Reseña crítica
El libro De ciudadanos a señores feudales. Historia social del pensamiento político de la Antigüedad a la Edad Media, de Ellen Meiksins Wood trata acerca de los cambios en la sociedad, en el contexto de cada época, mediante innovaciones filosóficas y un recorrido histórico concreto: la aparición, ascenso y expropiación política de un nuevo régimen.
La hipótesis que sostiene es que cuando cambia el contexto de la época, cambian las ideas; por lo tanto, explica el pensamiento político, contextualizándolo, para determinar las transformaciones en la sociedad. Además, sostiene que la teoría política se entiende solo si se entiende a los pensadores que vivieron en cada época.
El texto está dividido en cuatro capítulos. En cada uno de ellos, la autora aborda un aspecto que lleva a la comprobación de hipótesis.
En el apartado “La historia social de la teoría política”, la autora se plantea un interrogante, que buscará desarrollar a lo largo del capítulo en particular, y de la obra en general: qué es la teoría política. Remontándose a sus orígenes en la Grecia antigua y su posterior desarrollo en Europa y sus colonias, Wood dice que teoría política es “la interrogación sistemática y analítica de los principios políticos, la aplicación de la razón crítica a la interrogación de sus fundamentos, y la legitimidad de las normas morales y los principios del derecho político”. En síntesis, es la sucesión abstracta del pensamiento, de lo que es verdad. Continuando con su desarrollo, enfrenta algunas formas de hacer política, y aclara que si bien fue un “invento” griego y tuvo cierta influencia de la filosofía confuciana, la civilización india resultó ser más desarrollada ya que generó una tradición del pensamiento político.
Wood se centra en las figuras de Protágoras, Sócrates, Platón y Aristóteles, como los antiguos pensadores griegos que dieron lugar a otros, tales como Agustín de Hipona, Tomás de Aquino y Maquiavelo, entre otros. Aclara que, si bien estos pensadores son muy diferentes, todos concluyen en cómo debería ser la ordenación justa y adecuada de la sociedad y del gobierno.
Volviendo a su hipótesis inicial, la autora asegura que las épocas de mayor creatividad para la teoría política coinciden con los momentos históricos en que estallaron conflictos sociales y políticos. Por eso, asegura, que para poder comprender el pensamiento de la época es necesario remitirse a ella.
Para defender la postura de su obra, la autora cree necesario explicar cómo es el modo en que la historia del pensamiento político fue abordada en los últimos años. Para ello, hace referencia a las décadas del 1960 y 1970, dado que fue un período donde resurgió el estudio de la teoría política, haciendo referencia a Sheldom Wolin (1960), quien reivindicaba la importancia de una visión creativa en el análisis político. Asimismo, tomó el trabajo de Macpherson (1962), con quien está en desacuerdo por el tipo de sociedad mercantil posesiva que presenta que éste propone, donde el trabajo es social pero la apropiación del mismo es privado, donde se compra trabajo por dinero. En este punto, es necesario que destaquemos que la autora tiene un lineamiento marxista; por lo tanto, siguiendo a Marx (1867), el ideal es alcanzar una sociedad sin distinción de clases donde tanto el proceso de producción, como las fuerzas productivas y las relaciones que surgen de la producción se conviertan en un bien social. A pesar del desacuerdo con el politólogo canadiense, Wood reconoce que su obra dio un enfoque diferente al estudio de la teoría política.
En una búsqueda por desarrollar la evolución de las ideas, se adentra en la Escuela de Cambridge, más precisamente, en uno de sus exponentes, Quentin Skinner (1978), quien presenta un método que se opone a todo lo conocido hasta el momento, la historia de las ideologías. Citándolo, la autora hace referencia a lo beneficioso de este enfoque pues el lector puede interpretar mejor lo que cada autor quiere decir. También recurre a Pocock (1985), otro exponente de la Escuela de Cambridge, quien se vio interesado en los avances económicos y el “descubrimiento” del capital y el surgimiento de una “sociedad comercial”, tomando como momento crítico la fundación del Banco de Inglaterra. Este hecho generó, según el historiador, una trasformación del sentido de la propiedad, acompañada por cambios en la psicología de la política.
