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lunes, 20 de septiembre de 2021


Los gobiernos de Juan Manuel de Rosas

Juan Manuel de Rosas nació en Buenos Aires el 30 de marzo de 1793. Provenía de una familia muy adinerada. Cursó sus primeros estudios en un colegio privado pero su vocación no iba para el lado de las letras sino para las tareas rurales.

Durante las invasiones inglesas participó activamente de la defensa en el regimiento de Migueletes de Caballería. Tras la reconquista volvió al campo. Se mantuvo completamente al margen de los sucesos de la revolución de mayo.

En marzo de 1813 se casó con Encarnación Ezcurra, quien sería su compañera en la vida y en la política. Tras el casamiento Rosas devuelve a sus padres los campos que les administraba y decide formar su propia empresa: la explotación ganadera, saladero de pescado y exportación de productos varios en la estancia de Los Cerrillos. La dirección de sus estancias le dio a Rosas un gran conocimiento sobre la vida y las costumbres de sus peones. 

Tras la caída del Directorio, en 1820, Rosas comienza a participar activamente de la política bonaerense. Apoyó e impuso la candidatura de Martín Rodríguez a la gobernación de Buenos Aires. Participó activamente en el Pacto de Benegas entre Santa Fe y Buenos Aires y se hizo cargo de entregarle al caudillo santafecino, Estanislao López, 30.000 cabezas de ganado.

El derrocamiento de Dorrego y su posterior fusilamiento a manos de Lavalle, vuelve a colocar a Rosas en el primer plano de la política.

Luego de este episodio, Lavalle marcha hacia Santa Fe para encontrarse con Paz, pero es derrotado en Puente de Márquez por las fuerzas aliadas de López y Juan Manuel de Rosas. Lavalle firma entonces con Rosas el pacto de Cañuelas, que nombra como gobernador interino de Buenos Aires a Viamonte y convoca a una reunión de la sala de representantes porteña para elegir el gobernante definitivo.

El 8 de Diciembre de 1829 la Sala de Representantes proclamó a Juan Manuel de Rosas gobernador de Buenos Aires, otorgándole las facultades extraordinarias y el título de Restaurador de las Leyes.

Rosas llevó a cabo una administración provincial ordenada. Recortó los gastos, aumentó los impuestos, superando lentamente el déficit fiscal heredado, y reanudó las relaciones con la Santa Sede (Vaticano), suspendidas desde 1810.

Fue el sector terrateniente el que sustentó el liderazgo rosista. La estructura social durante este período estuvo basada en la tierra. La gran estancia era la que confería status y poder.

Acompañaban a Rosas en el poder los grupos dominantes porteños que no estaban dispuestos a compartir las rentas de la aduana con el resto de las provincias. El restaurador les garantizaba el orden y la disciplina social necesarios para desarrollar sus actividades económicas.

Rosas gozaba de un gran cantidad de seguidores entre sectores populares de Buenos Aires, y, de esta forma, aparecía ante los terratenientes de la provincia como el único capaz de contener y encauzar las demandas de las clases bajas.

En agosto de 1830 varias provincias del interior conforman la Liga Unitaria bajo el liderazgo del General Paz.

En enero de 1831 Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos firmaron el Pacto Federal, una alianza político militar para terminar con los unitarios de Paz.

Finalmente Paz será derrotado y capturado por López. Rosas, López y Quiroga dominaban la confederación. Pero el restaurador demostró ser el más poderoso y continuó aislando a Buenos Aires de las otras provincias.

En 1832 Rosas fue reelecto como gobernador de Buenos Aires. Exigió que se le renovaran las facultades extraordinarias. La Sala de Representantes se opuso y Rosas renunció.

Fue electo el general Juan Ramón Balcarce, candidato de Rosas que, entre 1833 y 1834, emprendió una campaña al desierto financiada por la provincia y los estancieros bonaerenses preocupados por la amenaza indígena sobre sus propiedades.

Rosas combinó durante la campaña, la conciliación con la represión. Pactó con los Pampas y se enfrentó con los ranqueles y la Confederación liderada por Juan Manuel Calfucurá. El éxito obtenido por el restaurador en la campaña aumentó aún más su prestigio político entre los propietarios bonaerenses, que aumentaron sus riquezas al incorporar nuevas tierras y se sintieron más seguros con la amenaza indígena bajo control.

Rosas se alejó de la provincia pero no de los manejos políticos. Su mujer, Encarnación Ezcurra era su fiel representante y con el apoyo de la Mazorca, conspiró contra los gobiernos de Balcarce, Viamonte y Maza que se sucedieron durante la ausencia del restaurador.

La agitación política conducida por Encarnación contribuyó de manera decisiva a crear un clima de gran inestabilidad favorable a los intereses de Rosas. Un hecho agravará aún más la situación. El caudillo riojano Juan Facundo Quiroga, residía por entonces en Buenos Aires bajo el amparo de Juan Manuel de Rosas, le había manifestado sus inquietudes sobre la necesidad de convocar a un congreso y organizar constitucionalmente al país. Rosas se opuso argumentando que no estaban dadas las condiciones y consideraba que era imprescindible que, previamente, cada provincia se organice. Rosas sabía que la organización nacional implicaría la pérdida para Buenos Aires de las rentas aduaneras, entre otros privilegios.

