Las guerras por la independencia americana no fueron solo cosas de hombres. En el gran esfuerzo de preparar y ejecutar la campaña de los Andes y la liberación de Chile y del Perú fue destacable la participación de las mujeres ya fueran ellas mestizas, mulatas, señoras o patricias. Si bien es sabido que San Martín no permitía mujeres en el ejército por él creado, ellas hicieron grandes esfuerzos. La creación de la Patria necesitaba, además de corazón y fe, trabajo.
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lunes, 26 de julio de 2021
Las mujeres del Ejército de los Andes
La revolución introdujo muchos cambios en la vida social y cultural del ex Virreinato del Río de la Plata, tanto en las familias de las elites como la de los sectores populares . Y las mujeres no estuvieron al margen de ese proceso. Por el contrario, tuvieron un rol protagónico y participaron de diferentes formas. Algunas pelearon en las batallas, otras contribuyeron a la organización del ejército y muchas lo hicieron de manera anónima.
Esa convicción de "ser libres" animó la iniciativa liderada por Mariquita Sánchez de Thompson, quien antes de cantar el himno en las tertulias en Buenos Aires, incitó a las mujeres de su clase (como la joven Remedios de Escalada que ya noviaba con San Martín) a comprar las armas que empuñarían los soldados del general Manuel Belgrano bajo la condición que sus nombres fueran grabados en los fusiles.
Por su parte, Remedios de Escalada pertenecía a una familia que se sumó tempranamente a la causa revolucionaria, y junto a su madre, hermanas y amigas conformaron la Sociedad Patriótica en el año 1812, con el objetivo de comprar armamento y ropa. Luego, en Mendoza se integró rápidamente a la sociedad local para liderar cuantiosas operaciones logísticas relacionadas con el equipamiento del ejército de los Andes, como organizar colectas y coser camisas para los soldados. Además, junto a Laureana Ferrari, Margarita Corvalán y Dolores Prats de Huisi, cosieron y bordaron la Bandera del Ejército, quienes fueron asistidas de manera decisiva por tres monjas del Monasterio de la Compañía de María.
Para ataviar a más de 5.000 soldados, más tiendas y frazadas, se requirió del trabajo de una gran cantidad de mujeres que vivían en la Intendencia, sin distinción del grupo social de pertenencia y entre las que se hallaban las reclusas encerradas en la Casa de Recogidas. En definitiva, un ejército de costureras compuesto por indígenas, chinas y negras trabajaron intensamente durante ocho meses.
Además de las patricias costureras, las bordadoras de la bandera de los Andes, hubo mujeres espías y agitadoras como Mercedes Sánchez y la maestra de postas Eulalia Calderón y hasta cierta muchacha que llamaban "Chingolito" que logró seducir y recoger información útil de Marcó del Pont. También, hubo otras, cuyas acciones trasgredieron los imperativos sociales y traspasaron las fronteras de lo concebido como “propiamente femenino”, que las llevó a apropiarse de rasgos reservados a los varones. Es decir, las que se disfrazaron de varones para integrar el ejército de los Andes, como Pascuala Meneses, una joven mendocina de 19 años, muy pobre, que se vistió de varón y logró enrolarse con el nombre de Pascual. Sin embargo, en plena travesía fue descubierta llegando a Uspallata por el general Las Heras, quien le ordenó que regresara a Mendoza ya que San Martín no aceptaba presencia femenina entre sus filas. Mejor suerte tuvo Josefa Tenorio, al lograr su objetivo. Cuando se enteró que, de ganar la guerra los realistas, todos los esclavos que habían sido declarados libres volverían a la esclavitud, decidió alistarse para prestar servicio en los Ejércitos de la Patria. Una vez llegada al campamento de El Plumerillo se le proveyó un uniforme de hombre, sable, pistola y montando su propio caballo se alistó en las fuerzas del general Juan Gregorio de Las Heras, quien le confió una bandera para que la llevase con honor. Agregada al cuerpo del comandante general de guerrillas, Toribio Dávalos, sufrió todo el rigor de la campaña. Hoy es recordada como la mujer que cruzó los Andes. Otra mujer destacada fue Pancha Hernández, nacida en San Luis, que logró obtener la autorización de San Martín para acompañar a su marido en la gesta. Vestida con uniforme de granadera y con el pelo corto, peleó en la campaña libertadora de Chile y llegó hasta Lima en 1821, con el ejército libertador.