Para ahondar en la historia de la teoría política, Wood argumenta que es necesario conocer cómo pensaban los grandes pensadores políticos y qué ideas tenían de acuerdo a la época en la que vivieron. Así, recurre a Platón, quien a través de su obra más reconocida, La República, plantea grandes cuestiones filosóficas y busca verdades trascendentales y universales, a partir de su compromiso crítico con la democracia ateniense. Haciendo referencia a que los avances en las relaciones sociales, en los tipos de propiedad y en la formación del estado, generaban largas discusiones en las que participaba el pensador John Locke, la autora sostiene que la teoría política se alimenta de momentos como estos. En un ir y venir en la historia, Wood vuelve a los orígenes en la Grecia antigua, determinando que el factor decisivo de la teoría política fue el desarrollo de la polis que, a veces, evolucionó en el sentido de una democracia desde principios del siglo V a.C. Este aparato político se caracterizaba por una administración del estado bastante simple y una comunidad cívica que se gobernaba por sí misma, cuyas relaciones eran entre ciudadanos. No obstante, esta idea de ciudadano-campesino fue eliminada de otros estados antiguos.
Con el ascenso del feudalismo, dice la autora, la tensión entre las dos formas de poder, imperiun y dominium, se resolvió a favor de este último. El estado feudal era una red de soberanías parceladas, gobernadas por una compleja jerarquía de relaciones sociales y jurisdicciones rivales, en manos de señores, reyes y diversas corporaciones autónomas, tales como emperadores y papas del Sacro Imperio romano. Las relaciones feudales, continúa la autora, eran una relación político-militar y una forma de propiedad.
Este primer apartado finaliza estableciendo la importancia de incorporar los clásicos de la teoría política occidental en su relato, ya que han dejado una huella en la cultura moderna y en el mundo actual, pues, en su mayoría han sido ideas dominantes de las clases dirigentes.
En el apartado “La antigua polis griega”, la autora comienza citando al poeta Eurípides para reflejar cuáles eran las condiciones sociales en la polis y la importancia del concepto de libertad. Evocando a distintos autores, pensadores e historiadores, se aborda una y otra vez el concepto de “hombre libre” y cómo lo asocian con la democracia. Para desarrollar su auge, Wood afirma que se basa en el principio político o cívico, a la noción de ciudadanía y a la gradual elevación de la polis, el derecho cívico y la identidad cívica a costa de las relaciones de parentesco, casa y sangre, tal como lo explicara y ampliara Pomeroy (2001).
La autora hace referencia a que, como no se sabe demasiado acerca de las sociedades que dieron origen a la polis, en la época oscura, se recurre a los poemas de Homero. Así se puede recrear una posible sociedad. Vale que aclaremos que, dado que no hay escritos, la poesía homérica sirve como fuente histórica. Al igual que Carlier (2005), la autora describe qué es un oiko, qué derechos y deberes tenía, cuál era su función social, y cómo los vínculos de territorialidad marcaban distinciones de clases y conflictos intraclases e interclases. Así, continúa, la aristocracia utilizó sus poderes para apoderarse del trabajo de la clase productora.
Al llegar, cronológicamente a las reformas de Solón, Wood señala como el primer momento de la evolución de la democracia ateniense, el conflicto entre señores y campesinos. Para procurar poner un fin a esto, Solón eliminó varias formas de dependencia, abolió la esclavitud de la deuda y prohibió los préstamos que ponían por garantía la persona. Además, reformó el sistema judicial. Estas reformas, indica la autora, liberaron al campesino de la dependencia y la explotación extraeconómica, se vieron realzados por el fortalecimiento de la comunidad cívica. Si bien los ciudadanos continuaron perteneciendo a clases estratificadas, se le dio acceso a la tercera clase a al nuevo Consejo de los Cuatrocientos, mientras que los thetes, la categoría militar más pobre, fue admitida en dicha asamblea. De esta manera, con el debilitamiento de la nobleza y el fortalecimiento de los ciudadanos, se dio una nueva relación cívica dejando atrás la antigua relación entre gobernante y productores. Wood menciona que la polis creó un nuevo ámbito para las rivalidades aristocráticas, pero que esto fortaleció aún más a la comunidad cívica y el principio político.
Por otra parte, las reformas de Clístenes establecieron el marco institucional con el que iba a regir la democracia, cambiaron la organización de la polis eliminando las funciones políticas de las cuatro tribus, y dio origen a una nueva división de tribus, los demes. Aquí es donde nace el campesino-ciudadano. En síntesis, la democracia ateniense se construyó, mediante aportes de Pericles, Heródoto, Tucídides, Esquilo, Sofocles, Eurípides, Jenofonte, Aristófanes, a partir de la idea de la combinación de la isocracia (la igualdad en la participación en el poder), con la isonomia (el Estado donde la ley es igual para todos) y la isogoria (la igualdad en la participación en los asuntos públicos). En cuanto al concepto de “democracia”, nos parece oportuno añadir la obra de Mossé, quien hace un despliegue desde el mismo Solón hasta el fin de la democracia ateniense.