Quiroga fue asesinado el 16 de febrero de 1835 en Barranca Yaco, provincia de Córdoba. Su muerte 
determinó la renuncia de Maza y provocó entre los legisladores porteños que prevaleciera la idea de la necesidad de un gobierno fuerte, de mano dura. Por una amplia mayoría de votos fue electo nuevamente Juan Manuel de Rosas, en marzo de 1835, esta vez con la suma del poder público.

El poder rosista se consolidó mediante el uso obligatorio de la divisa punzó, del riguroso control de la prensa; y de una dura represión a la oposición ideológica y política realizada por la Sociedad Popular Restauradora, conocida como la Mazorca, la fuerza de choque de Rosas, encargada de la intimidación y la eliminación de los opositores. Durante el largo período rosista, la Mazorca se cobró miles de víctimas.

En 1835, Rosas sancionó la Ley de Aduanas, que protegía a las materias primas y productos locales, prohibiendo en algunos casos y cobrando altos impuestos, en otros, el ingreso de la mercadería importada que pudiera perjudicar a la producción nacional. La Ley favoreció a las provincias pero sobre todo a Buenos Aires que aumentó notablemente sus ingresos aduaneros. Todo producto argentino destinado al exterior debía pagar un impuesto a Buenos Aires y todo producto extranjero destinado a cualquier parte del país debía pagar también a Buenos Aires.

En esta segunda gobernación Rosas favoreció la venta o el otorgamiento de las tierras públicas que pasaron a manos de los grandes ganaderos. Otorgó opción de compra de tierras a los arrendatarios de contratos de enfiteusis facilitando así el acceso a la propiedad privada tanto al norte como al sur del río Salado.

Rosas mantuvo durante gran parte de su mandato excelentes relaciones con los comerciantes británicos y su gobierno. No obstante, Francia no había obtenido de Rosas un tratado comercial como el que Inglaterra había conseguido de Rivadavia. 

Se produce un conflicto diplomático y las naves francesas que estaban estacionadas en el Río de la Plata, bloquearon el puerto de Buenos Aires a fines de marzo de 1838. El bloqueo se mantuvo por dos años generando una obligada política proteccionista, más allá de la Ley de Aduana. Los ganaderos del Sur de la provincia se rebelaron contra Rosas ante la caída de los precios de la carne y las dificultades provocadas por el cerco francés al puerto. Durante el bloqueo se reanudó la guerra civil. Lavalle, con el apoyo francés, invadió Entre Ríos y Santa Fe pero fracasó en su intento de tomar Buenos Aires por carecer de los apoyos necesarios y debió marchar hacia el Norte.

En 1840, finalmente, Francia pone fin al bloqueo. El gobierno de Buenos Aires se comprometió a indemnizar a los ciudadanos franceses, les otorgó los mismos derechos que a los ingleses y decretó una amnistía. Concluido el conflicto con Francia, Rosas limitó la navegación de los ríos Paraná y Uruguay. Bloqueó el puerto de Montevideo y ayudó a Oribe a invadir el Uruguay y a sitiar la capital en 1843. Estas actitudes de Rosas afectaron los intereses de los comerciantes y financistas extranjeros.

En 1845, el puerto de Buenos Aires fue bloqueado nuevamente, esta vez por una flota anglo-francesa. A pesar de la heroica resistencia de Lucio N. Mansilla y sus fuerzas, en la Vuelta de Obligado, una flota extranjera rompió las cadenas colocadas de costa a costa y se adentró en el Río Paraná. El bloqueo no sólo afectaba los intereses de los extranjeros, también perjudicaba a los estancieros del Litoral que no podían navegar libremente por el río Paraná y debían comerciar sus productos por el puerto de Buenos Aires, entre los afectados estaba Justo José de Urquiza, que gobernaba la provincia de Entre Ríos.

Los ingleses levantaron el bloqueo en 1847 mientras que los franceses lo hicieron un año después. La firme actitud de Rosas durante los bloqueos le valió la felicitación del General San Martín y un apartado especial en su testamento: "El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sur le será entregado al general Juan Manuel de Rosas, como prueba de la satisfacción que, como argentino, he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla."

Los bloqueos impusieron sacrificios a los sectores populares pero no tanto a los estancieros, financistas y grandes comerciantes. Estos grupos disponían de importantes reservas de dinero para sobrellevar los malos tiempos. Por otra parte, durante este período se restringe el sacrificio de animales de manera que al finalizar los bloqueos, las estancias se encuentran con su ganado multiplicado y listo para ser exportado.