La integridad moral y espiritual de las mujeres cumplió un papel fundamental en las campañas libertadoras a Chile y Perú. Sin distinción de razas y clase social, dieron lo que estaba a su alcance: cosieron, cocinaron, hicieron donaciones y colectas, lucharon codo a codo, curaron a los soldados, que debido a los fuertes vientos la conjuntivitis dañaba los ojos y fueron ellas las que se los limpiaban con infusiones, curaron quebraduras, se metían en los campos de batalla para aliviar a los heridos, eran ellas las que abrían sus lesiones para limpiar las infecciones...
Sin embargo, como ya sabemos, en la historia de la humanidad, la presencia de la mujer, generalmente, ha pasado inadvertida. Pero a pesar del silencio, del poco reconocimiento de otros tiempos hoy estamos al tanto de que la historia también la escribieron ellas, las mujeres, las heroínas, las pensadoras, las descubridoras y las luchadoras, que participaron tanto como el hombre en la construcción de esta patria.
miércoles, 12 de mayo de 2021
Los primeros gobiernos patrios
1810 - 1820
El 25 de mayo de 1810 asumió la Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata, también conocida como "Primera Junta".
Con la incorporación de los diputados del interior quedó constituida, a fines de 1810, la llamada Junta Grande. Esto provocó la renuncia de Mariano Moreno y el enfrentamiento dentro de la nueva junta de sus partidarios y los de Cornelio Saavedra. Los primeros eran partidarios de cambios profundos y de manejar la revolución desde Buenos Aires mientras que los segundos, eran más conservadores y proponían compartir las decisiones con las provincias. Las derrotas del Ejército del Norte, hacían peligrar la continuidad de la lucha contra los realistas, haciendo toar decisiones rápidas : cambiar a la Junta Granda por otra forma de gobierno.
La creación de un poder ejecutivo de tres miembros, el Triunvirato, se concretó el 23 de septiembre de 1811. Los triunviros Juan José Paso, Feliciano Chiclana y Manuel de Sarratea y el secretario, Bernardino Rivadavia, pensaron que las exigencias de la guerra hacían necesario un poder ejecutivo fuerte y disolvieron todas las juntas provinciales . Estas medidas concentraron todo el poder en Buenos Aires y dejaron al interior sin representantes.
Un logro fundamental del Segundo Triunvirato fue la concreción del Congreso Constituyente, postergado desde 1810, convocando .a elecciones para diputados a la Asamblea General Constituyente.
La Asamblea inauguró sus sesiones a fines de enero de 1813 y se proclamó representante de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Tenía por objetivos proclamar la independencia y sancionar una constitución que incluyese la forma republicana de gobierno y la división de poderes. No se logró. Sin embargo, la obra de la Asamblea fue importante aprobó el uso de los símbolos patrios, abolió el uso del escudo de Armas de España, suprimió el uso de la imagen del rey de España en la moneda, sustituyéndola por el escudo nacional; declaró fiesta cívica al 25 de Mayo, dictó la libertad de vientres de las esclavas, suprimió la mita y el yanaconazgo; abolió los títulos de nobleza; prohibió y mandó a destruir los instrumentos de tortura, entre muchas otras.
Mientras sesionaba la Asamblea, se produjo en Europa la derrota de Napoleón. El consecuente retorno de Fernando VII al trono español complicó las cosas. El primer mensaje de Fernando VII a los revolucionarios americanos fue contundente: América era una colonia española y las juntas que gobernaban en su nombre habían caducado. Estaba claro que el rey intentaría por todos los medios reconquistar estos territorios.