Wood se pregunta si la democracia, en aquella época, era verdaderamente democrática. A través de un análisis al período post Clístenes, y a las diferentes concepciones del término, como las de Tucídides y Pericles, concluye que Atenas era una democracia en el sentido en el que los griegos entendían el término que ellos mismos la habían inventado, y que tenía que ver con el poder del demos. Así postula el pensamiento de Aristóteles, quien definió a la democracia como una constitución en la que “los nacidos libres y los pobres controlan el gobierno, siendo al mismo tiempo, una mayoría”, al igual que los conflictos que esto trajo en la sociedad. Una vez más, la autora recurre a obras griegas, como las de Esquilo y Sófocles, para contextualizar las ideas que evolucionaron conjuntamente con la democracia. Así, hacia el siglo V a. C., surgieron planteos y preguntas que llevaron a la reflexión con respecto a la democracia. En la Grecia antigua, comenta la autora, hubo un grupo de intelectuales, maestros y escritores, llamados sofistas, quienes lograron tener gran influencia en la juventud griega. Para el pensamiento sofista el bien y el mal, lo verdadero y lo falso, dependían de la perspectiva personal con la que se valora algún hecho o situación. Este estilo fue criticado por los grandes filósofos, tales como Sócrates, Platón y Aristóteles.
Luego de profundizar en las figuras e ideas de los grandes filósofos griegos, Wood finaliza este segundo capítulo haciendo alusión a Aristóteles, para quien la polis tiene que reflejar una jerarquía social y política.
En el apartado “De la polis al imperio”, Wood pretende explicar cómo fue este progresivo pasaje. Para ello, vuelve a citar a Aristóteles, quien propone preservar el orden cívico de la polis, sus principios de libertad e igualdad, bajo una división natural entre gobernantes y gobernados.
La polis griega va dejando de existir como ciudad Estado independiente. El sentido expansionista de Alejandro no da lugar a la igualdad y la fraternidad entre los hombres. Por el contrario, despoja a la ciudadanía de su ámbito político y sustituía la ciudadanía activa por la pertenencia pasiva a una comunidad cósmica. Según la autora, el imperio de Alejandro estaba compuesto por pueblos muy diferentes, unidos bajo la misma autoridad. El principio cosmopolita que implementó Alejandro, fomentaba la mezcla y matrimonio entre etnias, la aparición de cultos religiosos sin fronteras, la unificación bajo la misma lengua y cultura, y el comercio entre ciudades imperiales. La autora plantea un paralelismo entre el Imperio de Alejandro y el Imperio romano. La idea cosmopolita de este último se traducía como “universal”.
Wood afirma que la modalidad de las aristocracias locales de mantenerse alejadas de los súbditos, le permitió a Alejandro y luego, a los romanos, manejar su imperio sin demasiadas dificultades, ya que les brindaba el beneficio del autogobierno local. Luego de la muerte de Alejandro, las luchas por el poder generaron instabilidad social y política. Empeoró la condición de vida de los más pobres y los desposeídos exigieron la redistribución de las tierras y la abolición de deudas. Así, continúa la autora, el temor que esto generó en las clases hacendadas formó el contexto en que los pensadores de la época emprendieron sus proyectos filosóficos. Una vez más, la autora comprueba su hipótesis inicial.
A lo largo de este tercer apartado, la autora centra el tema en la filosofía helenística, a través de los epicúreos y los estoicos. La filosofía epicúrea y estoica de la época queda subordinada a los fines prácticos de la existencia. Estaban más preocupados por el lugar del individuo en el cosmos que por el orden político. Se concibió como un saber unitario, dividido en lógica, física y ética, pero con una finalidad fundamentalmente moral. El paso de la polis al imperio generó, según la autora, un poderoso impulso hacia el retiro interior y el retraimiento apolítico, pero no debemos olvidar el contexto histórico en el que los filósofos escribieron, pues estuvo marcado por guerras y conflictos sociales.
La autora detalla cómo fue el ascenso y decadencia de Roma, con una forma de gobierno diferente a la ateniense: una república dominada por el Senado aristocrático. Así, detalla cómo era la relación entre las clases y la compara con Atenas, y qué repercusiones tuvo el sentido expansionista en cuanto a la distribución de las tierras, ager publicus. Al llegar a su fin la república, se dio lugar al estado imperial, quien extendió el poder de la propiedad privada. A mediados del siglo V a. C., la implementación de las Doce Tablas será un hecho que Wood marca como “el momento fundacional del derecho romano”.