Año tras año, argumentando razones de salud, Rosas presentaba su renuncia a la conducción de las relaciones exteriores de la confederación, con la seguridad de que no le sería aceptada. En 1851 el gobernador de Entre Ríos emitió un decreto, conocido como el Pronunciamiento de Urquiza, en el cual aceptaba la renuncia de Rosas y reasumía para Entre Ríos la conducción de las relaciones exteriores. El conflicto era en esencia económico: Entre Ríos venía reclamando la libre navegación de los ríos, lo que permitiría el intercambio de su producción con el exterior sin necesidad de pasar por Buenos Aires. 

Armado de alianzas internacionales, Urquiza decidió enfrentar al gobierno bonaerense. El emperador de Brasil, Pedro II proveería infantería, caballería, artillería y todo lo necesario, incluso la escuadra. Así fue como alistó a sus hombres en el Ejército Grande, y avanzó sobre Buenos Aires, derrotando a Rosas en la Batalla de Caseros, el 3 de Febrero de 1852.

Vencido, el Gobernador de Buenos Aires se embarcó  hacia Inglaterra. Allí se instaló  y volvió a dedicarse a las tareas rurales hasta su muerte ocurrida el 14 de marzo de 1877, a los ochenta y cuatro años.


lunes, 26 de julio de 2021

Las mujeres del Ejército de los Andes

Las guerras por la independencia americana no fueron solo cosas de hombres. En el gran esfuerzo de preparar y ejecutar la campaña de los Andes y la liberación de Chile y del Perú fue destacable la participación de las mujeres ya fueran ellas mestizas, mulatas, señoras o patricias. Si bien es sabido que San Martín no permitía mujeres en el ejército por él creado, ellas hicieron grandes esfuerzos. La creación de la Patria necesitaba, además de corazón y fe, trabajo.


La revolución introdujo muchos cambios en la vida social y cultural del ex Virreinato del Río de la Plata, tanto en  las familias de las elites como la de los sectores populares . Y las mujeres no estuvieron al margen de ese proceso. Por el contrario, tuvieron un rol protagónico y participaron de diferentes formas. Algunas pelearon en las batallas, otras contribuyeron a la organización del ejército y muchas lo hicieron de manera anónima.

Esa convicción de "ser libres" animó la iniciativa liderada por Mariquita Sánchez de Thompson, quien antes de cantar el himno en las tertulias en Buenos Aires, incitó a las mujeres de su clase (como la joven Remedios de Escalada que ya noviaba con San Martín) a comprar las armas que empuñarían los soldados del general Manuel Belgrano bajo la condición que sus nombres fueran grabados en los fusiles.

Por su parte, Remedios de Escalada pertenecía a una familia que se sumó tempranamente a la causa revolucionaria, y junto a su madre, hermanas y amigas conformaron la Sociedad Patriótica en el año 1812, con el objetivo de comprar armamento y ropa. Luego, en Mendoza se integró rápidamente a la sociedad local para liderar cuantiosas operaciones logísticas relacionadas con el equipamiento del ejército de los Andes, como organizar colectas y coser camisas para los soldados. Además, junto a Laureana Ferrari, Margarita Corvalán y Dolores Prats de Huisi, cosieron y bordaron la Bandera del Ejército, quienes fueron asistidas de manera decisiva por tres monjas del Monasterio de la Compañía de María.

Para ataviar a más de 5.000 soldados, más tiendas y frazadas, se requirió del trabajo de una gran cantidad de mujeres que vivían en la Intendencia, sin distinción del grupo social de pertenencia y entre las que se hallaban las reclusas encerradas en la Casa de Recogidas. En definitiva, un ejército de costureras compuesto por indígenas, chinas y negras trabajaron intensamente durante ocho meses.

Además de las patricias costureras, las bordadoras de la bandera de los Andes, hubo mujeres espías y agitadoras como Mercedes Sánchez y la maestra de postas Eulalia Calderón y hasta cierta muchacha que llamaban "Chingolito" que logró seducir y recoger información útil de Marcó del Pont. También, hubo otras, cuyas acciones trasgredieron los imperativos sociales y traspasaron las fronteras de lo concebido como “propiamente femenino”, que las llevó a apropiarse de rasgos reservados a los varones. Es decir, las que se disfrazaron de varones para integrar el ejército de los Andes, como Pascuala Meneses, una joven mendocina de 19 años, muy pobre, que se vistió de varón y logró enrolarse con el nombre de Pascual. Sin embargo, en plena travesía fue descubierta llegando a Uspallata por el general Las Heras, quien le ordenó que regresara a Mendoza ya que San Martín no aceptaba presencia femenina entre sus filas. Mejor suerte tuvo Josefa Tenorio, al lograr su objetivo. Cuando se enteró que, de ganar la guerra los realistas, todos los esclavos que habían sido declarados libres volverían a la esclavitud, decidió alistarse para prestar servicio en los Ejércitos de la Patria. Una vez llegada al campamento de El Plumerillo se le proveyó un uniforme de hombre, sable, pistola y montando su propio caballo se alistó en las fuerzas del general Juan Gregorio de Las Heras, quien le confió una bandera para que la llevase con honor. Agregada al cuerpo del comandante general de guerrillas, Toribio Dávalos, sufrió todo el rigor de la campaña. Hoy es recordada como la mujer que cruzó los Andes. Otra mujer destacada fue Pancha Hernández, nacida en San Luis, que logró obtener la autorización de San Martín para acompañar a su marido en la gesta. Vestida con uniforme de granadera y con el pelo corto, peleó en la campaña libertadora de Chile y llegó hasta Lima en 1821, con el ejército libertador.