Con la excusa de la amenaza exterior, la Asamblea, dominada por Alvear, dio un paso más en la concentración del poder: creó un poder ejecutivo unipersonal, el Directorio. Gervasio Posada fue el primer Director Supremo del Río de la Plata. Fueron siete los Directores Supremos designados entre los años 1814 y 1820:
-Gervasio Antonio Posadas (22 de enero de 1814 - 9 de enero de 1815)
-Carlos María de Alvear (10 de enero de 1815 - 15 de abril de 1815)
-José Rondeau (no asumió)
-Ignacio Álvarez Thomas (20 de abril 1815 - 16 de abril de 1816)
-Antonio González Balcarce (16 de abril de 1816 - 3 de mayo de 1816)
-Juan Martín de Pueyrredón (3 de mayo de 1816 - 11 de junio de 1819)
-José Rondeau (11 de junio de 1819 -1 de febrero 1820)
En el plano internacional, llegaron a Buenos Aires certeros rumores de que en España se estaba preparando una poderosa expedición militar para aplastar a los movimientos patriotas y se decidió enviar una misión diplomática a España, a cargo de Belgrano y Rivadavia.
En 1815, el director interino Ignacio Álvarez Thomas, envió una circular a las provincias invitándolas a realizar la elección de diputados para un congreso general que se reuniría en Tucumán. Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y la Banda Oriental decidieron no enviar representantes. Tampoco asistirían diputados de Paraguay y del Alto Perú, con excepción de Chichas o Potosí, Charcas (Chuquisaca o La Plata) y Mizque o Cochabamba.
Para 1816 la situación de los patriotas no podía ser peor. Por entonces, se vivía en Europa una ola de restauración monárquica (reyes). Entre los reyes que volvían a sus tronos, Fernando VII aparecía como uno de los más reaccionarios. Volvía decidido a recuperar las colonias americanas a toda costa. En América Latina, las cosas iban de mal en peor. En México, a fines de 1815, el fusilamiento del sacerdote revolucionario José María Morelos parecía poner punto final al levantamiento antiespañol. En Venezuela y Nueva Granada (Colombia), una poderosa expedición derrotaba a los patriotas y, en 1815, Simón Bolívar marchaba hacia el exilio en la isla de Jamaica. En Chile, los patriotas estaban dispersos. Los realistas (españoles) habían recuperado el poder y amenazaban seriamente con invadir las últimas provincias rebeldes, las del Río de la Plata, del otro lado de la cordillera.
El 24 de marzo de 1816 fue finalmente inaugurado el Congreso en Tucumán. El 9 de julio de 1816, el mismo día en que se aprobó el temario, se resolvió considerar como primer punto el tema de la libertad e independencia de las Provincias Unidas. Los diputados no tardaron en ponerse de pie y aclamar la Independencia de las Provincias Unidas de la América del Sud de la dominación de los reyes de España y su metrópoli.
miércoles, 5 de mayo de 2021
lunes, 3 de mayo de 2021
La Revolución de Mayo en el cine mudo argentino
Te dejo una joyita del cine argentino: la Revolución de Mayo, en una película del año 1909. Podrás verla, ingresando en este enlace:
La Revolución de Mayo
Durante la etapa virreinal, España mantuvo monopolio comercial con sus colonias americanas, impidiendo el libre comercio con Inglaterra, beneficiaria de una extensa producción manufacturera en plena revolución industrial.
La escasez de autoridades españolas y la necesidad de reemplazar al régimen monopólico, sumado a los cambios que se vivían Europa tras la invasión napoleónica, llevaron a un grupo destacado de la población criolla a impulsar un movimiento revolucionario.
Para febrero de 1810 casi toda España se encontraba en manos de los franceses. Un Consejo de Regencia gobernaba la península en nombre de Fernando VII, prisionero de Napoleón. El 13 de mayo de 1810 llegaron a Buenos Aires las noticias de la caída de la Junta Central de Sevilla, último bastión del poder español. La autoridad que había designado al virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros había caducado y la propia autoridad del virrey se encontraba cuestionada.