En el apartado “La Edad Media”, la autora comienza citando a Hilton (1973) para dar testimonio de que los campesinos fueron la base de las civilizaciones donde surgieron las sociedades feudales. A partir de aquí, Wood desarrolla el concepto de feudalismo y presenta a la sociedad feudal como una transformación, que fue influida por las prácticas e instituciones bárbaras.
La autora ubica temporalmente a la era feudal, en el momento en que el Imperio romano fue reemplazado por la “parcelación de la soberanía”. Esto implicó una fragmentación geográfica y permitió el surgimiento de ciudades autónomas, llamadas comunas, que se autogobernaban y eran independientes de la nobleza y de la iglesia. Por otro lado, la relación entre los señores feudales y los campesinos estaba en un permanente debate. Al igual que Bloch (1986), la autora presenta a la sociedad feudal. Los señores exigían a los campesinos prestaciones de trabajo en las tierras señoriales, y además una entrega en especie proveniente de las tierras comunales de los mismos campesinos. Por poseer las tierras más productivas y recibir protección mediante reglamentos, la nobleza fue adquiriendo un carácter “parasitario”. Esta injusticia comenzó a suscitar levantamientos campesinos. Éstos últimos, por su parte, tenían cierta libertad para cultivar sus propias parcelas. El enfrentamiento de las clases campesinas con la nobleza se fue recrudeciendo, y éstos últimos se empezaron a valer de la coerción violenta en la lucha por las rentas, conflicto en torno al cual siguió avanzando el feudalismo; a medida que avanzaba el cultivo, se hizo necesaria la colonización de nuevas tierras, lo cual suscitó nuevas pujas entre las clases.
En el desarrollo del apartado, Wood presenta el feudalismo desde diversos puntos, en función a la región, y destaca que el derecho a la propiedad inglés se convirtió en la más “feudal” de Europa. En cuanto a la función de la iglesia, podemos decir que la iglesia católica tuvo influencia en todos los órdenes de la vida de la edad medieval, y ningún sector de la sociedad se mantuvo ajeno a dichas influencias. Diversas circunstancias explican esta extraordinaria influencia eclesiástica durante esta etapa de la historia europea y las profundas huellas culturales y religiosas que dejaron en Europa y el mundo occidental. El cristianismo influyó en la forma de pensar de nobles y campesinos. A su vez, las instituciones eclesiásticas heredadas de la Roma imperial, dice la autora, formaban parte del orden administrativo y jurídico de la Edad Media.
Luego de la lectura minuciosa del libro, fuimos estableciendo algunas relaciones con el material bibliográfico del semestre. En algunos de los apartados tuvimos la necesidad de ir citando a otros autores que abordaban los elementos presentes, como forma de ampliar lo allí expuesto.
Si bien, a nuestro entender la obra resultó con cierto grado de complejidad para el lector aficionado puesto que está orientado a un público especializado, quedó muy en claro el pensamiento marxista de Wood, dada su defensa del socialismo.
La hipótesis inicial es sostenida a lo largo del escrito y la demuestra en cada apartado. Para ello, recurre a distintos filósofos, pensadores, sofistas e historiadores, a pesar de no coincidir con todos ellos. Desde el título se aprecia el eje de su obra, lo ordena en una secuencia que desarrolla capítulo tras capítulo desde antes de la formación de la polis hasta la época del feudalismo, conservando la lógica.
Ridiero, Silvia Susana
Bibliografía:
o Bloch, M. (1986). La sociedad feudal. Madrid: Editorial Akal
o Carlier, P. (2005). Homero. Madrid: Ediciones Akal, S. A.
o Hilton, R. (1973). Bond Men Made Free: Medieval Peasant Movements and the English Rising of 1381. Londres
o Macpherson, C. B. (1962). The Political Theory of Possesive Individualism: Hobbes to Locke. Oxford, Reino Unido: Oxford University Press
o Marx, K. (1867). El Capital. Tomo I. El proceso de producción del capital. Hamburgo
o Mossé, C. (2007). Pericles: El inventor de la democracia.
o Pocock, J. (1985) Virtue, Commerce, and History. Cambridge: Cambridge University Press
o Pomeroy, S.; Burstein, S.; Donlan, W; Roberts, J. (2001). La antigua Grecia. Historia política, social y cultural. Barcelona: Crítica
o Skinner, Q. (1978). The Foundations of Modern Political Thought, vol. 1: The Renaissance. Cambridge: Cambridge University Press
o Wolin, S. (1960). Politic and Vission: Continuity and Innovation in Western Political Thought (primera edición).
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