La integridad moral y espiritual de las mujeres cumplió un papel fundamental en las campañas libertadoras a Chile y Perú. Sin distinción de razas y clase social, dieron lo que estaba a su alcance: cosieron, cocinaron, hicieron donaciones y colectas, lucharon codo a codo, curaron a los soldados, que debido a los fuertes vientos la conjuntivitis dañaba los ojos y fueron ellas las que se los limpiaban con infusiones, curaron quebraduras, se metían en los campos de batalla para aliviar a los heridos, eran ellas las que abrían sus lesiones para limpiar las infecciones...

Sin embargo, como ya sabemos, en la historia de la humanidad, la presencia de la mujer, generalmente, ha pasado inadvertida. Pero a pesar del silencio, del poco reconocimiento de otros tiempos hoy estamos al tanto de que la historia también la escribieron ellas, las mujeres, las heroínas, las pensadoras, las descubridoras y las luchadoras, que participaron tanto como el hombre en la construcción de esta patria.

miércoles, 12 de mayo de 2021

Los primeros gobiernos patrios
1810 - 1820

    El 25 de mayo de 1810 asumió la Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata, también conocida como "Primera Junta".

    Con la incorporación de los diputados del interior quedó constituida, a fines de 1810, la llamada Junta Grande. Esto provocó la renuncia de Mariano Moreno y el enfrentamiento dentro de la nueva junta de sus partidarios y los de Cornelio Saavedra. Los primeros eran partidarios de cambios profundos y de manejar la revolución desde Buenos Aires mientras que los segundos, eran más conservadores y proponían compartir las decisiones con las provincias. Las derrotas del Ejército del Norte, hacían peligrar la continuidad de la lucha contra los realistas, haciendo toar decisiones rápidas : cambiar a la Junta Granda por otra forma de gobierno.

    La creación de un poder ejecutivo de tres miembros, el Triunvirato, se concretó el 23 de septiembre de 1811. Los triunviros Juan José Paso, Feliciano Chiclana y Manuel de Sarratea y el secretario, Bernardino Rivadavia, pensaron que las exigencias de la guerra hacían necesario un poder ejecutivo fuerte y disolvieron todas las juntas provinciales . Estas medidas concentraron todo el poder en Buenos Aires y dejaron al interior sin representantes.

    Un logro fundamental del Segundo Triunvirato fue la concreción del Congreso Constituyente, postergado desde 1810, convocando .a elecciones para diputados a la Asamblea General Constituyente

    La Asamblea inauguró sus sesiones a fines de enero de 1813 y se proclamó representante de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Tenía por objetivos proclamar la independencia y sancionar una constitución que incluyese la forma republicana de gobierno y la división de poderes. No se logró. Sin embargo, la obra de la Asamblea fue importante aprobó el uso de los símbolos patrios, abolió el uso del escudo de Armas de España, suprimió el uso de la imagen del rey de España en la moneda,  sustituyéndola por el escudo nacional;  declaró fiesta cívica al 25 de Mayo, dictó la libertad de vientres de las esclavas, suprimió la mita y el yanaconazgo; abolió los títulos de nobleza; prohibió y mandó a destruir los instrumentos de tortura, entre muchas otras.

    Mientras sesionaba la Asamblea, se produjo en Europa la derrota de Napoleón. El consecuente retorno de Fernando VII al trono español complicó las cosas. El primer mensaje de Fernando VII a los revolucionarios americanos fue contundente: América era una colonia española y las juntas que gobernaban en su nombre habían caducado. Estaba claro que el rey intentaría por todos los medios reconquistar estos territorios.

    Con la excusa de la amenaza exterior, la Asamblea, dominada por Alvear, dio un paso más en la concentración del poder: creó un poder ejecutivo unipersonal, el Directorio. Gervasio Posada fue el primer Director Supremo del Río de la Plata. Fueron siete los Directores Supremos designados entre los años 1814 y 1820:

        -Gervasio Antonio Posadas (22 de enero de 1814 - 9 de enero de 1815)
        -Carlos María de Alvear (10 de enero de 1815 - 15 de abril de 1815)
        -José Rondeau (no asumió)
        -Ignacio Álvarez Thomas (20 de abril 1815 - 16 de abril de 1816)
        -Antonio González Balcarce (16 de abril de 1816 - 3 de mayo de 1816)
        -Juan Martín de Pueyrredón (3 de mayo de 1816 - 11 de junio de 1819)
        -José Rondeau (11 de junio de 1819 -1 de febrero 1820)    

    En el plano internacional, llegaron a Buenos Aires certeros rumores de que en España se estaba preparando una poderosa expedición militar para aplastar a los movimientos patriotas y se decidió enviar una misión diplomática a España, a cargo de Belgrano y Rivadavia.