El viernes 18 de mayo, el virrey Cisneros hizo leer por los pregoneros (porque la mayoría de la población no sabía leer ni escribir) una proclama que comenzaba diciendo: “A los leales y generosos pueblos del virreinato de Buenos Aires”.
El virrey advertía que “en el desgraciado caso de una total pérdida de la península, y falta del Supremo Gobierno” él asumiría el poder acompañado por otras autoridades de la Capital y todo el virreinato y se pondría de acuerdo con los otros virreyes de América para crear una Regencia Americana en representación de Fernando.
Cisneros aclaraba que no quería el mando sino la gloria de luchar en defensa del monarca contra toda dominación extranjera.
A medida que los porteños se fueron enterando de la gravedad de la situación, fueron subiendo de tono las charlas políticas en los cafés y en los cuarteles. Todo el mundo hablaba de política y hacía conjeturas sobre el futuro del virreinato.
La situación de Cisneros era muy complicada. La Junta que lo había nombrado virrey había desaparecido y la legitimidad de su mandato quedaba claramente cuestionada. Esto aceleró las condiciones favorables para la acción de los patriotas que se venían reuniendo desde hacía tiempo en forma secreta en la jabonería de Vieytes.
La misma noche del 18, los jóvenes revolucionarios se reunieron en la casa de Rodríguez Peña y decidieron exigirle al virrey la convocatoria a un Cabildo Abierto para tratar la situación en que quedaba el virreinato después de los hechos de España. El grupo encarga a Juan José Castelli y a Martín Rodríguez que se entrevisten con Cisneros.
Las reuniones continuaron hasta la madrugada del sábado 19 de mayo y sin dormir, por la mañana, Cornelio Saavedra y Manuel Belgrano le pidieron al Alcalde Lezica la convocatoria a un Cabildo Abierto.
Por su parte, Juan José Castelli hizo lo propio ante el síndico Leiva.
El domingo 20 de mayo el virrey Cisneros reunió a los jefes militares y les pidió su apoyo ante una posible rebelión, pero todos se rehusaron a brindárselo. Por la noche, Castelli y Martín Rodríguez insistieron ante el virrey con el pedido de cabildo abierto. El virrey dijo que era una insolencia y un atrevimiento y quiso improvisar un discurso, pero Rodríguez le advirtió que tenía cinco minutos para decidir. Cisneros le contestó “Ya que el pueblo no me quiere y el ejército me abandona, hagan ustedes lo que quieran” y convocó al Cabildo para el día 22 de mayo.
En el «Café de los Catalanes y en «La Fonda de las Naciones», los criollos discutían sobre las mejores estrategias para pasar a la acción
A las nueve de la mañana del 21 de mayo, se reunió el Cabildo como todos los días para tratar los temas de la ciudad. Pero a los pocos minutos los cabildantes tuvieron que interrumpir sus labores. La Plaza de la Victoria estaba ocupada por unos 600 hombres armados de pistolas y puñales que llevaban en sus sombreros el retrato de Fernando VII y en sus solapas una cinta blanca, símbolo de la unidad criollo-española desde la defensa de Buenos Aires. Este grupo de revolucionarios, encabezados por Domingo French y Antonio Luis Beruti, se agrupaban bajo el nombre de la “Legión Infernal” y pedía a los gritos que se concrete la convocatoria al Cabildo Abierto. Los cabildantes acceden al pedido de la multitud.
Los “infernales” no se calman, piden a gritos que el virrey sea suspendido. Debe intervenir el Jefe del regimiento de Patricios, Cornelio Saavedra, quien logra calmarlos garantizándoles el apoyo militar a sus reclamos.
