fue detenida y condenada por espionaje a morir tapiada en su propia casa, pero gracias a una familia vecina pudo salvar su vida.
*María Remedios del Valle. Es el más claro ejemplo de la lucha de la mujer en este proceso y del olvido tras la consecución de la independencia. Luchó valientemente en el ejército argentino, siendo reconocida con el grado de "Capitana" por el general Manuel Belgrano y con el título de «Madre de la Patria», por el Gral. Lamadrid, pero su condición de negra, mujer y pobre la condenó al olvido.
*Magdalena, Macacha, Güemes de Tejada. Colaboró intensamente, desde la revolución de mayo, con su hermano, el general Martín Miguel de Güemes, convirtiendo su casa en taller para confeccionar ropa para los soldados de su hermano y utilizando su inteligencia y su posición para desempeñar tareas arriesgadas, entre ellas el espionaje. Controlaba una red de informantes que actuaba en Salta, Jujuy y Tarija. 
*Encarnación Ezcurra. Esposa de Juan Manuel de Rosas y fiel seguidora política de su marido, ayudándolo en las circunstancias más difíciles. Fue impulsora de la Revolución de los Restauradores e impulsora de la Sociedad Popular Restauradora. Provocó que la Junta de Representantes viera a su esposo como la única opción para restablecer el orden social en la provincia. Se le atribuyó el título de Heroína de la Santa Federación. 
*Alicia Moreau de Justo. Se destacó por buscar los derechos cívicos de las mujeres argentinas a principio de siglo. Fue una médica y política muy destacada del feminismo y del socialismo. Fundó el Centro Socialista Feminista y la Unión Gremial Femenina. 
*María Eva Duarte de Perón. Actriz, Primera Dama y política. Fue una de las fundadoras de la Asociación Radial Argentina (ARA). Participó activamente en la campaña electoral de su marido, siendo la primera mujer argentina en hacerlo. Impulsó y logró la sanción en 1947 de la ley de sufragio femenino. 
*María Elena Walsh. Fue una poetisa, escritora, música, cantautora, dramaturga y compositora argentina. Fue nombrada Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires y Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Córdoba y Personalidad Ilustre de la Provincia de Buenos Aires. 
*Victoria Ocampo. Fue escritora, intelectual, ensayista, traductora, editora y mecenas argentina. Publicó diversos libros. Participó desde su juventud en las primeras manifestaciones de los movimientos feministas, intelectuales y antifascistas argentinos. 
*Carola Lorenzini. Primera mujer pionera de la aviación argentina. Era conocida como la "aviadora gaucha" por su origen pampeano. Fue una maravillosa mujer, atleta, aviadora, jinete, tenista, lanzadora de jabalina y acróbata aérea, durante la década de 1930. Realizó, además, el primer cruce por aire del Río de la Plata uniendo Buenos Aires y Carmelo, en un endeble avión y sin brújula. 
*Marta Lynch. Fue una controvertida escritora porteña. 
*Azucena Maizani. Su particular manera de interpretar el tango la distinguió del resto. Fue conocida como "La Ñata Gaucha". Formó parte de la época de oro del tango 
*Azucena Villaflor. Fue la impulsora del grupo Madres de Plaza de Mayo. Fue secuestrada y desaparecida por la dictadura militar. 
*Martha Salotti. Educadora y escritora argentina. Fundó un instituto educativo y escribió varios cuentos infantiles y textos pedagógicos sobre la enseñanza de la lengua. 
*Petrona Eyle. Maestra, doctora en medicina y activa militante de las causas feministas. Fundó la Asociación de Universitarias Argentinas y participó del primer Congreso Femenino Internacional. 
*Rosario Vera Peñaloza. Maestra, directora, inspectora de la enseñanza secundaria y escritora. Creó varios establecimientos educativos para niños pequeños. 
*Elvira Rawson de Dellepiane. Una de las más importantes defensoras de los derechos femeninos. Su iniciativa posibilitó que se creara la Asociación Pro Derechos de la Mujer en Argentina. 
*Dolores Mora y Vega. Escultura argentina, autora de la Fuente de las Nereidas. 


Haciendo Historia

historiaxlahistoria.blogspot.com

miércoles, 2 de agosto de 2017

El 3 de febrero de 1852, el Ejército Grande de Urquiza venció en la batalla de Caseros a Juan Manuel de Rosas. La odisea del aclamado “restaurador del orden” había concluido.