    En 1815, el director interino Ignacio Álvarez Thomas, envió una circular a las provincias invitándolas a realizar la elección de diputados para un congreso general que se reuniría en Tucumán. Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y la Banda Oriental decidieron no enviar representantes. Tampoco asistirían diputados de Paraguay y del Alto Perú, con excepción de Chichas o Potosí, Charcas (Chuquisaca o La Plata) y Mizque o Cochabamba.

   Para 1816 la situación de los patriotas no podía ser peor. Por entonces, se vivía en Europa una ola de restauración monárquica (reyes). Entre los reyes que volvían a sus tronos, Fernando VII aparecía como uno de los más reaccionarios. Volvía decidido a recuperar las colonias americanas a toda costa. En América Latina, las cosas iban de mal en peor. En México, a fines de 1815, el fusilamiento del sacerdote revolucionario José María Morelos parecía poner punto final al levantamiento antiespañol. En Venezuela y Nueva Granada (Colombia), una poderosa expedición derrotaba a los patriotas y, en 1815, Simón Bolívar marchaba hacia el exilio en la isla de Jamaica. En Chile, los patriotas estaban dispersos. Los realistas (españoles) habían recuperado el poder y amenazaban seriamente con invadir las últimas provincias rebeldes, las del Río de la Plata, del otro lado de la cordillera.


    El 24 de marzo de 1816 fue finalmente inaugurado el Congreso en Tucumán. El 9 de julio de 1816, el mismo día en que se aprobó el temario, se resolvió considerar como primer punto el tema de la libertad e independencia de las Provincias Unidas. Los diputados no tardaron en ponerse de pie y aclamar la Independencia de las Provincias Unidas de la América del Sud de la dominación de los reyes de España y su metrópoli.

lunes, 3 de mayo de 2021

La Revolución de Mayo en el cine mudo argentino

 Te dejo una joyita del cine argentino: la Revolución de Mayo, en una película del año 1909. Podrás verla, ingresando en este enlace:

https://www.youtube.com/watch?v=7_z05hISqx8



La Revolución de Mayo

Durante la etapa virreinal, España mantuvo monopolio comercial con sus colonias americanas, impidiendo el libre comercio con Inglaterra, beneficiaria de una extensa producción manufacturera en plena revolución industrial.

La escasez de autoridades españolas y la necesidad de reemplazar al régimen monopólico, sumado a los cambios que se vivían Europa tras la invasión napoleónica, llevaron a un grupo destacado de la población criolla a impulsar un movimiento revolucionario.

Para febrero de 1810 casi toda España se encontraba en manos de los franceses. Un Consejo de Regencia gobernaba la península en nombre de Fernando VII, prisionero de Napoleón. El 13 de mayo de 1810 llegaron a Buenos Aires las noticias de la caída de la Junta Central de Sevilla, último bastión del poder español. La autoridad que había designado al virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros había caducado y la propia autoridad del virrey se encontraba cuestionada.

El viernes 18 de mayo, el virrey Cisneros hizo leer por los pregoneros (porque la mayoría de la población no sabía leer ni escribir) una proclama que comenzaba diciendo: “A los leales y generosos pueblos del virreinato de Buenos Aires”.

El virrey advertía que “en el desgraciado caso de una total pérdida de la península, y falta del Supremo Gobierno” él asumiría el poder acompañado por otras autoridades de la Capital y todo el virreinato y se pondría de acuerdo con los otros virreyes de América para crear una Regencia Americana en representación de Fernando.

Cisneros aclaraba que no quería el mando sino la gloria de luchar en defensa del monarca contra toda dominación extranjera.

A medida que los porteños se fueron enterando de la gravedad de la situación, fueron subiendo de tono las charlas políticas en los cafés y en los cuarteles. Todo el mundo hablaba de política y hacía conjeturas sobre el futuro del virreinato.

La situación de Cisneros era muy complicada. La Junta que lo había nombrado virrey había desaparecido y la legitimidad de su mandato quedaba claramente cuestionada. Esto aceleró las condiciones favorables para la acción de los patriotas que se venían reuniendo desde hacía tiempo en forma secreta en la jabonería de Vieytes.

La misma noche del 18, los jóvenes revolucionarios se reunieron en la casa de Rodríguez Peña y decidieron exigirle al virrey la convocatoria a un Cabildo Abierto para tratar la situación en que quedaba el virreinato después de los hechos de España. El grupo encarga a Juan José Castelli y a Martín Rodríguez que se entrevisten con Cisneros.

Las reuniones continuaron hasta la madrugada del sábado 19 de mayo y sin dormir, por la mañana, Cornelio Saavedra y Manuel Belgrano le pidieron al Alcalde Lezica la convocatoria a un Cabildo Abierto.