El 22 de mayo, desde temprano fueron llegando los “cabildantes”. De los 450 invitados sólo concurrieron 251. En la plaza, French, Beruti y los infernales esperan las novedades. La cosa se fue enardeciendo hasta que empezaron los discursos, que duraron unas cuatro horas, sobre si el virrey debía seguir en su cargo o no. Comenzó hablando el Obispo Lué diciendo que mientras hubiera un español en América, los americanos le deberían obediencia. Le salió al cruce Juan José Castelli contestándole que, habiendo caducado el poder Real, la soberanía debía volver al pueblo que podía formar juntas de gobierno tanto en España como en América. Juan José Paso dijo que no había tiempo que perder y que había que formar inmediatamente una junta de gobierno. Casi todos aprobaron la destitución del virrey, pero no se ponían de acuerdo en quién debía asumir el poder y por qué medios. Castelli propuso que fuera el pueblo a través del voto quien eligiese una junta de gobierno; mientras que el jefe de los Patricios, Cornelio Saavedra, era partidario de que el nuevo gobierno fuera organizado directamente por el Cabildo. El problema radicaba en que los miembros del Cabildo, muchos de ellos españoles, seguían apoyando al virrey.
Se votó en la noche del 22 y el 23 por la mañana se realizó el conteo de votos. Por 159 a 67, triunfó la opción que exigía la deposición del virrey. Sin embargo, ese mismo día el Cabildo dio su golpe contrarrevolucionario nombrando una junta presidida por al virrey depuesto, algo que resultaría inadmisible para los partidarios del cambio.
El 24 de mayo se confirmaron las versiones: el Cabildo designó efectivamente una junta de gobierno presidida por el virrey e integrada por cuatro vocales: los españoles Juan Nepomuceno Solá y José de los Santos Inchaurregui y los criollos Juan José Castelli y Cornelio Saavedra, burlando absolutamente la voluntad popular. Esto provocó la reacción de las milicias y el pueblo. Castelli y Saavedra renunciaron a integrar esta junta Muchos como el coronel Manuel Belgrano fueron perdiendo la paciencia. Cuenta Tomás Guido en sus memorias «En estas circunstancias el señor Don Manuel Belgrano, mayor del regimiento de Patricios, que vestido de uniforme escuchaba la discusión en la sala contigua, reclinado en un sofá, casi postrado por largas vigilias observando la indecisión de sus amigos, púsose de pie súbitamente y a paso acelerado y con el rostro encendido por el fuego de sangre generosa entró al comedor de la casa del señor Rodríguez Peña y lanzando una mirada en derredor de sí, y poniendo la mano derecha sobre la cruz de su espada dijo: “Juro a la patria y a mis compañeros, que si a las tres de la tarde del día inmediato el virrey no hubiese renunciado, a fe de caballero, yo le derribaré con mis armas”.
Por la noche una delegación encabezada por Castelli y Saavedra se presentó en la casa de Cisneros con cara de pocos amigos y logró su renuncia. La Junta quedó disuelta y se convocó nuevamente al Cabildo para la mañana siguiente.
El 25 de mayo, grupos de vecinos y milicianos encabezados por Domingo French y Antonio Beruti se fueron juntando frente al cabildo a la espera de definiciones.
El movimiento patriota se había instalado cerca del Cabildo, el cual reunido desde temprano había rechazado la renuncia de la Junta. Ni los jefes militares estaban ya del lado del virrey. Los cabildantes debieron finalmente solicitar la renuncia de Cisneros y aceptar la propuesta de nombrar una nueva junta. Así, nacía el primer gobierno patrio. Saavedra fue el presidente. Lo secundaron Mariano Moreno, Juan José Paso, Manuel Alberti, Miguel Azcuénaga, Manuel Belgrano, Juan José Castelli, Juan Larrea y Domingo Matheu.
Todos juraron en nombre de Fernando VII, pero algunos creían que era sólo cuestión de tiempo para que esto dejara de ser así. Años de guerra deberían pasar antes de que el 9 de julio de 1816 se declarara la independencia.
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