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Los caudillos

El auge del caudillismo fue un fenómeno social de la América Latina posterior a la independencia. Durante el período 1820-1835, frente a la crisis del Estado y a la ausencia durante muchos años de un gobierno central fuerte, los caudillos se transformaron en muchos casos en el único poder real en sus zonas de influencia. Muchos de ellos se transformaron en gobernadores; otros mantuvieron ejércitos poderosos que desafiaron al poder central y legitimaron sus políticas con el apoyo de los sectores populares de sus provincias, defendiendo los intereses regionales y su autonomía amenazadas por la política porteña del libre comercio.

La superioridad de recursos económicos y financieros de Buenos Aires harían que su influencia predominase en cualquier tipo de gobierno nacional.


Este descontento estalló tras la sanción de la Constitución de 1819, unitaria, aristocrática y centralista; la difusión en las provincias de las noticias provenientes de Europa sobre la búsqueda, por parte de enviados porteños, de un monarca para las Provincias Unidas del Río de la Plata. El surgimiento de un grupo heterogéneo de caudillos, le dio cauce a la protesta y expresó un sentimiento que se transformó en el sostén de las ideas republicanas y federales enfrentadas a los intereses porteños.

Los caudillos surgen como una forma de autoridad más cercana a los problemas de la gente. Los ejércitos gauchos estaban estrechamente vinculados a la institución que les había dado origen y que se fortalecía cada vez más: la estancia.

La mayoría de ellos eran terratenientes que se habían destacado en la defensa de las fronteras, en la lucha contra el indio o participando en las luchas por la independencia. La lucha contra el indio importó distintos logros para los valores de los propietarios de entonces: la protección de la sociedad blanca y de la propiedad, la conquista de nuevas tierras y la consolidación de un poder militar capaz de demostrar su importancia en la región.

No negaron la necesidad de unión entre todas las provincias, pero consideraban que esta unión debía respetar la autonomía política y económica de cada una de sus respectivas regiones.

Los caudillos federales más destacados fueron José Gervasio Artigas, de la Banda Oriental, Bernabé Aráoz, de Tucumán, Martín Miguel de Güemes, de Salta, Estanislao López, de Santa Fe, Francisco Ramírez, de Entre Ríos, Juan Bautista Bustos, de Córdoba, Felipe Ibarra, de Santiago del Estero, Facundo Quiroga, de La Rioja, Juan Manuel de Rosas, de Buenos Aires, y Justo José de Urquiza, de Entre Ríos.

El manejo del puerto y la Aduana en forma exclusiva e injusta por parte de Buenos Aires será el tema central de los enfrentamientos que comenzarán a darse por esta época y no concluirán hasta la década de 1870.

El rechazo a la Constitución unitaria de 1819 provocó la reacción de los federales del interior, particularmente del Litoral. Las tropas entrerrianas, dirigidas por Francisco Ramírez, y las santafecinas, bajo las órdenes de Estanislao López, se dirigieron hacia Buenos Aires en octubre de 1819 y el Directorio no vaciló en solicitar la ayuda del general Lecor, jefe de las tropas portuguesas que ocupaban Montevideo. Esta actitud porteña agravó la situación.

Todo el interior reaccionó contra el Directorio y hasta el Ejército del Norte, que había recibido la orden de bajar hacia el sur para combatir a los caudillos federales, se sublevó en la posta santafecina de Arequito bajo las órdenes de su comandante, el general Juan Bautista Bustos, que se preparaba para apartar a la provincia de Córdoba de la obediencia de Buenos Aires.

En febrero de 1820 las tropas federales de López y Ramírez avanzaron hasta la cañada de Cepeda donde les salió al encuentro el director Rondeau con las milicias porteñas.

Los vencedores de Cepeda, López y Ramírez, exigieron la desaparición del poder central, la disolución del Congreso y la plena autonomía de las provincias. Bustos acababa de asegurarse la autonomía de Córdoba; Ibarra lo imitó en Santiago del Estero; Aráoz, en Tucumán, y entre tanto se desintegró la intendencia de Cuyo, dando origen a tres provincias: Mendoza, San Juan y San Luis. Ante la derrota, el director Rondeau renunció y quedó disuelto el poder central.

Buenos Aires se transformó en una provincia independiente, y su primer gobernador, Manuel de Sarratea, quiso asegurar la tranquilidad para los negocios porteños firmando el 23 de febrero de 1820 el Tratado del Pilar con los jefes triunfantes, López y Ramírez. El tratado establecía la necesidad de organizar un nuevo gobierno central eliminando para siempre al Directorio. También se comprometían los caudillos a consultar con Artigas los términos del tratado.




Fuente: www.elhistoriador.com.ar