Por su parte, Juan José Castelli hizo lo propio ante el síndico Leiva.

El domingo 20 de mayo el virrey Cisneros reunió a los jefes militares y les pidió su apoyo ante una posible rebelión, pero todos se rehusaron a brindárselo. Por la noche, Castelli y Martín Rodríguez insistieron ante el virrey con el pedido de cabildo abierto. El virrey dijo que era una insolencia y un atrevimiento y quiso improvisar un discurso, pero Rodríguez le advirtió que tenía cinco minutos para decidir. Cisneros le contestó “Ya que el pueblo no me quiere y el ejército me abandona, hagan ustedes lo que quieran” y convocó al Cabildo para el día 22 de mayo.

En el «Café de los Catalanes y en «La Fonda de las Naciones», los criollos discutían sobre las mejores estrategias para pasar a la acción

A las nueve de la mañana del 21 de mayo, se reunió el Cabildo como todos los días para tratar los temas de la ciudad. Pero a los pocos minutos los cabildantes tuvieron que interrumpir sus labores. La Plaza de la Victoria estaba ocupada por unos 600 hombres armados de pistolas y puñales que llevaban en sus sombreros el retrato de Fernando VII y en sus solapas una cinta blanca, símbolo de la unidad criollo-española desde la defensa de Buenos Aires. Este grupo de revolucionarios, encabezados por Domingo French y Antonio Luis Beruti, se agrupaban bajo el nombre de la “Legión Infernal” y pedía a los gritos que se concrete la convocatoria al Cabildo Abierto. Los cabildantes acceden al pedido de la multitud.





Los “infernales” no se calman, piden a gritos que el virrey sea suspendido. Debe intervenir el Jefe del regimiento de Patricios, Cornelio Saavedra, quien logra calmarlos garantizándoles el apoyo militar a sus reclamos.

El 22 de mayo, desde temprano fueron llegando los “cabildantes”. De los 450 invitados sólo concurrieron 251. En la plaza, French, Beruti y los infernales esperan las novedades. La cosa se fue enardeciendo hasta que empezaron los discursos, que duraron unas cuatro horas, sobre si el virrey debía seguir en su cargo o no. Comenzó hablando el Obispo Lué diciendo que mientras hubiera un español en América, los americanos le deberían obediencia. Le salió al cruce Juan José Castelli contestándole que, habiendo caducado el poder Real, la soberanía debía volver al pueblo que podía formar juntas de gobierno tanto en España como en América. Juan José Paso dijo que no había tiempo que perder y que había que formar inmediatamente una junta de gobierno. Casi todos aprobaron la destitución del virrey, pero no se ponían de acuerdo en quién debía asumir el poder y por qué medios. Castelli propuso que fuera el pueblo a través del voto quien eligiese una junta de gobierno; mientras que el jefe de los Patricios, Cornelio Saavedra, era partidario de que el nuevo gobierno fuera organizado directamente por el Cabildo. El problema radicaba en que los miembros del Cabildo, muchos de ellos españoles, seguían apoyando al virrey.

Se votó en la noche del 22 y el 23 por la mañana se realizó el conteo de votos. Por 159 a 67, triunfó la opción que exigía la deposición del virrey. Sin embargo, ese mismo día el Cabildo dio su golpe contrarrevolucionario nombrando una junta presidida por al virrey depuesto, algo que resultaría inadmisible para los partidarios del cambio.

El 24 de mayo se confirmaron las versiones: el Cabildo designó efectivamente una junta de gobierno presidida por el virrey e integrada por cuatro vocales: los españoles Juan Nepomuceno Solá y José de los Santos Inchaurregui y los criollos Juan José Castelli y Cornelio Saavedra, burlando absolutamente la voluntad popular. Esto provocó la reacción de las milicias y el pueblo. Castelli y Saavedra renunciaron a integrar esta junta Muchos como el coronel Manuel Belgrano fueron perdiendo la paciencia. Cuenta Tomás Guido en sus memorias «En estas circunstancias el señor Don Manuel Belgrano, mayor del regimiento de Patricios, que vestido de uniforme escuchaba la discusión en la sala contigua, reclinado en un sofá, casi postrado por largas vigilias observando la indecisión de sus amigos, púsose de pie súbitamente y a paso acelerado y con el rostro encendido por el fuego de sangre generosa entró al comedor de la casa del señor Rodríguez Peña y lanzando una mirada en derredor de sí, y poniendo la mano derecha sobre la cruz de su espada dijo: “Juro a la patria y a mis compañeros, que si a las tres de la tarde del día inmediato el virrey no hubiese renunciado, a fe de caballero, yo le derribaré con mis armas”.

Por la noche una delegación encabezada por Castelli y Saavedra se presentó en la casa de Cisneros con cara de pocos amigos y logró su renuncia. La Junta quedó disuelta y se convocó nuevamente al Cabildo para la mañana siguiente.

El 25 de mayo, grupos de vecinos y milicianos encabezados por Domingo French y Antonio Beruti se fueron juntando frente al cabildo a la espera de definiciones.

El movimiento patriota se había instalado cerca del Cabildo, el cual reunido desde temprano había rechazado la renuncia de la Junta. Ni los jefes militares estaban ya del lado del virrey. Los cabildantes debieron finalmente solicitar la renuncia de Cisneros y aceptar la propuesta de nombrar una nueva junta. Así, nacía el primer gobierno patrio. Saavedra fue el presidente. Lo secundaron Mariano Moreno, Juan José Paso, Manuel Alberti, Miguel Azcuénaga, Manuel Belgrano, Juan José Castelli, Juan Larrea y Domingo Matheu.

Todos juraron en nombre de Fernando VII, pero algunos creían que era sólo cuestión de tiempo para que esto dejara de ser así. Años de guerra deberían pasar antes de que el 9 de julio de 1816 se declarara la independencia.

 

lunes, 22 de marzo de 2021

 La Revolución  Francesa


    Se conoce con el nombre de revolución francesa al movimiento político, social, económico y militar, que surgió en Francia en 1789.

    En 1789 Francia era una de las primeras potencias europeas; desde 1774 reinaba Luis XVI. 

    Los gastos militares y una serie de malas cosechas a partir de 1784, crearon una gravísima situación social. La mayoría de la población se vio en la miseria mientras el lujo y el despilfarro del rey y la nobleza continuaban como si nada ocurriera. Luis XVI se negó a realizar cualquier tipo de reforma y defendió los privilegios de la aristocracia frente al hambre y la miseria de su pueblo que se estaba hartando de la injusticia.

    La sociedad estaba compuesta por tres sectores sociales llamados estados

  • El Primer Estado era la Iglesia y lo integraban unas 120.000 personas. Eran dueños del 10% de las tierras de Francia y no pagaban impuestos, sólo un donativo voluntario a la Corona. Recibían de los campesinos el «diezmo», es decir, la décima parte del producto de sus cosechas. Controlaban el registro civil de la población: sólo la Iglesia podía legalizar casamientos, nacimientos y defunciones. La educación francesa estaba en sus manos.
  • El Segundo Estado era la nobleza, integrada por unas 350.000 personas. Eran dueños del 30 % de las tierras. Estaban eximidos de la mayoría de los impuestos y ocupaban todos los cargos públicos. Los campesinos les pagaban tributo y sólo podían venderles sus cosechas a ellos. Tenían tribunales propios, es decir que se juzgaban a sí mismos.
  • El Tercer Estado carecía de poder y decisión política, pero pagaba todos los impuestos, hacía los peores trabajos y no tenía ningún derecho. La burguesía necesitaba tener acceso al poder y manejar un estado centralizado que protegiera e impulsara sus actividades económicas, tal como venía ocurriendo en Inglaterra.
    Tras muchas presiones, finalmente Luis XVI accedió a convocar a los Estados Generales: una asamblea donde estaban representados los diferentes estados. La sesión quedó inaugurada el 5 de mayo de 1789 en el palacio de Versalles con la presencia de 1.200 diputados. En su discurso inaugural el rey no dijo nada nuevo y la impaciencia fue creciendo. El tercer estado obtuvo el apoyo de parte de la Iglesia y logró que se formara una Asamblea Nacional Constituyente con la aparente aprobación del rey. Pero en realidad Luis XVI quería ganar tiempo para conspirar y dar un golpe de fuerza. Alertado el pueblo de París salió a la calle y tomó la prisión de La Bastilla, símbolo del despotismo real, el 14 de Julio de 1789. La burguesía formó una milicia propia, la Guardia Nacional y el gobierno de París cayó en manos de los revolucionarios. 

    El rey tuvo que aceptar la nueva situación y la Asamblea comenzó a producir cambios importantes. El 27 de agosto de 1789 se proclamaron los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Allí se decía que todos los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Se garantizaba la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión. Se fijaba la igualdad ante la ley, la libertad política y religiosa y se establecía la división de poderes.

    En junio de 1791, Luis XVI intentó huir de Francia pero fue detenido. Este fracaso monárquico impulsó a los republicanos a apurar la sanción de una constitución democrática que incluía la declaración de los derechos del hombre, la división de poderes y que dejaba el ejecutivo al rey y el legislativo, a la Asamblea. Quedaba establecida la monarquía constitucional.


Causas de la Revolución Francesa
  • El absolutismo monárquico, que se caracterizó por el ilimitado poder del soberano, cuya autoridad no estaba sujeta a control alguno.
  • La desigualdad social política y económica.
  • La falta de libertades y derechos. A estas causas hay que añadir un importante factor: la poderosa influencia de las nuevas ideas.
Consecuencias de la Revolución Francesa
  • Comenzó el principio del fin para las monarquías absolutas europeas y el Antiguo Régimen.
  • Se positivizaron los derechos de las personas.
  • Se establecieron constituciones que limitaron los poderes de los gobernantes.
  • Se consolidó el poder de la burguesía.
  • El feudalismo como sistema económico fue reemplazado por el sistema capitalista.
  • Surgió el concepto de ciudadano en contraposición al de súbdito, propio del Antiguo Régimen.
  • Las ideas revolucionarias se extendieron al continente americano.



 

La Revolución Industrial

    La Revolución Industrial se inició en Inglaterra. Es un período histórico de transformaciones económicas y sociales, entre 1760 y 1840, que desencadenó cambios para las sociedades de todo el mundo. Se caracterizó por el uso de nuevas tecnologías aplicadas a la producción en masa (también denominada, producción en serie). La primera invención que permitió esta nueva forma de producción fue la máquina de vapor, cuyo combustible era el carbón mineral. 

    Entre las principales características de la Revolución Industrial, se destacan: 

  • La producción industrial a gran escala 
  • El dominio de la burguesía sobre la economía y la política, dando origen a la clase social del proletariado. 
  • El desarrollo de nuevas industrias como la textil, la siderúrgica (metales) o la minera. 
  • La sustitución del hierro por el acero, un material más duro y resistente. 
  • El desarrollo del comercio a nivel mundial (debido a la gran capacidad de producción y a las innovaciones en el transporte por tierra y marítimo). 

Causas de la Revolución Industrial 

    La Revolución Industrial se produjo por la interacción de una serie de factores que primero tuvieron lugar en Inglaterra y luego en todo el mundo: 
  •     La revolución agrícola. Hasta el siglo XVIII la actividad agrícola se caracterizaba por el trabajo manual y la tracción con animales, poca propiedad privada (los campos eran más bien abiertos o de propiedad del municipio) y producción escasa. La Revolución Industrial introdujo cambios: comenzó a utilizarse maquinaria para el trabajo de la tierra, los campos se volvieron propiedad privada y se reemplazó el viejo sistema de cultivo por “sistema de rotación Norfolk” (consistía en rotar las variedades de cultivos, de modo que no se saturaran siempre los mismos nutrientes del suelo). 
  •     La revolución demográfica. Debido a los cambios en la alimentación y en la calidad de vida (que pasó del campo a la ciudad), a partir del siglo XVIII se rompió con la tradicional estructura social que solía mantener la misma cantidad de pobladores durante largos períodos de tiempo. La Revolución Industrial introdujo cambios que impactaron en el crecimiento de la población, como la disminución de la mortalidad (debido a la mayor producción de alimentos), el mayor desarrollo de la medicina (gracias al descubrimiento de la vacuna) y mayor cantidad de nacimientos. 
  • Las revoluciones burguesas. A partir de mediados del siglo XVIII la burguesía comenzó a demandar el dominio del poder político y económico que hasta entonces estaba en manos de un rey y de la nobleza, lo que dio origen a la Revolución francesa y de las Trece Colonias (norteamericana), entre otras. La Revolución Industrial no habría sido tal sin el empoderamiento del sector burgués, que introdujo grandes cambios: la creación de emprendimientos y la circulación del capital, el desarrollo de la industria mediante la propiedad privada, los avances tecnológicos, el comercio y la economía capitalista. Además, los burgueses fomentaron la creación de significativos inventos. A la par, surgió una nueva clase social: el proletariado, la clase obrera que carecía de propiedades o medios de producción. 

Inventos clave de la Revolución Industrial 

    Las tecnologías aplicadas a la producción marcaron un cambio muy importante para las industrias, debido a que el trabajo manual fue reemplazado por la fabricación en serie. Son invenciones clave que desencadenar la revolución fueron: 
  • La máquina de vapor. Patentada en 1769 por James Watt (Escocia), resultó el invento más importante de la Revolución industrial. Los primeros usos fueron en el transporte (permitió fomentar el comercio), la industria textil (permitió realizar producción en serie a través de maquinarias) y la metalúrgica (permitió trabajar el hierro y el acero para elaborar transportes y maquinarias industriales). 
  • El alumbrado público a gas. La instalación de lámparas a gas en las calles revolucionó a las ciudades, que se convirtieron en lugares más seguros para transitar al estar iluminadas en horarios en los que ya no había luz solar. A fines del período de la Revolución Industrial, las ciudades se habían transformado y las poblaciones se habían duplicado o triplicado. 

Consecuencias de la Revolución Industrial 

    Los grandes conglomerados urbanos multiplicaron la concentración de contaminantes propios de las ciudades: residuos orgánicos y contaminantes atmosféricos provenientes de las estufas. Además, tanto en la primera como en la segunda etapa de la Revolución Industrial, la producción en fábricas dependió en gran medida del uso de combustibles, con la consecuente contaminación del aire. 

    Antes de la organización de los sectores de trabajadores, no existían leyes que regularan el trabajo del proletariado. Por eso, las jornadas laborales eran tan largas que se tornaban insalubres, además de que estaba permitido el trabajo infantil.